Una negociaci¨®n impotente
Tras realizar un an¨¢lisis te¨®rico de la relaci¨®n entre violencia y pol¨ªtica, el autor de este art¨ªculo pasa a sostener que la violencia que actualmente se ejerce en Euskadi es de naturaleza pol¨ªtica. El epicentro pol¨ªtico de la cuesti¨®n vasca reside, seg¨²n el articulista, en que la demanda de autodeterminaci¨®n, sentida por una parte de la sociedad, est¨¢ pol¨ªticamente prohibida por la Constituci¨®n, por lo que la revindicaci¨®n de ese derecho pasa al marco de lo no pol¨ªtico.
Definir la violencia pol¨ªtica en los t¨¦rminos en que Clausewitz lo hizo para la guerra, es decir, como "una continuaci¨®n de la pol¨ªtica por otros medios", es una contradicci¨®n en los t¨¦rminos. Sin embargo, el equ¨ªvoco sugiere una importante distinci¨®n anal¨ªtica. De un lado, la pol¨ªtica como fin. De otro, lo pol¨ªtico (del mismo modo, lo no-pol¨ªtico) como medio. La violencia organizada que desaf¨ªa al poder establecido puede ser interpretada, por tanto, como un m¨¦todo para alcanzar objetivos de naturaleza pol¨ªtica por procedimien tos ajenos a la pr¨¢ctica habitual, democr¨¢tica y pac¨ªfica, de lo pol¨ªtico. Generalmente, tiene lugar all¨ª donde lo pol¨ªtico es impotente, bien porque no existe, bien porque es deficitario, siendo dicha impotencia condici¨®n gen¨¦tica necesaria -que no suficiente- del comportamiento violento.Supuesto el conflicto en forma de lucha por el poder como identificable en toda sociedad, lo pol¨ªt¨ªco canaliza estrategias para su resoluci¨®n, basadas en la comunicaci¨®n, en esa genuina suerte de intercambio transaccional que denominamos negociaci¨®n. Sin ella, la metamorfosis de lo conflictivo en violento es una eventualidad presumible en funci¨®n del contexto sociocultural.
Sirva lo anterior como p¨®rtico para afirmar que, en Euskadi, la violencia es, ante todo, aunque no s¨®lo, una cuesti¨®n pol¨ªtica. Para empezar, puede concebirse la violencia c¨®mo medio, a veces necesario, de una pol¨ªtica racional. Y ello afecta tanto a la inherente al sistema pol¨ªtico como a la que emana de las entra?as mismas de la sociedad civil.
Euskadi se integra en un Estado, Espa?a, que dispone sobre aqu¨¦l, como sobre el resto de sus territorios, el monopolio de la violencia f¨ªsica organizada. Como todo Estado, el espa?ol tambi¨¦n se edifica en y por la violencia, conformando un ente institucional a trav¨¦s del cual aqu¨¦lla deja de ser percibida por los ciudadanos que la padecen. Al menos, eso acontece cuando un Estado goza de amplia legitimaci¨®n social. No es el caso del Pa¨ªs Vasco, donde la legitimaci¨®n del Estado espa?ol y la normalizaci¨®n de sus instituciones tropiezan con serias dificultades. El problema tiene hondas ra¨ªces hist¨®ricas, en las que la brevedad de esta reflexi¨®n no va a detenerse.
Pese al actual nivel de autogobierno, asentado sobre el Estatuto de Gernika, la autodeterminaci¨®n sigue siendo un derecho reclamado, con mayor o menor inmediatez y prudencia, por buena parte de los habitantes de Eukal Herria. Ocurre, sin embargo, que la Constituci¨®n de 1978 no s¨®lo no reconoce tal derecho, sino que lo niega en virtud de la "indisoluble unidad de la naci¨®n espa?ola" (art¨ªculo 2). Es la sobredeterminaci¨®n jur¨ªdica que consagra como no negociable una aspiraci¨®n pol¨ªtica objetivamente razonable y leg¨ªtima. Estamos, de este modo, en el epicentro pol¨ªtico de la reclamaci¨®n nacionalista violenta. Lo pol¨ªtico deviene constitucionalmente impotente y la reivindicaci¨®n independentista pasa al ¨¢mbito de lo no pol¨ªtico. A partir de aqu¨ª, el terrorismo torna la forma de un acto simb¨®lico, dise?ado dram¨¢tica y publicitariamente para forzar la negociaci¨®n de lo no negociable, acogiendo en su praxis la adhesi¨®n efectiva de un amplio sector de la poblaci¨®n vasca.
La oferta no va al fondo
De la constitucional impotencia de lo pol¨ªtico se alimenta tambi¨¦n, reforz¨¢ndola, la secular ambig¨¹edad del Partido Nacionalista Vasco. Ambig¨¹edad que, a su vez, es parcialmente responsable de la emergencia de esa redefinici¨®n radicalizada del nacionalismo que es Euskadi ta Askatasuna.
En este marco, el reciente ofrecimiento negociador dirigido por el Gobierno espa?ol a ETA no supone tentativa alguna de resolver el problema pol¨ªtico de fondo. El p¨²blico reconocimiento de la organizaci¨®n armada vasca como interlocutor v¨¢lido es, pese a todo, un valioso prerrequisito. Los etarras ya no son meros asesinos a sueldo o criminales nihilistas, sino seres humanos con capacidad de juicio moral y razonamiento. Pero tal matiz pol¨ªtico no alcanza -al menos manifiestamente- a los contenidos formales de la negociaci¨®n propuesta. No representa, por tanto, Un avance significativo respecto de los esfuerzos iniciados en su d¨ªa por el entonces ministro del Interior, Juan Jos¨¦ Ros¨®n, y los dirigentes de Euskadiko Ezkerra Juan Mar¨ªa Bandr¨¦s y Mario Onaind¨ªa. Y mucho temo que ter mine por ser una discusi¨®n vac¨ªa que diluya y postergue compromisos acuciantes.
Se aduce que no caben nuevas medidas de car¨¢cter pol¨ªtico. Pero ello es, a mi juicio, un error. Por lo ya se?alado, es incierto que hayan sido agotadas las posibilidades pol¨ªticas de una franca negociaci¨®n. No cabe sino conjeturar la incidencia bloqueadora de factores tales. como la teor¨ªa y pr¨¢ctica nacionales del corporativismo castrense.
Las alternativas pol¨ªticas urgen, por cuanto no es posible permanecer al margen del impacto humano y las consecuencias sociales de la tr¨¢gica secuencia de acci¨®n / represi¨®n / acci¨®n, que se multiplica (Comandos Aut¨®nomos, GAL) y amenaza con convertir a la violencia en elemento end¨¦mico al suceder colectivo de lo vasco. Ni es justo aplazar las soluciones, delegando en generaciones futuras la envenenada herencia de esta mutua intolerancia.
Bien har¨¢ el Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez en afrontar el problema con mayor imaginaci¨®n. Vu¨¦lvase la mirada hacia los logros de Belisario Betancur en la pacificaci¨®n de Colombia y anal¨ªcese una vez m¨¢s el caso de Quebec. Cambiemos las reglas del juego para que cesen la violencia, el terror y la represi¨®n. Para que, predominando la sensatez sobre la histeria, la vida sea un argumento pol¨ªtico tan poderoso como lo viene siendo, tristemente, la muerte.
ha publicado Terrorismo y sociedad democr¨¢tica (1982) y es coordinador del volumen recientemente aparecido, Violencia y pol¨ªtica en Euskadi (1984).
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