Una muerte digna de toda sospecha
El homicidio que cost¨® la vida al m¨¦dico Juan Carlos Malo sigue rodeado de inc¨®gnitas
Cuando en la medianoche del pasado martes Manuel Ambite regres¨® a su domicilio y, vio a un hombre merodeando en torno a la puerta, el m¨¦dico sinti¨® miedo y poco menos que corri¨® a refugiarse en un bar que a¨²n permanec¨ªa abierto. Cuando poco despu¨¦s Ambite supo que el misterioso desconocido era un periodista, se sinti¨® tremendamente aliviado. Hac¨ªa cuatro d¨ªas que hab¨ªa sido testigo de excepci¨®n de la muerte de su colega Juan Carles Malo.Unas 14 horas despu¨¦s, a la hora del aperitivo del mi¨¦rcoles, el cl¨¦rigo Luis Mart¨ªn acudi¨® a tomar un caf¨¦ al bar Pascual, pr¨®ximo al seminario conciliar de Madrid. All¨ª el camarero le inform¨® que le estaban buscando unos periodistas. Mart¨ªn corri¨® entonces a las dependencias policiales de la Puerta del Sol y, m¨¢s de 100 horas, despu¨¦s del hecho, prest¨® declaraci¨®n acerca de lo que hab¨ªa visto en la plaza de Gabriel Mir¨® durante la madrugada del s¨¢bado 22 de septiembre. Luis Mart¨ªn tambi¨¦n ten¨ªa miedo.
Carlos Malo no parec¨ªa tener miedo cuando poco antes de las dos de la madrugada del 22 de septiembre abandon¨® el restaurante El Land¨®, en la plaza de Gabriel Mir¨®. El doctor Malo sali¨® a la calle con tres colegas con los que acababa de cenar, para plantearles su proyecto de promover un consultorio privado. Le acompa?aban Manuel Ambite y Antonio y Tom¨¢s Merina, padre e, hijo. Malo y Ambite acompa?aron a los Merina a su coche y luego retrocedieron unos metros para tomar el BMW del doctor Malo.
Malo abri¨® la puerta delantera derecha a su colega, al que hab¨ªa conocido a principios de septiembre con motivo del conflicto, que el primero manten¨ªa con la sociedad m¨¦dica ASISA, y rode¨® el autom¨®vil por la parte trasera con el fin de acceder a la puerta del conductor. Ambite entr¨® en el turismo, cerr¨® la puerta, escuch¨® unas palabras tras ¨¦l, volvi¨® a abrir la puerta y en ese momento vio c¨®mo un joven asestaba un golpe a su colega cuando ¨¦ste ten¨ªa las manos en alto.
En ese momento, Luis Mart¨ªn se encontraba en la tercera planta del seminario conciliar observando la plaza de Gabriel Mir¨® sin que nada reclamara su atenci¨®n. Entonces oy¨® un quejido, mir¨® hacia el lugar de donde proced¨ªa y vio, a la luz de una farola, c¨®mo un hombre retiraba la mano del pecho de otro hombre. El primero y un tercer individuo salieron corriendo hacia la calle de Segovia. El segundo camin¨® por su propio pie hacia el restaurante El Land¨®. Un cuarto hombre sali¨® del BMW junto a cuya parte trasera se hab¨ªa desarrollado la escena, recogi¨® del suelo un gorro blanco y march¨® tras el que caminaba hacia el restaurante. Tanto Ambite como Mart¨ªn recordar¨¢n toda su vida que el suceso que le cost¨® la vida a Juan Carlos Malo se desarroll¨®, de modo fulgurante.
Errores y contradicciones
El grupo de homicidios de la Brigada Regional de Polic¨ªa Judicial se encarg¨® de las investigaciones relacionadas con el homicidio de Juan Carlos Malo. Para sus componentes, el caso estaba claro como el agua. Se trataba de una sirla m¨¢s, un intento de atraco callejero con arma blanca. El homicida era un delincuente juvenil, tal vez drogadicto, que, al encontrar o creer encontrar cierta resistencia en el doctor, le asest¨® una pu?alada en el coraz¨®n con una navaja de tipo estilete. Seg¨²n esa teor¨ªa, el asaltante; al ver caer malherido a su v¨ªctima, y ante la presencia de Manuel Ambite, se dio a la fuga.
Eso explicaba que al doctor no le fueran arrebatados un reloj, un bol¨ªgrafo y un encendedor, objetos que, seg¨²n la polic¨ªa, eran todos de oro y pod¨ªan valorarse en varios cientos de miles de pesetas. La noche del crimen el doctor Malo se hab¨ªa olvidado la cartera en su casa, pero la polic¨ªa no pregunt¨® por esa circunstancia a sus familiares, dando por supuesto que hab¨ªa sido robada, y fue la Prensa la que revel¨® el hecho.
Hasta la tarde del pasado martes la polic¨ªa no se hab¨ªa planteado que pudiera haber otros m¨®viles que el robo en la muerte de Juan Carlos Malo, y aun ahora se resiste a creerlo. Fueron los periodistas los que informaron a los investigadores acerca de la existencia de conflictos entre el fallecido y ASISA, una de las sociedades de asistencia m¨¦dica privada en las que Juan Carlos Malo trabajaba cuando terminaba sus tareas en La Paz. Hasta la tarde del pasado mi¨¦rcoles la polic¨ªa tampoco conoci¨® la existencia de otro testigo, el sacerdote del seminario.
Pero hubo m¨¢s. Hasta la tarde del pasado jueves, la polic¨ªa sostuvo que el m¨¦dico traumat¨®logo hab¨ªa recibido una sola y certera pu?alada en el coraz¨®n, ocultando que en realidad los m¨¦dicos del Hospital Cl¨ªnico ya hab¨ªan determinado que fueron tres los pinchazos que asest¨® el asaltante en el pecho de su v¨ªctima. El mismo d¨ªa, los familiares del doctor Malo informaban que se hab¨ªa exagerado notablemente el valor de los objetos que portaba el m¨¦dico en el momento del asalto. El reloj de Malo no era un Rolex de oro, sino un Vaser¨¢n con la correa de piel de cocodrilo, mucho menos valioso, y no hab¨ªa bol¨ªgrafo de oro, sino una pluma Sheaffer adquirida en Canarias por 1.500 pesetas.
Amparada en el secreto de las investigaciones, la actitud policial ha consistido en ocultar datos objetivos que en en nada afectaban a la tarea de b¨²squeda de los culpables. De hecho, en su primer comunicado de la ma?ana del s¨¢bado, 22 de septiembre, la Jefatura Superior de Polic¨ªa de Madrid indicaba que Juan Carlos Malo fue apu?alado por dos delincuentes a los que sorprendi¨® robando su coche. La confusi¨®n de este y otros datos puede explicarse por la premura con que se redactan las notas policiales, pero el hecho es que los servicios informativos oficiales han contribuido con sus silencios y contradicciones a rodear de sombras el caso.
Las dudas sobre el m¨®vil del homicidio de la plaza de Gabriel Mir¨® proceden del hecho de que el doctor Malo, seg¨²n revel¨® la agencia informativa estatal, hab¨ªa acudido a Efe a comienzo de septiembre para ofrecer un informe sobre irregularidades cometidas por la sociedad m¨¦dica ASISA. Malo se mostr¨® muy misterioso y afirm¨® que "con todo lo que s¨¦ puedo derribar el sistema sanitario espa?ol".
Dos hechos, seg¨²n los investigadores policiales, hacen dudosa la hip¨®tesis del asesinato por encargo. Uno es la juventud de los asaltantes. Manuel Ambite cree que tanto el ejecutor material de las pu?aladas como el otro hombre que rondaba en torno al BMW de su colega ten¨ªan menos de 20 a?os de edad. El otro es el arma empleada, una navaja. La mayor¨ªa de asesinatos por encargo, se efect¨²an con arma de fuego, cuya eficacia mortal es superior.
Huellas y confidentes
Los tres elementos de trabajo fundamentales de los investigadores son la b¨²squeda de huellas dactilares en el BMW del difunto, la gorra blanca recogida por Ambite y la movilizaci¨®n de sus fuentes confidenciales. El autom¨®vil est¨¢ en estos momentos a disposici¨®n del gabinete central de identificaci¨®n de la polic¨ªa. Los expertos tratan de encontrar huellas del homicida en los cristales de la parte trasera del veh¨ªculo, con la esperanza de que en alg¨²n momento de la agresi¨®n ¨¦ste se apoyara en ellos. Sin embargo, el trabajo es muy dificultoso por la presencia de huellas diversas, que, una vez aisladas, hay que identificar una por una.
El gorro blanco, a su vez, puede tener adherido alg¨²n pelo, cuyo an¨¢lisis revelar¨ªa el grupo sangu¨ªneo del que lo llevaba. En todo caso, ese dato s¨®lo ser¨ªa ¨²til una vez detenido un sospechoso. Y tampoco es seguro que el gorro pertenezca al homicida. En cuanto a los testimonios de Ambite y Mart¨ªn sobre los dos asaltantes, dan una idea vaga acerca de la juventud y aspecto f¨ªsico general de ¨¦stos, pero no permiten construir un buen retrato robot.
Mientras que la polic¨ªa afirma que la hip¨®tesis del homicidio en el transcurso de un atraco frustrado es la v¨¢lida "en tanto no se demuestre lo contrario", el magistrado del Juzgado de Instrucci¨®n n¨²mero 3, Joaqu¨ªn Navarro, ha declarado que no descarta ninguna posibilidad. La rapidez con la que se desarrollaron los acontecimientos y la ausencia de gritos y forcejeos previos a los golpes mortales oscurecen la hip¨®tesis de la sirla vulgar. Las pu?aladas, buscando el coraz¨®n y alcanz¨¢ndolo finalmente, parecen apuntar asimismo la sa?a del homicida. Esa violencia es la que hace temblar a Ambite y Mart¨ªn.
La muerte de Juan Carlos Malo est¨¢ rodeada de miedo e incertidumbres, elementos que parecen m¨¢s que suficientes para cerrar todas las bocas. Nada se ha logrado saber con seguridad acerca del informe sobre ASISA que Malo ofreci¨® a la agencia Efe, ni siquiera si existe. La familia ha decidido cerrar todas las puertas a los periodistas y dejar el asunto en manos del juez. La propia polic¨ªa parece haber resuelto no referirse m¨¢s al homicidio del m¨¦dico hasta que disponga de algo definitivo, que en este caso no puede ser otra cosa que la resoluci¨®n del crimen.
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