Emilio Alarcos
Un esc¨¦ptico vitalista, estudioso de 'La Regenta', para el que Oviedo no es Vetusta, pero s¨ª una ciudad con distinci¨®n especial
Emilio Alarcos, ling¨¹ista y acad¨¦mico de reconocido prestigio, justifica vivir en Oviedo "por las ventajas que ofrece una ciudad de tama?o reducido, que casi puede recorrerse a pie". Pero ¨¦sta es s¨®lo la primera explicaci¨®n. Alarcos, un salmantino esc¨¦ptico y socarr¨®n, tiene otras debilidades por la capital asturiana, a cuya universidad lleg¨® hace ya m¨¢s de 30 a?os para afincarse aqu¨ª definitivamente.
A Emilio Alarcos le ocurri¨® casi lo mismo que a Clar¨ªn su admirado novelista: naci¨® en Salamanca por accidente, igual que Leopoldo Alas en Zamora. El regreso, sin embargo, era inevitable. Su padre ya hab¨ªa sido profesor en Gij¨®n y ¨¦l, despu¨¦s de pasar por los institutos de Cabra y Logro?o y deocupar una plaza de lector de espa?ol en Suiza, logr¨® la c¨¢tedra de Gram¨¢tica Hist¨®rica de la universidad de Oviedo en 1950. Hoy, 34 a?os despu¨¦s, Alarcos casi forma parte del paisaje de la capital asturiana, una ciudad inseparable de sus primeras vivencias infantiles. "Recuerdo el Oviedo de mis abuelos, de los a?os veinte, cuando yo era un ni?o. A¨²n tengo algunas impresiones imborrables de aquella ¨¦poca, que se unen a otras de Salamanca, Valladolid y Santander, donde pas¨¢bamos los veranos".Pero Oviedo ha cambiado, por m¨¢s que el centenario de La Regenta, la novela en que Clar¨ªn retrata la sociedad de la capital asturiana (Vetusta) de finales de siglo, haya propiciado este a?o,las comparaciones. "Oviedo se ha transformado con la misma intensidad que otros lugares del inundo. Es cierto que a¨²n persisten algunos restos de aquellos modelos sociales que retrat¨® Clar¨ªn en su novela -que, a mi juicio, es la mejor escrita en castellano despu¨¦s de El Quijote- pero son tan escasos ya que apenas se aprecian", afirma Alarcos. El acad¨¦mico, que cumplir¨¢ 63 a?os la pr¨®xima primavera, ha hablado tanto de la capital del Principado que ya no sabe muy bien c¨®mo describirla. La considera "poco pueblerina" y asegura que tiene "un aire particular, una especie de distinci¨®n especial".
Emilio Alarcos, que fue el ling¨¹ista encargado de prenunciar el discurso conmemorativ¨® del milenario del castellano que se celebr¨® en el oto?o de 1977 en San Mill¨¢n de la Cogolla, suele defnirse como un esc¨¦ptico vitalista, que no se cree demasiado nada". Aun as¨ª, ¨¦sta es una actitudque no le impide "actuar y hacer cosas. Reconozco que lo que yo llamo el crucigrama de la filolog¨ªa, la ling¨¹¨ªstica y la cr¨ªtica literaria va a carecer de trascendencia el d¨ªa que desaparezca del mundo, pero algo hay que hacer. Si no tuvi¨¦ramos obligaciones, a lo mejor opt¨¢bamos por estar sentados bajo la sombra de un pino, pero por eso no pagan nada" dice mientras esboza una sonrisa p¨ªcara y enciende un pitillo de "caldo".
Se ha dicho algunas veces que a Emilio Alarcos le fastidia dar clases, porque prefiere investigar. No obstante, ¨¦l puntualiza que lo que realmente le molesta "es saber que tengo la obl¨ªgaci¨®n de acudir al aula. Despu¨¦s, una vez all¨ª, me divierte mucho". Su escepticismo le lleva tambi¨¦n a cuestionar el mito de la importancia del profesor, "porque lo ¨²nico que cuenta es la capacidad del alumno . Si el estudiante es bueno, saldr¨¢ adelante, y si no, no hay docente que haga milagros. El profesor es una ayuda, nada m¨¢s que eso, asegura.
Elegido miembro de la Real Academia en 1972, la actividad intelectual de Alarcos no experiment¨® apenas cambios, por aquel nombramiento, "pues los fil¨®logos, al contrario que los creadores, en la Academia continuamos haciendo casi el mismo trabajo que en nuestras facultades".
Alarcos recibi¨® el t¨ªtulo de Hijo Adoptivo de Asturias en 1980 y ha dedicado cierta atenci¨®n al estudio de la lengua del Principado, el bable, que, "si se hubiera utilizado para escribir, hubiera sido una lengua como el castellano".
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