El trimestre de la reconversi¨®n
LA RECONVERSI?N industrial, que figuraba en lugar preferente en el programa con el que el PSOE gan¨® las elecciones, ha degenerado hasta ahora, en los casi dos a?os en los que los socialistas gobiernan, en la t¨¢ctica del amagar y no dar, con lo que el Ejecutivo ha perdido bastantes dosis de credibilidad. Sin embargo, hay s¨ªntomas de que algo est¨¢ cambiando y de que en este trimestre se puede relanzar definitivamente la reconversi¨®n en los sectores b¨¢sicos (naval, sider¨²rgico, fertilizantes). La reconversi¨®n de aceros especiales y de la l¨ªnea blanca de electrodom¨¦sticos contin¨²a su camino sin grandes publicidades despu¨¦s del sonado conflicto de Aceriales, en el que el ministro de Industria, principal valedor de esta pol¨ªtica, tuvo una derrota al alcanzarse un acuerdo basado en la suspensi¨®n temporal de contratos para los trabajadores excedentes, y no en la rescisi¨®n definitiva, como el Gobierno pretend¨ªa. Esta f¨®rmula fue planteada por el sindicato socialista como gu¨ªa para el cambio en los otros sectores en reconversi¨®n y fue, con peque?os matices, la misma que se aplic¨® en el caso de Altos Hornos del Mediterr¨¢neo (AHM).La presentaci¨®n del expediente de regulaci¨®n de empleo para 1.800 trabajadores de Sagunto por parte del INI y la aprobaci¨®n por la Comisi¨®n Delegada de Asuntos Econ¨®micos de los planes para la reconversi¨®n de grandes astilleros p¨²blicos (los m¨¢s conflictivos) parecen anunciar ahora una nueva fase en la reconversi¨®n industrial. Hay que se?alar que el largo conflicto de AHM se ha convertido en un s¨ªmbolo, cuando el problema que se plantea en Sagunto no es el m¨¢s grande ni el de peores consecuencias para el empleo. La gran prueba de la reconversi¨®n es la del sector naval. Cuando en octubre de 1973 se desencadena la primera crisis del petr¨®leo, todos los astilleros del mundo se tambalean y los Gobiernos se aprestan para arrojar lastre y mantener a flote -en competitividad- la construcci¨®n naval. El esquema se basaba en la reducci¨®n de la producci¨®n y, consecuentemente, en radicales ajustes de sus plantillas. Espa?a fue una excepci¨®n, y los socialistas se encontraron con que la modernizaci¨®n que en Occidente hab¨ªan hecho Gabinetes de derechas era una de las principales labores de su legislatura. Durante una d¨¦cada, el temor a las tensiones sociales (en un sector de vanguardia del movimiento sindical y enclavado esencialmente en una empresa p¨²blica caracterizada por sus prebendas) y la falta de voluntad pol¨ªtica empeoraron la situaci¨®n de los astilleros, hasta el punto de que una gran parte de ¨¦stos pueden considerarse hoy en te¨®rica suspensi¨®n de pagos. Por fin, ahora el Ministerio de Industria parece abordar de forma definitiva una cuesti¨®n que en el per¨ªodo 1977-1983 cost¨®, por poner un ejemplo, p¨¦rdidas de m¨¢s de 150.000 millones de pesetas.
La divisi¨®n naval del INI tiene el encargo de presentar los planes correspondientes a cada uno de los centros de trabajo, incluyendo el n¨²mero de trabajadores a los que les ser¨¢ rescindido el contrato. La insistencia del Gobierno en rescindir estos contratos, y no en la simple suspensi¨®n de los mismos, puede generar un conflicto de imprevistas consecuencias. Como aviso bastan las continuas manifestaciones y huelgas generales del sector. O mucho nos equivocamos o el Gobierno socialista, con su decisi¨®n en este punto, acaba de lanzar el reto m¨¢s importante de la legislatura frente a las fuerzas sindicales.
Nadie duda de la necesidad que Espa?a tiene de llevar a cabo una reconversi¨®n industrial en regla si no quiere perder el tren del primer mundo, de la industrializaci¨®n y de las nuevas tecnolog¨ªas. Pero este principio no debe hacer olvidar que en la reconversi¨®n no se juega s¨®lo, ni principalmente, con cuadros macroecon¨®micos, ajustes sem¨¢nticos o contables y porcentajes, sino con el puesto de trabajo de miles de personas. Es obligaci¨®n de la Administraci¨®n y del INI negociar con los comit¨¦s de empresas y con los representantes de los trabajadores hasta la saciedad, de modo que se pueda conseguir el mayor n¨²mero de bajas por jubilaciones anticipadas e impedir al m¨¢ximo el n¨²mero de despidos irreversibles. Las tensiones sobre el d¨¦ficit p¨²blico que ello pueda suponer no pueden ser excusa en un Gobierno que se llama de izquierdas.
Por lo dem¨¢s, el movimiento sindical, sometido a una erosi¨®n notable en los ¨²ltimos a?os por mor del desempleo, puede encontrar en los anuncios de reconversi¨®n su gran oportunidad de renacimiento; pero tambi¨¦n ¨¦sta puede ser una trampa mortal para ¨¦l si se lanza a una lucha costosa y larga, al estilo de las grandes huelgas brit¨¢nicas o americanas, que desgaste sus ya escu¨¢lidas arcas y castigue las econom¨ªas familiares de los trabajadores hasta extremos intolerables.
Pensamos que la mejor muestra de voluntad de negociaci¨®n y de no generar tensiones innecesarias que el Gobierno podr¨ªa ofrecer es la modificaci¨®n de las rescisiones definitivas de contratos por las suspensiones temporales. Eso permitir¨ªa que los trabajadores excedentes tengan acceso a los fondos de promoci¨®n de empleo. Si el Ministerio de Industria se mantiene en sus tesis de rescisi¨®n total de los contratos, ser¨ªa el signo de su escasa confianza en su capacidad para recolocar o, cuando menos, para dar una salida lo menos traum¨¢tica posible a quienes pierdan el empleo. Aferr¨¢ndose al despido puro y simple -por muchas promesas de empleo alternativo que pongan en la mesa-, las autoridades de Industria pueden encontrarse con un conflicto de consecuencias insospechables. Pues quien siembra vientos cosecha tempestades.
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