Modos y maneras en la 'operaci¨®n Atocha'
Se ha creado un estimulante clima de debate cultural alrededor de una operaci¨®n urban¨ªstica -operaci¨®n Atocha se est¨¢ llamando- en nuestra ciudad.Afortunadamente, el debate m¨¢s t¨¦cnico sobre la actuaci¨®n urban¨ªstica de Atocha cuenta ya en este momento con participantes de tal prestigio y conocimiento que el nivel alcanzado en las discusiones, con ser muy alto, no ha ocasionado su despegue del sentir popular o de su comprensi¨®n por los vecinos.
Por ello quisiera entrar en un aspecto de la cuesti¨®n cuya importancia sobrepasa la de la propia operaci¨®n Atocha y puede servir de marco para muchas otras actuaciones de la Administraci¨®n.
Cuando en una actuaci¨®n como la que nos ocupa est¨¢n implicados o deben intervenir varios estamentos de la Administraci¨®n, no debe caber duda de la necesidad de su colaboraci¨®n, establecida antes mediante mecanismos de fijaci¨®n de directrices y criterios previos que como relaciones de control posterior, a pesar de la evidente necesidad de ¨¦ste. Ello puede evitar, en la mayor¨ªa de los casos, muchos problemas de confrontaci¨®n de competencias surgidas por la diferente perspectiva funcional o territorial de los distintos estamentos implicados, cuando no de peque?as cuestiones corporativas o personales.
Distintos estamentos
En la operaci¨®n Atocha confluye una serie de caracter¨ªsticas que le convierten en una de las actuaciones de la Administraci¨®n que requieren el concurso de distintos estamentos de ¨¦sta. Se trata, en primer lugar, de una importante actuaci¨®n urban¨ªstica ubicada en el centro de Madrid, donde la renovaci¨®n viaria de una amplia zona va a permitir la supresi¨®n del paso elevado de la glorieta y su reordenaci¨®n en superficie.
La construcci¨®n del nudo Sur en la M-30, el cierre del segundo cintur¨®n prolongando la calle de M¨¦ndez Alvaro y dando entrada con ello al parque de las Delicias -donde ir¨¢ ubicado el futuro planetario de Madrid-, el cruce de la calle de Men¨¦ndez Pelayo bajo las v¨ªas del ferrocarril, diversas acciones en viario local y la construcci¨®n de sendos pasos subterr¨¢neos en el paseo de Mar¨ªa Cristina y en la glorieta de Atocha van a facilitar, efectivamente, el que pueda desmontarse el ya famoso scalextric y darse una nueva perspectiva a tan entra?able plaza de Madrid.
Por otra parte, la construcci¨®n de las dos estaciones" de cercan¨ªas y de largo recorrido, va a suponer una de las m¨¢s importantes operaciones ferroviarias de los ¨²ltimos a?os en nuestro pa¨ªs, cuya repercusi¨®n es tanto de ¨¢mbito metropolitano -con ?nfluencia tambi¨¦n directa en el tr¨¢fico de la zona, en la medida de la disuasi¨®n al empleo del veh¨ªculo privado que suponga el intercambiador modal de transporte ligado a la estaci¨®n- como de ¨¢mbito nacional.
Por ello, al ponerse enmarcha en su etapa inicial la operaci¨®n Atocha, las distintas Administraciones con competencias en ella convinieron en la necesidad evidente de colaborar, unificando criterios, se?alando directrices comunes y concertando sus acciones. Se constituy¨® as¨ª la comisi¨®n de seguimiento de la operaci¨®n Atocha, donde estaban presentes dichas Administraciones en los niveles adecuados para lograr su m¨¢xima operatividad.
Est¨¢n representados en ella el Ayuntamiento de Madrid, evidente protagonista urban¨ªstico en la operaci¨®n, la Comunidad de Madrid, ¨®rgano de gobierno en nuestra comunidad aut¨®noma, Renfe y la Direcci¨®n General de Infraes tructura del Transporte, ¨®rganos gestor y constructor, respectivamente, de las estaciones.
Buenas se?ales
La colaboraci¨®n y la buena vohintad puesta en la constituci¨®n de esta comisi¨®n fueron desde el primer momento se?ales caracter¨ªsticas de una lluena forma de entender las relaciones entre Administraciones y la condici¨®n para su buen funcionamiento, a pesar de los evidentes problemas de coordinaci¨®n al intervenir tantos y tan heterog¨¦neos organismos. Como ejemplo de ello ha de entenderse la presencia de dos consejeros de la comunidad en la comisi¨®n, desequilibrando con ello la participaci¨®n del resto de los organismos. La personalidad de ambos consejeros, excelentes profesionales y personas de gran prestigio, ven¨ªa a compensar ese desequilibrio del papel del ¨®rgano que representaban.
La Oficina Municipal del Plan vino a colaborar en esta operaci¨®n Atocha, no s¨®lo con la fijapi¨®n de las condiciones urban¨ªsticas se?aladas en el Plan General de Ordenaci¨®n Urbana de Madrid sino con el encargo, a cuatro equipos de entre los mejores profesionales del pa¨ªs, de sendos conjuntos de ideas que puso a disposici¨®n de la comisi¨®n de seguimiento para que ¨¦sta adoptara con un mayor nivel de conocimiento las directrices necesarias en la resoluci¨®n del tema.
Las m¨²ltiples reuniones de dicha comisi¨®n, las conclusiones ya emanadas de ellas, la exposici¨®n de las ideas barajadas y el debate que se ha fomentado desde la propia Administraci¨®n son ya frutos, de esa nueva forma de relaci¨®n, din¨¢mica y cooperante entre los distintos ¨®rganos administrativos.
Ahora corresponde a cada uno de ellos jugar su papel de manera responsable, dentro y fuera de la comisi¨®n. Al Ayuntamiento de Madrid, en concreto, ejecutar su parte, muy importante, de acciones de viario, sometiendo sus decisiones al dictamen de la comisi¨®n; reivindicar en ¨¦sta el cumplimiento de sus decisiones y controlar, en funci¨®n de sus competencias en materia de urbanismo, el proyecto y ejecuci¨®n de las obras no municipales que forman parte de la operaci¨®n Atocha.
No es conveniente, si queremos que esta colaboraci¨®n entre Administraciones se mantenga, sobrepasar el papel de cada uno de los estamentos atribuy¨¦ndose competencias que no tiene. La decisi¨®n sobre la ejecuci¨®n de cada una de las obras corresponde al organismo competente y no debe verse mediatizada m¨¢s que por los compromisos adquiridos en funci¨®n de la necesidad de coordinaci¨®n con otros entes.
Distinta cuesti¨®n es la opini¨®n de las personas. La expresi¨®n de estas opiniones es libre, sana Y hasta reclamada en cierta manera por el car¨¢cter p¨²blico de los cargos que ostentan algunas de esas personas. Si llegara a confundirse su car¨¢cter personal con la posici¨®n de las instituciones, se podr¨ªa causar un grave da?o a esas instituciones, a las nuevas formas iniciadas de cooperaci¨®n entre ellas, y, en definitiva, a un nuevo intento de prestigiar la idea de que es en la Administraci¨®n p¨²blica donde radica la mayor racionalidad en las relaciones sociales.
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