La derecha en Europa
UNA SERIE de s¨ªntomas aparecidos en los ¨²ltimos tiempos apuntan a un rebrote de corrientes pol¨ªticas de mercado signo conservador en diversos pa¨ªses europeos. La agravaci¨®n de la situaci¨®n econ¨®mica y el fracaso de las experiencias neokeynesianas de varios Gobiernos socia listas para atajar el crecimiento del paro est¨¢n, sin duda, en la base de ese fen¨®meno, que tiene traducciones pol¨ªticas concretas muy diferentes, al menos por ahora: desde la persistencia de una base social que sigue sosteniendo a la se?ora Thatcher en el Reino Unido, a pesar de los graves reveses que ha sufrido, hasta el crecimiento en Francia de una oposici¨®n neoconservadora, que ha privado al presidente Fran?ois Mitterrand, en reiteradas confrontaciones electorales -y en particular en la todav¨ªa reciente para el Parlamento Europeo-, de la amplia mayor¨ªa que obtuvo al acceder a la presidencia de la Rep¨²blica. Un aspecto particularmente preocupante, en ese marco, es el surgimiento de fuerzas pol¨ªticas con un perfil netamente neofascista. Fuerzas que, si bien se mueven dentro de las libertades democr¨¢ticas y las utilizan sin empacho, difunden unas concepciones radicalmente Contrarias a los valores de libertad, democracia y tolerancia propios de los sistemas occidentales. El caso m¨¢s t¨ªpico es el del franc¨¦s Jean-Marie Le Pen, que, con su llamado Frente Nacional, ha logrado porcentajes de votos apreciables en diversas elecciones locales, hasta alcanzar m¨¢s del 11% en las del Parlamento Europeo.El hecho nuevo es que, a partir de ese Frente Nacional franc¨¦s, del Movimiento Social Italiano (MSI) y de un diputado griego de ideolog¨ªa similar, se ha podido constituir en el Parlamento de Estrasburgo un grupo neofascista, aunque, obviamente, no utiliza abiertamente esa apelaci¨®n. Es m¨¢s, Le Pen se propone impulsar la creaci¨®n y desarrollo de grupos semejantes en los pa¨ªses de la Comunidad Econ¨®mica Europea. Su viaje a B¨¦lgica con tal intenci¨®n ha dado lugar a fuertes reacciones populares. En Grecia hab¨ªa anunciado su prop¨®sito de visitar en la c¨¢rcel a los coroneles responsables del r¨¦gimen dictatorial que aplast¨® los derechos y libertades m¨¢s elementales durante siete largos a?os. El car¨¢cter provocador de este gesto determin¨® que el Gobierno de Papandreu prohibiese el viaje de Le Pen, a pesar de tratarse de un diputado del Parlamento Europeo. Pero no cabe duda de que existe la voluntad de europeizar en lo posible este fen¨®meno del neofascismo.
?Cu¨¢les son los principales argumentos utilizados en estas campa?as? En primer lugar, el racismo, el odio al extranjero, presentado como culpable de quitar el puesto de trabajo a los nacionales. En pa¨ªses de fuerte inmigraci¨®n, como Francia, Alemania Occidental, Reino Unido, logra fuertes impactos porque se exalta, de forma m¨¢s o menos agresiva, un nacionalismo que tiene ra¨ªces muy hondas en las culturas tradicionales de todos estos pa¨ªses. En segundo, se repudian los avances logrados en las ¨²ltimas d¨¦cadas en diversas esferas de la vida social: el odio al feminismo; la condena como degeneraci¨®n de una vida sexual m¨¢s libre y humana; la defensa del retorno a la familia patriarcal, al lugar dominante y central del hombre. En un plano m¨¢s directamente pol¨ªtico, un importante objetivo es destruir la fuerza de los sindicatos y su influencia en el Estado y en la sociedad, tal como se ha puesto de manifiesto en el pulso que mantiene el Gobierno conservador brit¨¢nico con las trade unions. A la vez, se hace una amalgama del antisovietismo y del antisocialismo y se identifican los reg¨ªmenes carentes de libertad de los pa¨ªses del Este con las posiciones pol¨ªticas que defienden en Occidente las fuerzas socialistas y progresistas.
Quiz¨¢ lo m¨¢s caracter¨ªstico -y lo m¨¢s contradictor¨ªo- de estas concepciones ideol¨®gicas sea el intento de asumir como algo propio el valor de la libertad, que hist¨®ricamente siempre ha combatido, y de utilizarlo como bandera contra la izquierda. Ser¨ªa absurdo meter todo en un mismo saco, pero es obvio que no existe una barrera impermeable entre las posiciones ideol¨®gicas de la derecha civilizada y las que exaltan los grupos neofascistas. ?stos emplean formas extremistas y llegan incluso a reescribir la historia, borrando los horrores del hitlerismo, recuperando incluso presuntos valores de su lucha contra el comunismo y otras degeneraciones. Pero hay en el conjunto de la derecha un fondo ideol¨®gico com¨²n. Y no se trata s¨®lo de ideolog¨ªa. En una serie de municipios franceses la derecha tiene mayor¨ªa porque cuenta con los votos de Le Pen; el dirigente neofascista franc¨¦s se ha exhibido junto a otros dirigentes de la oposici¨®n conservadora, y con jerarqu¨ªas de la Iglesia, en las manifestaciones por la ense?annza religiosa; incluso el democristiano franc¨¦s Pierre Pflim1in ha sido elegido presidente del Parlamento Europeo con los votos del grupo de Le Pen; no le eran necesarios, no fueron pactados, pero tampoco fueron rechazados.
Por iniciativa de los socialistas, el Parlamento Europeo ha decidido constituir una comisi¨®n para indagar sobre este fen¨®meno de la reaparici¨®n de grupos neofascistas en diversos pa¨ªses. Se trata de una decisi¨®n que parece reflejar una actitud m¨¢s bien defensiva, provocada por el recuerdo vivo de lo que fueron las terribles secuelas del imperio del fascismo en Europa. Sin embargo, ya se sabe que las comisiones no suelen resolver los problemas, y menos en este caso. La verdadera cuesti¨®n estriba probablemente en las graves carencias que manifiestan las fuerzas de izquierda en Europa para responder a los problemas pol¨ªticos que est¨¢n planteados. Carencia pol¨ªtica, y tambi¨¦n carencia te¨®rica, para construir un proyecto de transformaci¨®n que permita a nuestro continente no quedar marginado de los cambios hist¨®ricos que se desarrollan a escala mundial. En ciertos sectores existe una toma de conciencia de esta necesidad, pero no se perciben proyectos, susceptibles de abordar, no los epifen¨®menos, sino la ra¨ªz de los problemas.
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