Erotismo pretencioso
En la ¨²ltima secuencia de esta pel¨ªcula se oye a voz en grito un discurso de Mussolini que no se traduce ni se subtitula. A pesar de ello, uno de los personajes, al terminar de o¨ªrlo, comenta que "ya era hora". Se supone, por tanto, que en el discurso se declara la guerra, pero el espectador queda in albis. Como en general queda ante toda la pel¨ªcula, cuya localizaci¨®n a principios de 1940 parece una gratuidad, una herencia de aquellas lejanas pretensiones de su director, Tinto Brass, de hacer un filme que imitara a Rosellini y Joris Yvens, a quienes ayud¨® en alguna de sus pel¨ªculas.La llave secreta, que se estrella en Espa?a precedida de la leyenda de un secuestro en Italia del que sali¨® bien parada, no, es m¨¢s que un aburrido y muy mal filmado t¨ªtulo er¨®tico en el que los planos de pubis, siempre mon¨®tonos, se transforman en ¨²nicos reales. protagonistas.
La llave secreta
Director: Tinto Brass. Gui¨®n: Brass, sobre una novela de Junichiro Tanizaki. M¨²sica: Ennio Morricone. Int¨¦rpretes: Stefania Sandrelli, Frank Finlay. Drama er¨®tico. Italiana, 1983.Locales de estreno: Azul y Proyecciones.
Es de suponer que la inspiraci¨®n en la novela de Tanizaki se concrete m¨¢s en la d¨¦bil historia que quiere aunar las secuencias er¨®ticas: la doble lectura clandestina que el matrimonio hace de sus respectivos diarios y la forma en que en ellos se excitan para su encuentro nocturno. De d¨ªa, ella mantiene una relaci¨®n ad¨²ltera con el novio de su hija, pero, contra todo pron¨®stico, no enriquece en sus encuentros la pobreza de toda la pel¨ªcula, su constancia en los mismos planos y su empe?o en abstraerlos de cualquier dramaturgia. Que, espor¨¢dicamente, algunas frases -que no las im¨¢genes- recuerden la ¨¦poca en que los personajes viven y que ello tenga alguna importancia para sus distintos cometidos es algo que al espectador puede escap¨¢rsele. Su torpeza hace que parezcan retazos de otro filme, incluidos sin criterio en el contexto de estos tristes amor¨ªos.
La presencia de Stefania Sandrelli, aquella turbadora Julia de El conformista o la Anita de Novecento, da todo su escaso inter¨¦s a la pel¨ªcula, aunque ciertamente no porque en ella luzca su talento.
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