Cuando la ventana es indiscreta
El sacerdote Luis Mart¨ªn no interrumpi¨® la conversaci¨®n que manten¨ªa con un amigo en su habitaci¨®n del seminario conciliar cuando se asom¨® a la ventana de la tercera planta y observ¨® una vez m¨¢s la plaza de Gabriel Mir¨® sin que nada le llamara, la atenci¨®n. Un ruido, quiz¨¢, un quejido, le oblig¨® instintivamente a fijar la mirada en un punto de la calle. Un hombre retiraba la mano del pecho de otro y emprend¨ªa, acompa?ado de una tercera persona, una veloz carrera por la calle de Segovia. Mart¨ªn, que comprob¨® pocas horas despu¨¦s que lo que hab¨ªa presenciado era el homicidio del m¨¦dico Juan Carlos Malo, no pens¨®, sin embargo, que su declaraci¨®n fuera necesaria. Cien horas despu¨¦s se decidi¨® a acudir a la polic¨ªa."En un primer momento no se me ocurri¨® que mi declaraci¨®n fuera necesaria", explic¨® el sacerdote, que, sin embargo, s¨ª hab¨ªa comentado a uno de los copropietarios del bar Pascual, en el n¨²mero 24 de la calle de Bail¨¦n, lo que hab¨ªa visto por la ventana hac¨ªa unas horas. Mart¨ªn, de tez morena, mediana estatura y unos 30 a?os de edad, pens¨® que lo que hab¨ªa presenciado no era importante y se limit¨® a callar. La trascendencia del suceso, que ocup¨® las p¨¢ginas de todos los peri¨®dicos, y las dudas en torno al m¨®vil del homicidio le mantuvieron callado ante posibles amenazas, seg¨²n apunt¨® uno de sus compa?eros del seminario.
Mart¨ªn no quiere ahora hablar con los periodistas que requirieron sus declaraciones poco antes de que cumpliera con las normas legales que obligan a cualquier ciudadano que presencie la comisi¨®n de un acto delictivo a ponerlo en conocimiento de la autoridad policial o judicial.
Obligaci¨®n de declarar
El magistrado Jes¨²s Peces s¨®lo se explica la tardanza deltestigo en presentarse ante la polic¨ªa para prestar declaraci¨®n por la posibilidad de que "pensara que aquello no era una agresi¨®n", aunque, la verdad, los tribunales se las ven y se las desean para conseguir testigos en casos conflictivos.
"La falta de cooperaci¨®n con la Administraci¨®n de justicia en nuestro pa¨ªs est¨¢ mucho m¨¢s agudizada que en otros lugares", afirma el magistrado. "El exacerbado individualismo de los ciudadanos hace bueno todos los d¨ªas en los juicios penales el dicho de que cada uno se las arregle como pueda".
A juicio del magistrado, el miedo aparece en todos los casos como el principal motivo del retraimiento de los testigos, "que deber¨ªan tratar de superar esa cierta violencia contra uno mismo que supone explicar a la polic¨ªa o a los jueces lo que ha visto y cumplir con el deber de facilitar la tarea de los tribunales de justicia. Hay que asumir esa obligaci¨®n de la misma forma que la conciencia c¨ªvica ha incorporado ya la obligaci¨®n de pagar impuestos".
Peces recomienda a todos los ciudadanos que acudan a declarar lo antes posible porque ni la polic¨ªa ni los jueces lo saben todo. "Sin la declaraci¨®n de los testigos no podemos determinar c¨®mo se producen los hechos porque nunca estamos en el lugar donde suceden".
"Cualquier ciudadano que presencie la ejecuci¨®n de un delito p¨²blico tiene la obligaci¨®n de ponerlo en conocimiento de las autoridades policiales o judiciales". Con estas palabras resume el magistrado el deber c¨ªvico, regulado en el art¨ªculo 259 de la ley de Enjuiciamiento Criminal, de denunciar ante la Administraci¨®n de justicia aquellos hechos que tengan apariencia punible. Una ley promulgada el 14 de abril de 1955 que a¨²n no ha sido actualizada contempla sanciones en caso de incumplimiento. Las multas van desde las 25 a las 350 pesetas.
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