La eficacia de las armas defensivas
El inicio de una ofensiva de paz sovi¨¦tica parece inminente. En primer lugar, se nos presenta con cierta torpeza la resurrecci¨®n de Andrei Sajarov y su esposa para sosegar a la opini¨®n p¨²blica occidental. A continuaci¨®n se le permite a una cadena de televisi¨®n norteamericana informar con relativa libertad sobre la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Aparece en Pravda una entrevista con Konstant¨ªn Chernenko en la que se suavizan gran parte de los aspectos m¨¢s violentos de la ret¨®rica sovi¨¦tica. Este ¨²ltimo punto fue seguido por el anuncio de que Andrei Gromiko estaba dispuesto a entrevistarse con el presidente Reagan. La posible conexi¨®n entre todos estos puntos no se percibe a primera vista debido a la forma sinuosa en que se mueve la diplomacia sovi¨¦tica. Sigue existiendo una corriente de acusaciones contra Estados Unidos, pero ¨¦stas se han reducido al m¨ªnimo. Da la impresi¨®n de que los sovi¨¦ticos intentan mostrar al mundo un rostro m¨¢s suave, y es posible que dentro de esa iniciativa organicen una campa?a de paz a gran escala con motivo de las elecciones presidenciales norteamericanas. Pero de lo que no hay duda es de que, cuando esto suceda, su tema prioritario ser¨¢ la desmilitarizaci¨®n del espacio exterior.
C¨®mo negociar con los sovi¨¦ticos
Se puede adelantar que los sovi¨¦ticos utilizar¨¢n la invariable t¨¢ctica de insistir en los puntos de siempre para conseguir sus principales objetivos. Es m¨¢s, Chernenko, con su caracter¨ªstico estilo enmara?ado, ha adelantado las siguientes propuestas:
- Las negociaciones sobre armamento defensivo espacial deber¨¢n preceder a las conversaciones sobre armamento ofensivo.
- Estados Unidos debe comprometerse desde el principio a la desmilitarizaci¨®n del espacio.
- Estados Unidos debe acceder a una moratoria de las prueba de armamento en el espacio.
No es prematuro empezar a considerar dos temas b¨¢sicos: el primero es si la Administraci¨®n Reagan deber¨ªa insistir en que las conversaciones sobre armas ofensivas y defensivas se efect¨²en simultaneamente; el segundo es la cuesti¨®n de cu¨¢l debe ser la postura de Estados Unidos, incluyendo el aspecto de si puede comprometerse a la desmilitarizaci¨®n del espacio en el inicio de las canversaciones.
Sobre la articulaci¨®n de contactos previos conviene repasar un poco su historia. En 1967 el presidente Johnson propuso el primer ministro Alexei Kosiguin la prohibici¨®n de los misiles antibal¨ªsticos (ABM), y Kosiguin la rechaz¨® sin contemplaciones. Despu¨¦s, en 1969, el presidente Nixon present¨® al Congreso norteamericano un proyecto de misiles antibal¨ªsticos.
Tras obtener el respaldo del Congreso, los sovi¨¦ticos iniciaron las mismas negociaciones que hab¨ªan rechazado dos a?os antes sin incluir ning¨²n otro tema, y mucho menos el del armaniento ofensivo.
Tres semanas antes de la ruptura definitiva, los sovi¨¦ticos presentaron lo que ahora es el plan de Chernenko: ofrecieron la concesi¨®n de hablar sobre armas defensivas, pero solamente despu¨¦s de haber completado las conversaciones sobre las defensivas. Finalmente, en mayo de 1971 los sovi¨¦ticos accedieron a rega?adientes a conectar ambos temas. En la actualidad el resultado puede ser el mismo si la Administraci¨®n Reagan mantiene su postura. Los sovi¨¦ticos han estado reclamando con insistencia la, prohibici¨®n de las armas defensivas en el espacio, donde la tecnolog¨ªa de EE UU es superior. Pero se han mostrado ambivalentes,incluso han guardado silencio, en relaci¨®n con las armas defensivas terrestres, campo donde han Ilevado a cabo una intensa investigaci¨®n y en el que parece ser que est¨¢n construyendo radares que violan el esp¨ªritu, y seguramente tambi¨¦n la letra, del tratado sobre ABM.
Unos cuantos hechos m¨¢s contribuyen a que el lector lo entienda mejor: el tratado limita a ambas partes a tener una sola instalaci¨®n de ABM. Estados Unidos ha desmantelado la suya unilateralmente. Los sovi¨¦ticos la, han conservado, mientras dedican un enorme esfuerzo a la investigaci¨®n tecnol¨®gica tradicional. Estados Unidos investiga sobre un nuevo sistema que destruya las cabezas nucleares en el espacio, que precisar¨¢ tambi¨¦n de algunas estaciones defensivas en tierra que capturen a. los misiles que hayan logrado pasar el cerco. El despliegue de tal sistema requerir¨ªa la renegociaci¨®n o la rescisi¨®n del tratado sobre ABM.
Todav¨ªa no estoy seguro de cu¨¢l debe ser la postura definitiva a adoptar por Estados Unidos en relaci¨®n con ese tema. Cuando le¨ª por primera vez el discurso del presidente Reagan La guerra de las estrellas no sent¨ª excesivo entusiasmo. Siendo yo mismo uno de los art¨ªfices del actual tratado ABM, rechazaba instintivamente la proposici¨®n que va a ser modificada. Adem¨¢s, un sistema de defensa civil total -que era lo que parec¨ªa implicar el discurso- es un espejismo, incluso un sistema de defensa efectivo al 90% dejar¨ªa filtrar suficientes armas como Para destruir una parte de la poblaci¨®n de EE UU, algo totalmente inaceptable. Pero a medida que reflexionaba, ese argumento se me hac¨ªa cada vez m¨¢s superficial.
La era nuclear fuerza al hombre de Estado a navegar entre la dura alternativa de reducir las matanzas en masa a una ecuaci¨®n matem¨¢tica o el nihilismo que abdica en favor del totalitarismo en nombre de la supervivencia. Desde la firma del tratado sobre ABM se ha visto claro que confiar en una estrategia de aniquilaci¨®n mutua basada en un armamento ofensivo sin contraposici¨®n plantea aspectos muy profundos y pol¨ªticos.
?Tiene derecho un presidente a exponer permanentemente a un pueblo a los caprichos de un n¨²mero cada vez mayor de pol¨ªticos sin experiencia?
Tal v¨ªa implica, con toda seguridad, el crecimiento de las corrientes pacifistas o el riesgo de un holocausto, como consecuencia de unos c¨¢lculos equivocados o de la escalada gradual de conflictos locales.
Un complejo c¨¢culo de probabilidades
Aunque se tenga en cuenta, como yo hago, que una defensa total de la poblaci¨®n de Estados Unidos es pr¨¢cticamente inalcanzable, la existencia de alg¨²n tipo de defensa implica que el atacante debe pensar en superarla por saturaci¨®n, lo cual complica desmesuradamente los c¨¢lculos del atacante. Cualquier cosa que magnifique la duda aumenta la indecisi¨®n y fortalece la disuasi¨®n.
Esta situaci¨®n se reafirma si se tiene en cuenta la defensa de las plataformas de lanzamiento de misiles bal¨ªsticos intercontinentales (ICBM). La protecci¨®n de la poblaci¨®n civil tendr¨ªa que ser efectva al ciento por ciento, mientras una defensa que protegiera s¨®lo el 50% de los misiles terrestres y a¨¦reos implicar¨ªa un considerable aumento de la disuasi¨®n. Los incentivos para un primer ataque se ver¨ªan muy reducidos, por no decir anulados, si un agresor sabe que la mitad del sistema ICBM del enemigo podr¨ªa sobrevivir a cualquier tipo de ataque. Adem¨¢s existe el problema de pa¨ªses ajenos a la URSS. y EE UU -con capacidad nuclear. Los c¨¢lculos y las limitaciones que pueden ser v¨¢lidos para unas sociedades industriales avanzadas no son, necesariamente, igual de persuasivos para dirigentes del tipo de Gadafi.
Aunque una defensa civil completa contra una superpotencia es dif¨ªcil de concebir, s¨ª ser¨ªa posible conseguir una defensa eficaz contra terceros pa¨ªses nucleares m¨¢s all¨¢ del a?o 2000.
Para ello el argumento m¨¢s importante quiz¨¢ sea el posible beneficio que ejercer¨ªan unos cuantos misiles defensivos con el fin de garantizar el control de armamento.
La idea de este control est¨¢ ahora, en punto muerto, el estancamiento de las negociaciones indica que esta teor¨ªa se encuentran en un callej¨®n sin salida. Las reducciones propuestas por la Administraci¨®n Reagan no supondr¨ªan gran cosa para la estabilidad, y la alternativa de una congelaci¨®n de armas no har¨ªa m¨¢s que perpetuar lo que ha de ser corregido.
La salida a esta situaci¨®n de estancamiento requiere la reducci¨®n de cabezas nucleares en una escala amplia y prolongada en tanto en cuanto el equilibrio estrat¨¦gico dependa enteramente del armamento ofensivo.
En las condiciones actuales, las reducciones posibles son tan peque?as que, o son peligrosas porque simplifican los c¨¢lculos del agresor, o son irrelevantes porque todav¨ªa quedar¨ªan enormes cantidades de cabezas nucleares.
Si, por otra parte, las cabezas estrat¨¦gicas de ambos lados se redujeran a unos cuantos cientos -cantidad que est¨¢ astron¨®micamente por debajo de las que se cuestionan-, la potencia que fuera capaz de ocultar aunque s¨®lo fuera un millar de cabezas podr¨ªa desarmar a su oponente mediante un ataque por sorpresa o someti¨¦ndole al chantaje de revelar la capacidad de su armamento clandestino. Pero con un sistema de defensa adecuado se precisar¨ªa un n¨²mero mucho m¨¢s elevado para una acci¨®n estrat¨¦gica decisiva, y ese n¨²mero ser¨ªa detectable.
Considero que esos argumentos son de importancia primordial en base a estas tres sugerencias:
1. Estados Unidos no debe comprometerse en principio a la desmilitarizaci¨®n del espacio.
2. Estados Unidos debe proseguir activamente en la investigaci¨®n y desarrollo de armas y dejar a un lado la moratoria.
3. Estados Unidos deber¨ªa estar preparado para negociar el control armament¨ªstico de todas las armas defensivas.
Antes de que EE UU inicie ese camino es necesario responder a algunas preguntas:
- ?Es posible dise?ar una defensa de misiles bal¨ªsticos que sirva, en primer lugar, para apoyar a las fuerzas de represalia o contra terceros pa¨ªses nucleares disidentes?
- Si una defensa limitada de tal tipo formara parte de un acuerdo de control de armamentos, ?c¨®mo se formular¨ªa y controlar¨ªa su limitaci¨®n?
- ?Podr¨ªa EE UU evitar el incumplimiento de estos acuerdos y la posterior expansi¨®n de una defensa a gran escala?
- ?Ser¨ªa desestabilizadora una defensa de este tipo si frente a la tentaci¨®n del enemigo de lanzar un ataque se conf¨ªa en la defensa para contrarrestar el ataque de respuesta? (En teor¨ªa no deber¨ªa serlo si ambos lados tienen unas defensas relativamente limitadas.)
- ?Cu¨¢l ser¨ªa, en tal contexto, el nivel m¨ªnimo de fuerzas ofensivas necesarias para dar el primer paso hacia un control armament¨ªstico real, control que EE UU ha eludido durante m¨¢s de una d¨¦cada?
- ?Destruir¨ªa una defensa estrat¨¦gica de cualquier nivel toda esperanza de lograr un equilibrio?
El debate propiamente dicho se iniciar¨¢ despu¨¦s de las elecciones norteamericanas. En teor¨ªa, ambas superpotencias deber¨ªan estar interesadas en evitar la guerra por un error de c¨¢lculo o por la irresponsable amenaza de terceras potencias nucleares. Ninguno de los dos lados tiene nada que ganar buscando una ventaja unilateral.
En estos t¨¦rminos, la renovaci¨®n de las negociaciones ser¨¢ m¨¢s una prueba de madurez pol¨ªtica que de candidez. Parece haber una preocupaci¨®n general por la precariedad, tanto f¨ªsica como psicol¨®gica, de un equilibrio basado en grandes sistemas ofensivos sin posibilidad de respuesta. En este art¨ªculo se trata de decir que una defensa limitada -todav¨ªa por estudiar-, unida a un tratamiento revolucionario de la reducci¨®n de las fuerzas ofensivas mediante un acuerdo, puede hacer avanzar a EE UU hacia la evasiva meta de la estabilidad. Falta por saber si en el interior de EE UU se pueden superar las discusiones sobre consignas publicitarias, y, en el aspecto internacional, si las superpotencias son capaces de trasladar el tema de la paz desde el terreno de la pol¨¦mica al de una empresa com¨²n.
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