La necr¨®polis de los heterodoxos
El cementerio Civil de Madrid alberga los restos de lo m¨¢s granado del pensamiento laico y progresista espa?ol. del ¨²ltimo siglo
Hace unos cinco o seis a?os, Antonio Garc¨ªa Hidalgo, guarda del cementerio Civil de Madrid, le restituy¨® su graduaci¨®n a Jos¨¦ Castillo. Por propia iniciativa, Garc¨ªa Hidalgo fue a la l¨¢pida gran¨ªtica que cubre los restos de Castillo y con sumo cuidado cincel¨¦ sobre ella la palabra teniente. Bajo el. franquismo, la sepultura s¨®lo hab¨ªa ostentado una inscripci¨®n con el primer apellido del oficial de los Guardias de Asalto republicanos y la fecha de su muerte. As¨ª que, a su modo, con un gesto humilde que todav¨ªa le cost¨® una discreta indagatoria policial, el guarda de la necropolis de los heterodoxos espa?oles cerr¨® una de las heridas a¨²n abiertas de la guerra civil.Muchos espa?oles desconocen la historia de Jos¨¦ Castillo, entre otras razones porque el franquismo se encarg¨® de ello, pero su muerte estuvo muy vinculada al comienzo de la fratricida contienda de los tres a?os. Castillo, oficial de conocidas ideas, izquierdistas, cay¨® acribillado a balazos el 12 de julio de 1936. Para vengar su muerte, que atribu¨ªan a falangistas, algunos de sus compa?eros asesinaron al d¨ªa siguiente al diputado derechista Jos¨¦ Calvo Sotelo, con lo que dieron el ¨²ltimo argumento a los que desde hacia tiempo conspiraban contra la Rep¨²blica. El resto fue un ba?o de sangre.
Antonio Garc¨ªa Hidalgo, de 54 a?os, casado, sin hijos, es guarda del cementerio Civil de Madrid desde hace 35 a?os, donde vive con su mujer y tres familiares octogenarios. Uno de ¨¦stos es su suegro, Venancio Fern¨¢ndez, que durante dos d¨¦cadas fue el encargado de la necr¨®polis y del que su yerno h¨¦red¨® el puesto. Garc¨ªa Hidalgo, seg¨²n cuenta, no es ni de derechas ni de izquierdas, pero su vida est¨¢ tan ligada al cementerio Civil que los que all¨ª yacen son ya sus muertos. Se conoce las biograf¨ªas de todos al dedillo disfruta platicando con los descendientes, correligionarios o curiosos que van a visitar sus sepulturas.
El Oriente eterno
El cementerio Civil die Madrid es, ante todo, la necr¨®polis de los librepensadores espa?oles de finales del pasado siglo y primeras d¨¦cadas del presente, que en su mayor¨ªa eran furibundos anticlericales. A la entrada, casi en frente del pante¨®n de Pablo Iglesias, est¨¢ el de Antonio Rodr¨ªguez y Garc¨ªa Vao, erigido en 1892. El monumento funerario est¨¢ dedicado "a todos los h¨¦roes del librepensamiento" uno de los cuales debi¨® de ser Rodr¨ªguez y Garc¨ªa Vao, del que se dice que "cay¨® bajo acero homicida". Sobre el sepulcro, una pluma labrada en piedra, y en el frontis, una escuadra y un comp¨¢s.
Los s¨ªmbolos mas¨®nicos abundan en la necr¨®polis. La tumba de Ygnacio D¨ªaz, Zuazua, fallecido en 1930, es representativa de los gus-, tos funerarios de esta corriente de pensamiento. Consiste en dos columnas d¨®ricas con tres granadas encima de cada una, que enmarcan un front¨®n, donde puede verse la habitual escuadra y comp¨¢s. Sobre el m¨¢rmol se lee que D¨ªaz Zuazua fue "un hermano v¨ªctima ole la dictadura. Por ella fue perseguido y la injusticia le llev¨® al Oriente eterno".
La tumba fundacional del cementerio Civil de Madrid es la de Maravilla Leal Gonz¨¢lez, fallecida el 9 de septiembre de 1884, a los 20 a?os de edad. La muchacha se suicid¨® y, como mandaba entonces la Iglesia cat¨®lica, apost¨®lica y romana, se le neg¨® el eterno reposo en un camposanto. Y es que, como dice el guarda, "este cementerio lo crearon para enterrar a los que no mor¨ªan en gracia de Dios". Suicidas, protestantes, masones, ¨¢cratas y rojos estaban comprendidos en esa definici¨®n.
Desde su apertura, el cementerio Civil ha sido tambi¨¦n el de los extranjeros de confesiones cristianas no cat¨®licas afincados en Espa?a. Hay all¨ª inscripciones en ruso, rumano y japon¨¦s, e incluso una en ingl¨¦s de un militar norte americano que muri¨® en Madrid en febrero de 1974 y que se llamaba Jesse James Outlaw, como el famoso personaje del Far West. Sin embargo, la lengua extranjera dominante en el cementerio Civil es el alem¨¢n. All¨ª est¨¢n los restos de las familias Loewe y Sclineider, vecinas de Madrid desde hace d¨¦cadas y promotoras de un comercio de art¨ªculos de regalo la primera, y de una empresa de ascensores la segunda.
Algunos de los monumentos funerarios germanos del cementerio Civil de Madrid son un singular testimonio del modo de enterramiento de los pa¨ªses del norte de Europa. Nada de grandes y t¨¦tricos panteones de m¨¢rmol, granito o piedra novelda, sino peque?os jardines, bajo los que reposan los difuntos. El de la familia Wilmer est¨¢ presidido por la estatua de un flautista que mira a la salida del sol, y consiste en una praderita de tr¨¦boles, margaritas y plantas de sal¨®n en cuyo centro hay un peque?o lago con dos patos.
Si con motivo del centenario del cementerio Civil el Ayuntamiento de Madrid tuviera que difundir un lema espec¨ªfico, ¨¦ste debiera ser aquel de Larra que dice: "Aqu¨ª yace media Espa?a, v¨ªctima de la otra media". Los ilustres muertos que reposan en el cementerio Civil pertenecen todos a la Espa?a progresista. Entre los primeros ocupantes de la necr¨®polis est¨¢n, por ejemplo, tres de los cuatro presidentes de la I Rep¨²blica: Estanislao Figueras, Francesc Pi i Margall y Nicol¨¢s Salmer¨¢n.
El sepulcro de Figueras tiene una curiosa falta ortogr¨¢fica en su inscripci¨®n. Dice as¨ª: 'El Partido Federal Org¨¢nico de Valencia a su ilustre Gefe,, 1892". En el de Salmer¨¢n puede leerse: 'Dej¨® el poder por no firmar una sentencia de
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muerte". Y de Pi y Margall cuenta Alfonso Izard, jefe de la administraci¨®n de cementerios municipales y paseante asiduo del cementerio Civil, que una vez, a la pregunta de si ten¨ªa enemigos el pol¨ªtico federalista, respondi¨®: "No los tengo. Nunca he hecho un favor a nadie".Palos a la oposici¨®n
Pero el personaje m¨¢s popular de los enterrados en el cementerio Civil es, sin lugar a dudas, Pablo Iglesias. El mausoleo donde reposan los restos del fundador del PSOE est¨¢ a la entrada de la necr¨®polis, y sus esculturas son obra de Emiliano Barral. El conjunto fue levantado en abril de 1930, cinco a?os despu¨¦s de la muerte del abuelo del socialismo espa?ol, con el dinero recogido duro a duro entre la militancia.
Nunca le han faltado flores a la tumba de Pablo Iglesias, ni tan siquiera en los a?os m¨¢s siniestros de la represi¨®n franquista, cuando acercarse por el cementerio Civil era motivo suficiente para ser fichado por la Brigada Pol¨ªtico-Social. M¨¢s a¨²n, este lugar est¨¢ ¨ªntimamente vinculado a la resurrecci¨®n del PSOE en los a?os setenta.
El 1 de mayo de 1975, Enrique Moral, hoy teniente de alcalde del Ayuntamiento de Madrid, ten¨ªa 30 a?os, llevaba seis afiliado al PSOE y ejerc¨ªa como profesor de Derecho Pol¨ªtico en la universidad de Madrid. Ese d¨ªa, la plana mayor de la militancia socialista intent¨®, sin conseguirlo, concentrarse frente al monumento funerario de Pablo Iglesias, en aplicaci¨®n de la reciente pol¨ªtica del partido, que recomendaba salir a la superficie. Hubo palos para todos los reunidos y detenciones a mansalva. Moral, activo organizador de la frustrada ofrenda floral, evit¨® la captura tras una fuga de cuatro kil¨®metros campo a trav¨¦s.
Mucho antes, bajo una atenta vigilancia policial y con una asistencia reducida a sus familiares directos, hab¨ªa sido enterrado all¨ª el dirigente comunista Juli¨¢n Grimau, fusilado en abril de 1963. En principio, Grimau fue inhumado en el cementerio de Carabanchel, pero tras insistentes gestiones de su esposa sus restos fueron trasladados al recinto de la avenida de Daroca. Tampoco le falta nunca al dirigente comunista un clavel rojo.
En los entierros del cementerio Civil no hay sacerdotes cat¨®licos; si acaso, pastores protestantes en caso de que el difunto haya pertenecido a alguna confesi¨®n cristiana no romana. Si se trata de sepultar a un agn¨®stico, un familiar o correligionario pronuncia lo que Enrique Moral llama el serm¨®n laico. No hay capilla en el cementerio, sino tan s¨®lo la casa del guarda y un peque?o y abandonado dep¨®sito de cad¨¢veres, de ladrillo visto, que Alfonso Izard se propone rehabilitar. En realidad, Izard se ha lanzado a una pol¨ªtica de obras que dignifique un recinto que durante cuatro d¨¦cadas estuvo dejado de la mano de Dios, o, mejor dicho, de la del Diablo.
El cementerio Civil, opina Alfonso Izard, es "a la izquierda espa?ola como el de El Pardo a la derecha". Pero, fiel a su tradici¨®n, de tolerancia, la Espa?a liberal no tiene reparos en que sus muertos se mezclen con compatriotas de otro pensamiento. De hecho, ¨¦l ¨²ltimo entierro multitudinario en el cementerio Civil fue el del pensador Xabier Zubiri, fallecido a finales de 1983. En su tumba hay una cruz y una leyenda: "?Aleluya, Aleluya, Aleluya! Cristo ha resucitado. No es vana nuestra fe".
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