Cuento de rebeldes sin meta
Aquella necesidad de violencia que marc¨® a las pandillas de muchachos desde los a?os cincuenta hasta nuestra d¨¦cada ha dado paso al terrible relajo de la droga. Pocos son ya los que se definen en las luchas callejeras por un liderazgo que les transforme en los reyes del barrio. S¨®lo Rusty-James, acompa?ado de sus escasos incondicionales, es capaz de mantener vivo el viejo proyecto de las batallas: le anima a ello el recuerdo de su hermano, el muchacho de la motocicleta, que hace alg¨²n tiempo desapareci¨® a lomos de su m¨ªtico veh¨ªculo pero cuyo ejemplo se ha transformado en leyenda.Con este esquema Francis Ford Coppola ha realizado su propia respuesta a Rebeldes, la sentimentaloide cr¨®nica de la juventud perdida que el a?o anterior hab¨ªa filmado bajo claros condicionamientos de los productores. Quit¨¢ndose la espina, ha concretado ahora su primitivo proyecto: el de una pel¨ªcula donde la ternura no sea ¨²nica protagonista, sino s¨®lo un medio de penetrar en el mundo de esos muchachos sin proyecto de futuro, una emoci¨®n por su desamparo y su violencia, su desvalimiento y la injusticia que genera.
La ley de la calle
Director: Francis Ford Coppola. Gui¨®n: S. H. Hinton y Coppola, basado en la novela del primero. Fotograf¨ªa: Stephen H. Burum. M¨²sica: Stewart Gipeland. Int¨¦rpretes: Matt Dillon, Mickey Rourke, Diane Lane, Dennis. Hopper, Diana Scarwind. Drama. Norteamericana, 1983. Local de estreno: Madrid.
La ley de la calle es un filme de perdedores. Ese muchacho de la motocicleta no corresponde, a su regreso, a la leyenda que le mantiene vivo. En su largo periplo ha descubierto un nuevo aspecto de la vida y sobre ¨¦l trata de crear su propio destino. Tampoco, sin embargo, podr¨¢ lograrlo. Como esos peces que admira en el vigilado acuario, sus amigos seguir¨¢n devor¨¢ndose mientras permanezcan encerrados en la pecera: la libertad del r¨ªo podr¨ªa tranquilizarlos, pero el hombre los encerr¨® en el gueto de la exposici¨®n y all¨ª se mantendr¨¢n hasta su muerte.
Los peces (Rumble fish es el t¨ªtulo original del filme) son los ¨²nicos seres que el muchacho de la motocicleta puede ver en colores. Su daltonismo, acompa?ado de cierta sordera, le han convertido la vida en "un televisor en blanco y negro con el volumen muy bajo", salvo en el momento en que se queda absorto ante el acuario vigilando los giros y conflictos de los seres que admira. El brillante colorido de los animales estimula su propio af¨¢n de libertad.
Coppola ha contado su historia, por tanto, en blanco y negro, perservando las inscrustaciones coloreadas a dichas secuencias. La banda sonora del filme, por el contrario, adquiere una brillante fuerza, un protagonismo extraordinario que sirve de principal acompa?amiento a las vicisitudes del atormentado adolescente, que no entiende en su hermano esa rara fascinaci¨®n por la vida de esos peces. Tales efectos se acompa?an de una imaginativa manipulaci¨®n de la imagen, en la que el pulso dram¨¢tico real combina con juegos visuales y donde el paso del tiempo se explicita como principal elemento po¨¦tico. Las nubes circulan a gran velocidad por la imagen, y la constante aparici¨®n de relojes acompa?a a esos muchachos sin futuro. En pocos a?os, en meses quiz¨¢, vivir¨¢n, como el muchacho de la motocicleta, una dura decepci¨®n: ser¨¢n afortunados -si en ese poco tiempo logran, como los peces, escaparse de la c¨¢rcel callejera en que se encuentran.
En ese tono narrativo se encuentran los aciertos de la pel¨ªcula. Coppola ha permanecido m¨¢s fiel de lo que cree al idealismo de Rebeldes.
La penetrante sugesti¨®n de sus im¨¢genes logra trasladar al espectador a un mundillo ins¨®lito y emocionante, pero quiz¨¢ no a un retrato profundo de la marginaci¨®n juvenil.
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