Los 'bombardeos' de Reagan
De cuando en cuando, la excepcionalidad de una determinada noticia provoca un aluvi¨®n de comentarios en prensa, televisi¨®n y dem¨¢s medios de comunicaci¨®n. A veces, insignes literatos, fil¨®sofos e intelectuales aprovechan la ocasi¨®n y avasallan con art¨ªculos y ensayos en donde analizan y estudian la particularidad del hecho, su incardinaci¨®n en el contexto sociopol¨ªtico, su imbricaci¨®n temporal, su representatividad en la din¨¢mica del sistema y dem¨¢s interrogantes que, dependiendo de la magnitud del suceso, abarcan desde un an¨¢lisis concreto del problema en s¨ª mismo como hecho absoluto hasta profundas reflexiones en torno al esp¨ªritu manique¨ªsta del cristianismo o a la irremisible disoluci¨®n y alienaci¨®n del individuo como ente aut¨®nomo en una s¨®ciedad de masas.En este caso, el problema o la noticia (da igual) que nos ocupa es interesante desde cualquier punto de vista y, sin duda, punto de partida para una m¨ªnima reflexi¨®n desdeuna plataforma de evidencia alejada en lo posible de t¨®picos y demagogias. Se trata de la curiosa broma de Reagan en la que, para probar el sonido de una emisora de radio, jugaba a anunciar a los americanos el inminente bombardeo de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. A partir de sucesos como ¨¦ste, podemos recrear mentalmente la situaci¨®n e intentar disculpar un desliz como ¨¦ste, podemos pasar el asunto o, tras un brev¨ªsimo instante que nos sirva para recordar la personalidad, la actuaci¨®n pol¨ªtica, las aventuras y desventuras del caballero en cuesti¨®n, afirmar a coro el famoso "este-t¨ªo-es-imb¨¦cil". No obstante, me temo que esta ¨²ltima postura, quiz¨¢ la m¨¢s com¨²n, tenga poca utilidad. De cualquier modo, si hemos optado por esta ¨²ltima respuesta, una vez cumpli mentadas las exigencias viscerales del est¨ªmulo, ¨¦stas han de ser se guidas por un an¨¢lisis racional, ya que la intensidad del est¨ªmulo no ha permitido el orden inverso. As¨ª, pues, en este momento deber¨ªa mos pararnos a valorar el hecho de que Ronald Reagan, presidente de Estados Unidos, utilice como broma (aun a nivel personal) el bombardeo a la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Realmente, se hace un poco dif¨ªcil confiar en la voluntad de paz y de negociaci¨®n de un pol¨ªtico cuando nos enteramos que en sus chistes y en su fantas¨ªa lo que a ¨¦l, como persona y no como pol¨ªtico, le resulta simp¨¢tico es mostrar la superioridad de su pa¨ªs frente al enemigo irreconciliable. Para el se?or Reagan el mundo es un campo de f¨²tbol en el que su equipo, como sea, tiene que encajar menos goles. Y lo m¨¢s grave del asunto es que parece como si se tratase de una cuesti¨®n personal o, en cualquier caso, nacional, un problema de fanfarronadas. Evidentemente, ser¨ªa ingenuo pensar que los fantasmas de la pueril mente de Reagan no van a ser proyectados a la pol¨ªtica. As¨ª podemos explicarnos algunos aspectos de la cruzada inquisitorial. contra las hordas marxistas, fruto de las pesadillas de un decr¨¦pito vaquero que cabalga por el mundo para hacer conocer la grandeza de su patria y barrer a balazos a los que dudan de su verdad.-
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