Costa del D¨®lar
Entre Torremolinos y Sotogrande, Marbella. En Marbella, Menchu, madame de la Costa del Sol, de la Costa del D¨®lar. Menchu tiene un sal¨®n, abierto al mar, para los guapos -guapos del dinero, de la sangre, de la inteligencia- y un sal¨®n, cerrado al mar, para los feos: dentistas enriquecidos que llegan de Madrid dispuestos a penetrar en el meollo del cogollo del bollo. Pero Menchu, entre el whisky y el cigarrillo, se lo dice al camarero: "A ¨¦sos col¨®camelos en el sal¨®n de los feos, donde no los vea nadie, que me hunden la industria".
Costa del Sol, Costa del D¨®lar: Aqu¨ª es donde se prueba y demuestra que el dinero no lo puede todo. Hay una selectividad de la clase -?clasista?- m¨¢s importante que los d¨®lares/peseta. La Costa del Sol reproduce as¨ª, en bolas y de madrugada, los esquemas nacionales. Los padres procesales del socialismo s¨ª que contaron con esta forma de poder social que no es exactamente poder econ¨®mico, aunque se traduzca en tal. Quienes no han contado con eso para nada han sido los rudos disc¨ªpulos de los padres procesales. Puerto Ban¨²s: en otra secci¨®n m¨ªa de este hospitalario peri¨®dico tiene uno escrito que el banusismo fue a la arquitectura franquista lo que el herrerianismo de Juan de Herrera a la imperial. Puerto Ban¨²s, como un decorado "moderno" para los Quintero, es un caos de tr¨¢fico y una mentira urban¨ªstica. Menchu, madame en decente, con el pelo rubio/tabaco rubio, con mucho juego de cigarrillo y whisky entre la boca y las manos, le da a su mar de Rodeo Beach, cosas que la mar no tiene. Me lo ense?¨® hace muchos a?os el grande poeta Jos¨¦ Hierro: "A la mar fui por naranjas, cosa que la mar no tiene. Met¨ª la mano en el agua, la esperanza me mantiene". Y dec¨ªa el asombroso Pepe: "En estos dos versos subsiguientes, que la gente ignora, est¨¢ la clave de la copla, clave enormemente l¨ªrica: "Met¨ª la mano en el agua / la esperanza me mantiene". La esperanza mantiene a la Ursula Andress ap¨®crifa, jovenc¨ªsima y con la bandera nacional por cintur¨®n, que me ha ca¨ªdo al lado.Se besa con Menchu, pero no s¨¦ qui¨¦n es, ni lo pregunto. Las camisas negras, con rayas o dibujos, de sus acompa?antes, me hacen presentir lo peor, pero prefiero no enterarme. Me miran como a un esp¨ªa sovi¨¦tico que se ve a todas luces que es sovi¨¦tico. Pero he querido llegar hasta aqu¨ª, hasta el ludibrio del manubrio del bodrio, que dijo el otro, para entender un poco a esta gente, por saber qu¨¦ es lo que defienden. Defienden el mar perpetuo y la inmovilidad de las estructuras, mientras Miguel Juste, abogado y futuro l¨ªder de la derecha/derecha, nos tiene un rato esperando para cenar.
-El avi¨®n, la huelga, ya sab¨¦is...
-?Pero no se hab¨ªa arreglado eso de la huelga con el laudo, Miguel?
Y Miguel (pelo gris, camisa bian, dulzura abacial) sonr¨ªe. Ana Mar¨ªa, espa?ola con dulces embajadas matrimoniales en Italia, se est¨¢ tomando un zumo de frutas con pajita quebrada. Miguel Juste pide lo mismo, y luego compruebo que es que reh¨²ye el alcohol.
-El m¨¦dico me dijo, Umbral: "O le recambio la v¨¢lvula del coraz¨®n o monta usted a caballo".
-Hab¨ªa una tercera f¨®rmula, Miguel, que era cambiarle la v¨¢lvula al caballo.
Pero la derecha no tiene sentido del humor. Faltando a mi deber profesional de ligar las rubias maravillosas de casa Menchu (la literatura no es sino una segunda profesi¨®n), me enrollo con Miguel Juste (hombre muy grato, por otra parte) en una disquisici¨®n sobre su ¨²ltimo art¨ªculo:
-Mira, Miguel, tu objeci¨®n a la justicia psocialista est¨¢ muy bien planteada t¨¦cnicamente, y no entro para nada en la filosof¨ªa que profesas, ni para bien ni para mal: pero te voy a hablar como articulista de profesi¨®n y condici¨®n, que es lo que es uno, modestamente: hacia el final de tu art¨ªculo hablas de los "jueces barbudos" y socialistas que pueden invadirnos. El que a ti no te gusten las barbas es ya un matiz personal que nada importa en tu rigorosa y t¨¦cnica argumentaci¨®n (esto de rigorosa s¨®lo se lo permit¨ªan los cajistas a Ortega: a m¨ª me ponen rigurosa o vigorosa: hay que ser Ortega hasta para ganarse a los cajistas).
Miguel Juste, absorto en su zumo de frutas con pajita truncada, no s¨¦ si presta mucha atenci¨®n a mis argumentos. El mar llega como acorde¨®n del mundo hasta los pies de las bellas: Ana Mar¨ªa, Pitita Ridruejo, Menchu, la rubia apasionante y desconocida, que nadie me presenta.
El mar no llega hasta el sal¨®n pospuesto de los feos, de los dentistas madrile?os y los pod¨®logos de provincias, postergados por el camarero de Menchu.
Mira, Miguel -le digo a Juste-, un art¨ªculo,- como un soneto, es objetivo y t¨¦cnico o es subjetivo y l¨ªrico, como los m¨ªos, desde el principio. Lo que r¨ªo puedes es cambiar de rollo a mitad del tema. Va contra las leyes del g¨¦nero. El art¨ªculo es el soneto del periodismo, y eso no lo sab¨¦is quienes s¨®lo sois articulistas de ocasi¨®n: casi todos los pol¨ªticos. Y no te lo digo, Miguel, en defensa de los "jueces barbudos", sino en defensa de tu propia prosa. Por ah¨ª se te ve la oreja de oro, como a Paul Guetty.
Lo cual que Pl¨¢cido Domingo estuvo con uno de los Guetty -multimillonarios-, d¨¢ndole clases de m¨²sica, porque quer¨ªa ser un gran cantante y cre¨ªa que el d¨®lar lo puede todo (estamos en la Costa del D¨®lar). Hay quien ha visto al genial Pl¨¢cido Domingo siguiendo penosamente al piano a un Guetty chillante, en las notas f¨¢ciles y c¨¢lidas de Amapola. De modo y manera que me corroboro en mi reciente denuncia (en este peri¨®dico) de la comercializaci¨®n banal y mondain de don Pl¨¢cido: algunos dicen que el genio maligno que le asesora para ganar dinero f¨¢cil es su santa esposa.
?Y qu¨¦ otra misi¨®n, si no, tendr¨ªan las santas esposas?
De Rodeo Beach nos vamos, sin haber visto la playa del nombre, tan bella de noche, sin duda, a Puerto Ban¨²s propiamente dicho, a comer (son las doce de la noche por mi reloj at¨®mico). Puerto Ban¨²s, en la noche de las candelas, con una tajada de sal que el mar nos mete en la boca, es un decorado de los Quintero pasado por el vanguardismo funcional de Pepe Caballero. Un cruce de cortijo y rascacielos. Es donde las peque?itas me piden m¨¢s aut¨®grafos, a pesar de lo cual no consiguen reconciliarme con el sitio; sobre el banusismo como Bauhaus franquista ya tengo escrito en estas p¨¢ginas.
Mar¨ªa Li¨¦bana olvida sus artes femeninas y sus oficios literarios, para servir pizzas en una pizzer¨ªa de Fuengirola. "Se viste para despachar como si fuera a la ¨®pera". As¨ª son las cosas y as¨ª hay que hacerlas. Pitita Ridruejo, en su casa de Los Monteros, que est¨¢ entre casona soriana, iglesia rom¨¢nica y chalet marbell¨ª, nos recibe en bikini negro, con ajorcas griegas en los pies. El resol la pone sugestiva de luces indirectas que tienen su bisel en la cal. Las hijas -ay estos hijos- le han robado los coches, de modo que escapamos en mi descapotable rojo. Me paseo por la Costa con un cabriolet Ford, que es la manera de que a uno le respeten y de que la derecha/derecha se cabree:
-Bueno, ?pero ¨¦ste no era rojo? ?A qu¨¦ viene ahora tanto cabriolet?
-As¨ª es toda la izquierda, querido marqu¨¦s; no quieren m¨¢s que reventar de comer bogavantes.
Linda Christian, la viuda de Tyrone Power, arrastra por las fiestas la memoria de aquel hombre que muri¨® en Madrid, vestido de rey Salom¨®n. Los Ord¨®?ez, don Antonio y Carmencita, celebraron el santo de la ni?a tipo restaurante. S¨®lo Gunilla von Bismarck jug¨® limpio limp¨ªsimo en la "fiesta transparente" de don Jaime de Mora. Iba de desnudo y encaje antiguo (y transparente). El resto se defendi¨® con el plexigl¨¢s y la ropa convencional debajo. Marbella es un erotismo de plexigl¨¢s. La Cant¨²a anda sola, Horcher invita, Sarit¨ªsima inicia cruzada contra la droga, Mar¨ªa Salerno sale/no sal¨¦ con Junot, quien me dice que ser play/boy es tercermundista (y me consuela mucho adivinarle una camiseta bajo la camisa, como yo mismo llevo: con camiseta tambi¨¦n se liga). Antonio Gonz¨¢lez, el que fuera Pesca¨ªlla, no ha venido, hombre, porque est¨¢ internado en la cl¨ªnica Quir¨®n, de Barcelona, donde yo mismo luch¨¦ hace a?os contra una de las crisis m¨¢s graves de mi vida. La noche se llama Sof¨ªa de Habsburgo. La noche se llama Beatriz de Borb¨®n. El d¨ªa, en Marbella, se llama Al Midani, que es el que nos lo va a comprar todo. O Kasshougy, que s¨®lo compra brillantes que brillen. La paleoespa?a ultraeterna de Marbella, a estos jeques les llama "los moros".
Pero tiene uno escrito en anteriores cr¨®nicas, aqu¨ª en el bar de la piscina del Don Meli¨¢, muy de ma?ana, cuando el mar a¨²n no s¨¦ ha despertado, porque el mar madruga menos que los cronistas, que Marbella se hunde en el mar, como Venecia, con todos sus marqueses. Lo cual que, terminada la escritura y la lectura (ando con Leopardi, en la edici¨®n Alfaguara/Colinas, que ten¨ªa perdida por casa), comparto el buffet libre con los hombres de Paco Ojeda y de Paquirri, que llevan mano a mano, pueblo a pueblo, costa a costa, el duelo de los dos toreros de moda. Uno tiene como muy escrito que Espa?a funciona mejor (peor) por hipartidismos, y que el Felipe/Fraga apasiona al personal tanto como el Ojeda/Paquirri.
-Que soy el apoderado de Ojeda, don Francisco, y que tendr¨ªamos mucho gusto en invitarle a la corrida de esta tarde, en C¨¢diz dimos la nota, usted no se lo tiene que perder, el maestro le invita, la corrida es a las siete.
Luego, almuerzo cerca de Ojeda y su corte fara¨®nica. Los toreros son como los c¨®micos. S¨®lo hablan de lo suyo. Lo dem¨¢s son tinieblas exteriores. S¨®lo que los toreros hablan a gritos. (Los c¨®micos tambi¨¦n, en los caf¨¦s.) No s¨¦ si la consigna es hablar mucho para que el maestro se distraiga y no piense en la "muerte en la tarde". Luis Miguel Domingu¨ªn ya lo ha dicho:
-Si voy a Marbella, s¨®lo visitar¨¦ casa Menchu. Lo dem¨¢s no me interesa.
Pero Luis Miguel, gordo de tratamientos m¨¦dicos, no ha bajado estos d¨ªas a Marbella. Somosaguas, en Madrid, ha sido encristalado por Luc¨ªa, con un gran cipr¨¦s en el centro. Luis Miguel se proclama "muy marido de Luc¨ªa". "Es para obligarles a firmar y quedarse con todo. Quiere morir matando". "No se resigna a la fama del hijo, al que siempre insult¨® y menospreci¨®". ?ste es el roneo de Marbella a tantos de tantos de mil novecientos tantos.
Marbella es un Sotogrande, previo donde las familias a¨²n no se ponen el ba?ador de cuello vuelto, pero casi. Sotogrande, adonde no pienso bajar este a?o, es algo as¨ª como "los juegos reunidos", seg¨²n lo llam¨¦ una vez: submarinismo, golf, polo, tenis, cesta, bridge, backhamon, m¨¢s las versiones infantiles de todo esto, con sus campeonatos correspondientes. Se trata de jugar a todo durante todo el rato, para no pensar en nada. Qu¨¦ miedo le tiene cierta derecha a su propio pensamiento, que es m¨¢s libre que ella misma. En Marbella todav¨ªa se adultera dulcemente. En Sotogrande se reza el rosario en familia. Y en Nerja est¨¢ Jos¨¦ Guerrero, el gran pintor abstracto malague?o, en su cortijo, "lo compr¨¦ por cuatro perras, hace veinte a?os, y ahora tengo hasta aceitunas", poniendo bandera roja en el balc¨®n de su estudio, cuando trabaja, para que no entre nadie. Costa del Sol, Costa del D¨®lar. Los jeques del petr¨®leo, que quieren comprar, van a ser dulcemente estafados por los ricos madrile?os, que tienen algo de jud¨ªos, moros y cristianos, en una sabia mezcla, y que le pueden vender a un jeque incluso el mar Mediterr¨¢neo. En la ¨²ltima fiesta que han dado los fantasmas del petr¨®leo, las mejores mujeres del Marbella/show bailaron lo de los siete velos y lo del vientre. El espa?ol desnudo no se entera de nada de esto, porque se acuesta a las once o se va al Teatro Chino de Manolita Chen, como en Madrid. Es cuando descubren -oh- que el dinero no hace la felicidad. Adem¨¢s del dinero hay que ser alguien, algo. Siquiera Menchu.
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