Huelgas atipicas
( ... ) Con el desarrollo tecnol¨®gico y la crisis econ¨®mica, y especialmente con su repercusi¨®n social, que es el paro, la huelga ha venido a ser un instrumento que se maneja con precauci¨®n en casos concretos, y aun as¨ª provoca a menudo m¨¢s perjuicios que beneficios. Y he aqu¨ª que cuando la sensatez y el c¨¢lculo se han impuesto por lo general en elpanorama de las relaciones laborales, las que han venido a ocupar el primer, plano de la actualidad han sido las huelgas at¨ªpicas, las de los que cobran mucho; las de los privilegiados en la n¨®mina que, sin embargo, por ocupar puestos clave consiguen, si se declaran en huelga, una repercusi¨®n extraordinaria de su gesto y tambi¨¦n una dif¨ªcil sustituci¨®n en sus puestos, lo que permite hacer frente a las reacciones de la misma opini¨®n.Porque la opini¨®n se interesa por esas huelgas ¨¢t¨ªpicas. Si los trabajadores de una empresa privada se declaran en huell! a, el paro afecta en primer lugar a e sa misma empresa -acaso tambi¨¦n a clientes y proveedores- y beneficia tal vez a la competencia, pero en definitiva se queda reducida su influencia a un ¨¢mbito de actividades que no perturban las de los dem¨¢s. ( ... ) Pero que se declaren en huelga los pilotos de Itieria, que paren los t¨¦cnicos de inantenimiento en la misma compa?¨ªa de aviaci¨®n, que se nieguen a salir al campo de juego los futbolistas profesionales, y ser¨¢ la vida entera del pa¨ªs la que,se perturba. Ser¨¢ incluso eso tan delicado que es la imagen -la imagen internacional- de un pa¨ªs la que padezca.
Cuesta creer que no pueda haber medios de plantear, debatir y resolver las reclamaciones de algunos colectivos, sobre todo cuando son reducidos, disfrutan de retribuciones elevadas, ocupan un lugar privilegiado en una larga cadena de repercusiones. La atenci¨®n del p¨²blico se vu¨¦lve entonces hacia la autoridad. Como si fuera una cuesti¨®n de orden p¨²blico; como si la intervenci¨®ri del Gob¨ªerno resultara necesaria. ( ... )
Hay unas huelgas at¨ªpicas -y ¨¦s tas lo son-, y la gente se pregunta si su tratamiento no deber¨¢ ser tambi¨¦n at¨ªpico, especial. Despu¨¦s de los pilotos y el personal de man tenimiento, ?no puede venir otro sector a a?adir p¨¦rdidas a las ya cuantiosas de la compa?¨ªa de aviaci¨®n de la que depende -por lo pronto- la comunicaci¨®n r¨¢pida y diaria entre Madrid y Barcelona, ciudades que ni siquiera, est¨¢n en lazadas como se debiera por una autopista? La huelga de Iberia y la del f¨²tbol se parecen en ser accio nes de muy pocas personas sobre muchas, con reclamaciones hete rog¨¦neas, que el p¨²blico halla dif¨ªcil apreciar, y repercusiones en cascada. Se parecen, sobre todo, en ofrecer una triste y desconcertante imagen del pa¨ªs en el que se producen y no se resuelven. , 19 de septiembre
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.