Repaso de Mike Oldfield
Desde el punto de vista econ¨®mico, la gira de Oldfield por Espa?a no pod¨ªa comenzar con mejor pie. Alrededor de 11.000 personas en Anoeta, que a raz¨®n de 1.500 la entrada, dan 15 kilos bien largos. En cuanto a las muestras externas de satisfacci¨®n por parte de la concurrencia donostiarra, abundantes y positivas. Hasta aqu¨ª, lo del Discovery tour se muestra como un aut¨¦ntico descubrimiento. Pero muy otro resulta el panorama cuando la atenci¨®n se fija en la sustancia del acto, es decir, la m¨²sica, su presentaci¨®n esc¨¦nica. Por este lado, el espect¨¢culo de Mike Oldfield hace aguas por los cuatro costados: voces, m¨²sica, luminotecnia y efectos especiales.Tal dicotom¨ªa entre la aceptaci¨®n popular/¨¦xito econ¨®mico y su calidad art¨ªstica/valoraci¨®n cr¨ªtica no tiene nada de extra?o y, por descontando, no es cosa exclusiva del caso Oldfield. Hay demasiados casos de distorsi¨®n, sobrevaloraci¨®n y confusi¨®n en el mundillo de la m¨²sica popular contempor¨¢nea -alguno pero que muy pr¨®ximo-, que ser¨ªa absurdo rasgarse las vestiduras ante uno de ellos en concreto. Con todo, hay que cerrar la salida a evasivas del tipo "todo es cuesti¨®n de gustos". Aunque no demasiadas, siempre quedan parcelas de la actividad musical indiscutiblemente objetivables, y en ¨²ltimo caso, queda el recurso a la comparaci¨®n inter pares.
Mike Oldfield
Gira espa?ola de Mike Oldfield. Vel¨®dronomo de Anoeta (San Sebasti¨¢n), 23 de agosto de 1984
Por estar a¨²n fresca, salta a la mente de inmediato la visita de Wonder. Precio equivalente (500 pesetas menos, pero una hora larga de concierto a favor de Stevie), planteamiento similar (repaso a temas pret¨¦ritos y nuevos que se suceden sin interrupci¨®n), uno y otro son hombres de r¨¦cords en el mundo pop y auditorio por encima de las 10.000 personas en ambos casos. Quien tenga oportunidad y deseo de contemplar ambos conciertos ya juzgar¨¢ por s¨ª mismo.
Pero queda a¨²n el nudo gordiano del asunto. Oldfield toca la guitarra con una vulgaridad aplastante, en muchos momentos de forma p¨¦sima, como cuando se atrevi¨® a tomar en sus manos durante un par de minutos una guitarra espa?ola.
Una voz que tiene como virtud ser un chorro-pito, la de Maggie Reilly, no tiene, ni puede tener jam¨¢s, la menor capacidad comunicativa, no puede prender en el oyente, resbala o irrita, mata su calidad natural con una ausencia integral de feeling.
La pantalla que serv¨ªa de fondo al escenario recibi¨® en toda la noche media docena de impresentables im¨¢genes, cuatro con elementos geom¨¦tricos, m¨®viles y coloreados que mejora el calidoscopio manual m¨¢s barato del mercado, unas nubecillas en movimiento y una borrosa imagen fija de un bimotor sobre un cielo ocre. Si a eso se a?ade un par de bengalas gigantes, a lado y lado del escenario, y una barbacoa giratoria con 18 focos a l'ast como men¨², quedan descritas todas las originalidades presentadas en torno a una luminotecnia de ir por casa. Por eso y otras cosas m¨¢s, todo un descubrimiento que Oldfield siga convocado masas, por cierto con algunos ni?os y bastantes personas bordeando el medio siglo.
Babelia
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