Las banderas, otra vez
CASI TODOS los acontecimientos que se producen este verano en el Pa¨ªs Vasco parecen encaminados a desbordar la cuota de hast¨ªo y desesperaci¨®n que el desenvolvimiento de la vida p¨²blica en aquella comunidad aut¨®noma genera en la sociedad espa?ola. Ahora, una vez m¨¢s, le ha tocado el turno a la llama da guerra de las banderas. Y para que no cupieran excesivas dudas, tanto las, autoridades socialistas como las del Partido Nacionalista Vasco (PNV) no han desperdiciado la oportunidad para a?adir crispaci¨®n a las jornadas de fiestas, manifestar bien a las claras sus discrepancias profundas y terminar enzarzados en declaraciones y acusaciones mutuas, m¨¢s parecido todo ello a una bronca tabernaria que a un debate pol¨ªtico. En esta cuesti¨®n la perplejidad de los ciudadanos alcanza ya l¨ªmites insospechados. No hay que ser particularmente lince para comprender que en este asunto de las banderas existe mucho de provocaci¨®n. A estas alturas de la vida pol¨ªtica de nuestro pa¨ªs , desde la recuperaci¨®n de las libertades p¨²blicas, un debate de estas caracter¨ªsticas constituye un ins¨®lito ejercicio de necedad en el que ninguno de los participantes puede salir bien parado. En primer lugar, y con una tozudez digna de encomio, est¨¢ el comportamiento pol¨ªtico del PNV como fuerza mayoritaria en las administraciones auton¨®mica y local. El distanciamiento de cualquier compromiso con los s¨ªmbolos constitucionales del Estado, basado en no se sabe muy bien qu¨¦ tipo de disquisiciones, s¨®lo se puede interpretar racionalmente como la manifestaci¨®n p¨²blica de una creciente debilidad pol¨ªtica. El poder se posee para ejercerlo. Mantenerse en un terreno de nadie corrobora la tesis, sustentada por no pocas instancias, de la fragilidad del compromiso de este partido para fortalecer el sistema democr¨¢tico en Espa?a. Hay actuaciones de cualificados l¨ªderes del PNV que resultan chocantes y grotescas. El alcalde de Bilbao, probablemente acuciado por los riesgos que comporta el mantener una actitud de sincero acatamiento de fondo al sistema pol¨ªtico que le hace posible gobernar su municipio, decidi¨® revocar la fachada de las casas consistoriales y no colocar ning¨²n tipo de bandera durante las celebraciones. Era una salida pragm¨¢tica que pod¨ªa evitar conflictos innecesarios y est¨¦riles. Pero inmediatamente, con la ¨ªntima satisfacci¨®n que corresponde a quienes esperan la m¨ªnima oportunidad para comenzar el baile de los desprop¨®sitos, los voceros de la reacci¨®n comienzan el calentamiento de la opini¨®n p¨²blica para que la provocaci¨®n alcance su cielo natural y sea contestada contundentemente. De esta manera, el gobernador civil de Vizcaya, sin m¨¢s pre¨¢mbulos y con astucia pol¨ªtica florentina, manda a la Polic¨ªa Nacional con picos, palas, m¨¢stiles y ense?as a que flameen, por la fuerza, los s¨ªmbolos del Estado, la comunidad aut¨®noma y la ciudad. Si no fuera porque este debate se ejerce sobre un terreno plagado de cr¨ªmenes y extorsiones de ETA, s¨®lo cabr¨ªa afirmar que vaya espect¨¢culo. A la postre, este nuevo episodio de la guerra de las banderas s¨®lo sirve para plantear una vez m¨¢s la necesidad de soluciones pol¨ªticas para el problema del Pa¨ªs Vasco. A lo largo di este verano, como si el conflicto entre el Gobierno aut¨®nomo y el del Estado se hubiera enquistado irremisiblemente, no ha habido un clima de apaciguamiento que permita vislumbrar salidas racionales al conflicto. M¨¢s bien al contrario, todo parece indicar que no se desperdicia la m¨¢s ligera oportunidad para agudizar las discrepancias y facilitar los enfrentamientos. El PNV necesita explicar y, lo que es m¨¢s importante, mantener una actuaci¨®n pol¨ªtica coherente sobre cu¨¢l es su proyecto de convivencia en el seno de la Constituci¨®n de 1978. Al Partido Socialista Obrero Espa?ol, por su parte, le convendr¨ªa meditar que la normalizaci¨®n del Pa¨ªs Vasco no se consigue plantando por la fuerza los m¨¢stiles de las banderas constitucionales. El entendimiento con las fuerzas nacionalistas es un reto a la negociaci¨®n permanente y la disposici¨®n al pacto cotidiano, m¨¢s que el contundente ejercicio de los poderes que le asisten.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Opini¨®n
- Gobernador Civil
- Pol¨ªtica nacional
- Delegados Gobierno
- S¨ªmbolos pol¨ªticos
- Ayuntamientos
- EAJ-PNV
- Bilbao
- Pol¨ªtica municipal
- Pol¨ªtica auton¨®mica
- Bizkaia
- Subdelegaciones del Gobierno
- Administraci¨®n local
- Pa¨ªs Vasco
- Fiestas
- Partidos pol¨ªticos
- Administraci¨®n Estado
- Espa?a
- Administraci¨®n p¨²blica
- Pol¨ªtica