Henry Kissinger: "Los sovi¨¦ticos quieren una tregua"
Pregunta. Comencemos por la visita del ministro sovi¨¦tico de Asuntos Exteriores, Andrei Gromiko. ?Podr¨ªa decirnos c¨®mo fue la visita y qu¨¦ nueva direcci¨®n, si es que la hay, est¨¢ tomando la pol¨ªtica sovi¨¦tica en relaci¨®n a Estados Unidos?.Respuesta. No creo que se pueda decir que, a lo largo de los 30 o m¨¢s a?os que Gromiko ha estado negociando con los norteamericanos se haya podido decir jam¨¢s que haya habido alguna reuni¨®n en la que se dieran avances significativos. No es ¨¦se el estilo de Gromiko; no es el estilo de los sovi¨¦ticos. La importancia de la visita de Gromiko radica m¨¢s en el hecho de que se realizara. Los sovi¨¦ticos no hubieran iniciado sus contactos con el presidente Reagan a esta alturas si antes no hubieran tomado la decisi¨®n de que necesitan iniciar una fase de negociaciones. No hay duda de que tal fase ser¨¢ prolongada y enojosa, como la mayor parte de las negociaciones con los sovi¨¦ticos, pero dentro de esos l¨ªmites se ha logrado sustancialmente lo que se pod¨ªa, que era bastante limitado. Ha sido la primera parte, la obertura de lo que podr¨ªa ser una ¨®pera en tres actos.
Gran parte de los debates que he le¨ªdo giran en torno a la cuesti¨®n de si los sovi¨¦ticos desconf¨ªan del presidente Reagan. ?Ha contribuido esta visita a eliminar esa desconfianza? Yo dir¨ªa que el peligro mayor radica en que los sovi¨¦ticos puedan pensar que estamos tan interesados en las negociaciones que van a conseguir lo que desean a cambio de nada. La cuesti¨®n de la confianza o desconfianza en ciertas personalidades tiene una importancia marginal. Lo que importa es el problema al que uno se consagra.
Gromiko es la figura dominante
P. El deseo de negociaci¨®n de los sovi¨¦ticos debe de tener alg¨²n fundamento. Usted lo ha defendido como una ofensiva pac¨ªfica. ?Puede explicarnos qu¨¦ podr¨ªa suponer en t¨¦rminos del control de armamentos y de cooperaci¨®n regional? ?Cu¨¢l ser¨ªa su meta?R. No estoy seguro de que los sovi¨¦ticos sepan en este mismo momento a d¨®nde podr¨ªan llegar. Con el presidente Reagan han ido pasando por varias fases. Cuando lleg¨® a la presidencia lo trataron como suelen tratar a sus enemigos potenciales: dejaron caer alusiones a posibles negociaciones. ?stas no se dieron inmediatamente por una serie de causas, porque a la Administraci¨®n le parec¨ªa que hab¨ªa que cambiar las ideas que se hab¨ªan creado en las relaciones sovi¨¦tico-norteamericanas. En la ¨¦poca en que comenzaron las negociaciones sobre la fuerza nuclear de alcance intermedio (INF) y sobre el tratado de reducci¨®n de armas estrat¨¦gicas (START) hab¨ªa dos obst¨¢culos: uno era las divisiones dentro de nuestra burocracia; el segundo era la inminencia de la muerte de Leonid Breznev, que hac¨ªa que no hubiera nadie en la Uni¨®n Sovi¨¦tica que pudiera tomar decisiones fundamentales, y hay que suponer que los conflictos entre la burocracia en la Uni¨®n Sovi¨¦tica son a¨²n m¨¢s intensos que en Estados Unidos, debido a que el desconocimiento que cada parte del Gobierno tiene de lo que est¨¢ haciendo la otra parte es mayor en la Uni¨®n Sovi¨¦tica que entre nosotros. Luego vino el interregno de Yuri Andropov, y a continuaci¨®n otro cambio de direcci¨®n con Konstant¨ªn Chernenko. No ha habido nunca en la Uni¨®n Sovi¨¦tica una situaci¨®n en la que nadie estuviera a cargo del Gobierno el tiempo suficiente como para llevar una pol¨ªtica coherente de concesiones mutuas en el marco de una negociaci¨®n. Creo tambi¨¦n que los sovi¨¦ticos no han tenido ¨²nicamente un problema de sucesi¨®n, sino que ha habido un cambio de ¨¦nfasis en el sistema. Primeramente, en el paso de Breznev a Andropov algunos elementos de la estructura del poder lograron cierta influencia, pero posteriormente tuvieron que ceder en parte al predominio del partido con la llegada de Cherneko, pero sin darle el mismo grado de control que hab¨ªan disfrutado Brezinev y sus predecesores.
Mientras se siga en esta situaci¨®n, Gromiko es, sin duda, la figura dominante en la direcci¨®n de la pol¨ªtica exterior sovi¨¦tica. Pero Gromiko ha resistido tanto tiempo y se ha convertido en una figura tan dominante porque es un gran t¨¦cnico. Siempre fueron otros quienes figuraron como los responsables de las directrices importantes, y ¨¦l era ¨²nicamente el que las pon¨ªa en pr¨¢ctica. Bas¨¢ndome en mis experiencias con Gromiko o los sovi¨¦ticos, Breznev aparec¨ªa siempre como el responsable de los avances, y Gromiko era el que parec¨ªa m¨¢s precavido y m¨¢s, consciente de la existencia de problemas. Aun descartando que uno fuera el bueno y otro el malo, me parec¨ªa que ese comportamiento reflejaba su personalidad. Actualmente, este hombre, que se ha pasado la vida como un simple ejecutor, es ¨¦l mismo el responsable de las directrices de la pol¨ªtica exterior, y puedo imaginarme que ha decidido que tiene que haber negociaciones, pero en esas negociaciones pone en pr¨¢ctica todas las precauciones por las que era anteriormente conocido, y adem¨¢s porque al mismo tiempo sigue manteniendo su puesto en la continua lucha por el poder en el Kremlin.
Por todas estas razones no creo que los sovi¨¦ticos hayan tomado ya una decisi¨®n sobre hasta d¨®nde quieren llegar. En realidad, lo que creo que van a hacer en los pr¨®ximos tres a seis meses es hacernos saltar una serie de obst¨¢culos teniendo en cuenta su declaraci¨®n de que quieren que les mostremos hechos y no palabras.
Podr¨ªamos tomarlo como una vergonzosa bravuconada. Hemos cometido errores, pero fueron ellos quienes abandonaron las negociaciones, quienes derribaron el avi¨®n, quienes han actuado de manera intransigente en Polonia y Afganist¨¢n. Lo que quieren conseguir es una propuesta unilateral como entrada a las negociaciones. Y luego tendremos que discutir la agenda de conversaciones. Y me parece que hasta que no hayamos superado toclas estas fases no sabremos qu¨¦ es lo que buscan. Lo que tenemos que hacer es emplear este tiempo en clarificar nuestra propia posici¨®n.
P. Bien, si aceptamos lo que ustoed dice, que no sabemos exactamente d¨®nde quieren ir, ?por qu¨¦ han decidido ponerse ahora en movimiento?
R. Creo que porque se dan cuenta de que est¨¢n en un punto muerto por diversas razones. Si contaban con los movimientos pacifistas europeos para detener la instalaci¨®n de los misiles de alcance intermedio, sus c¨¢lculos no han resultado correctos. El a?o pasado tomaron claramente la decisi¨®n de dar cerrojazo a Estados Unidos, algo que ya presagiaba una declaraci¨®n atribuida a Andropov, en la que se atacaba a quienes creen que se puede llegar a un acuerdo con Estados Unidos. Y anteriormente, un a?o antes, tuvo lugar el duro discurso de Breznev, aproximadamente a un mes de su muerte, en el que afirm¨® algo parecido. Se pod¨ªa pensar que la puesta en pr¨¢ctica de tal pol¨ªtica llevar¨ªa a untrato diferenciado entre Estados Unidos y Europa Occidental y que intentar¨ªan separar a Europa Occidental de Estados Unidos. En efecto, por r¨¢zones no f¨¢ciles de explicar presionaron al mismo tiempo a Europa Occidental y a Estados Unidos, y consecuentemente no lograron dividirlos. No progresan en sus relaciones con China. Tienen un enorme problema econ¨®mico de tipo estructural. Y tendr¨¢n cada vez m¨¢s preocupaciones en cuestiones de sucesi¨®n, no simplemente respecto a la sucesi¨®n de Chernenko, sino m¨¢s all¨¢: a la de todos los ancianos miembros del Politbur¨¢ en los pr¨®ximos a?os. L¨®gicamente quieren una tregua. Pero al mismo tiempo creo que es posible que no sepan c¨®mo conseguirla.
Respecto a los factores que parecen conducir a las negociaciones, a?adir¨ªa el hecho de que no pod¨ªan prestar o¨ªdos sordos a las repetidas declaraciones del presidente Reagan de que deseaba reiniciar las negociaciones. Incluso si no deseaban ayudar a su reelecci¨®n, incluso si albergaban muchos recelos, era prudente, no obstante, que intentaran averiguar qu¨¦ podr¨ªan ganar. ?stos creo que son los factores principales que los han movido a las negociaciones.
Hay que presentar propuestas acabadas
P. Sin embargo, dice algo a favor del Politbur¨®, tal como es en la actualidad, el que por muy viejo e incapacitado que est¨¦ Chernenko puedan tomar la decisi¨®n de embarcarse en un nuevo rumbo de su pol¨ªtica exterior con Estados Unidos, a pesar de tener otros problemas.R. Sin duda alguna.
P. Bien. Pasemos entonces a la decisi¨®n de destituir, de una forma bastante brutal, al general Yuri Ogarkov. ?C¨®mo cree que encaja esto en todo, si es que encaja? Ha habido especulaciones de que ha sido una especie dechivo expiatorio, una ofrenda a Estados Unidos como anticipo a la visita de Gromiko. ?Cu¨¢l es su opini¨®n al respecto?
R. No creo que a Ogarkov lo destituyeran como ofrenda a nosotros. Creo que su destituci¨®n demuestra la inestabilidad del grupo dirigente y que quieren disminuir la continua tensi¨®n a que est¨¢n sometidos si para ello tienen que pagar lo que consideran un precio tolerable. Lo que a m¨ª me dice es que es muy importante que cuando entremos en negociaciones nos enfrentemos a ellos con propuestas totalmente acabadas y no con generalidades, de tal manera que tengan que tomar decisiones espec¨ªficas y no decisiones de actitud. Creo que han decidido negociar, pero no han decidido todav¨ªa sobre qu¨¦ negociar y en qu¨¦ marco.
P. ?Enfoc¨® usted as¨ª las negociaciones con los sovi¨¦ticos cuando estaba encargado de ello, o es ahora diferente?
R. Por supuesto. Cuando yo llevaba las negociaciones con los sovi¨¦ticos hab¨ªa una estructura de direcci¨®n m¨¢s clara, aunque a¨²n entonces no parec¨ªa tan clara como lo parece ahora retrospectivamente.
Cuando se trata con los sovi¨¦ticos hay dos problemas, al menos en cuestiones de cierta complejidad t¨¦cnica como el control de armamentos. Una es hacer una propuesta que suponga una mejora de la situaci¨®n, que mejore objetivamente esa situaci¨®n. Y en segundo lugar, conseguir que el proceso contribuya a un acercamiento pol¨ªtico dentro de los l¨ªmites que permiten la ideolog¨ªa y los intereses en entados.
En aquel momento me parec¨ªa que esto presentaba un aut¨¦ntico problema, sobre todo en el campo del armamento. Las cuestiones en este campo son extremadamente complejas.
En el seno de nuestro Gobierno, las posturas se fijan a trav¨¦s de un proceso complicado de negociac¨ª¨®n entre diversos elementos, en el que el papel de ¨¢rbitro del presidente es algo m¨¢s complicado que en otros temas, debido al hecho de que ¨¦l no se ha ocupado del tema ni una m¨ªnima parte del tiempo que los especialistas han dedicado a su estudio. Entonces surge una postura, se presenta en Ginebra o donde quieta que se celebren las negociaciones y a continuaci¨®n se va estudiando a lo largo de toda la jerarqu¨ªa sovi¨¦tica.
Hay que suponer que en el seno de la jerarqu¨ªa sovi¨¦tica hay al menos algunos elementos importantes que est¨¢n decididos a demostrar su fidelidad a la direcci¨®n, y en general, que, en una burocracia no se suelen tener problemas por haber predicho un desastre que jam¨¢s se produce o por haber perdido una oportunidad, porqu¨¦ nadie puede demostrar que exist¨ªa tal oportunidad. De forma que cuando nuestra postura llega al Politbur¨® tienen que enjuiciar la interpretaci¨®n que su burocracia les da del acuerdo de la nuestra. As¨ª pues, no es un proceso que contribuya a un f¨¢cil entendimiento tanto en el nivel t¨¦cnico como en el pol¨ªtico. Lo que quisimos hacer fue dar a los sovi¨¦ticos avisos por adelantado de nuestro punto de vista, e intentamos hacerlo a trav¨¦s de un canal que no tuviera que ir a lo largo de toda su burocracia para poder comunicarnos de una forma m¨¢s clara. No les adelant¨¢bamos nuestra postura, nada de detalles; lo que quer¨ªamos conseguir era explicar los puntos de vista que hab¨ªa tras la postura que con toda probabilidad surgir¨ªa en el seno de nuestra Administraci¨®n para que no le cogiera al Politbur¨® en fr¨ªo, y comunic¨¢rselo directamente a trav¨¦s del presidente a Breznev o a quien fuera el responsable en el lado sovi¨¦tico.
Creo que la falta de un canal de ese tipo es en estos momentos el obst¨¢culo principal para el progreso de las negociaciones, y creo que en la actualidad es verdaderamente m¨¢s importante lograr un avance de principios que dar con una soluci¨®n t¨¦cnica al problema.
Punto muerto en la teor¨ªa del control de armamentos
P. ?En qu¨¦ consistir¨ªa un avance de principios?R. Creo que se ha llegado a un punto muerto en la teor¨ªa del control de armamentos. La mayor parte de las negociaciones que se llevaron a cabo en los a?os sesenta y setenta ten¨ªa como base el capital intelectual de la teor¨ªa del control de armamentos desarrollada a finales de los a?os cincuenta. En esa ¨¦poca nos enfrent¨¢bamos a misiles de tan s¨®lo una cabeza nuclear, con instalaciones fijas, y el concepto de estabilidad se identificaba con la incapacidad de ambos bandos de contar con una ventaja decisiva en un primer ataque.
Creo que estamos llegando al final de ese per¨ªodo por dos razones. Una, la tecnolog¨ªa, gracias a la movilidad y al gran n¨²mero de cabezas nucleares, est¨¢ ya dando lugar al tipo de estabilidad del que se hablaba en los a?os cincuenta. Cuando cada bando ten¨ªa por encima de 20.000 cabezas nucleares no hab¨ªa muchas probabilidades de una decisi¨®n calculada de iniciar una guerra. Por otro lado, la dependencia de una exterminaci¨®n masiva como elemento principal de seguridad produce una desmoralizaci¨®n en las sociedades democr¨¢ticas hasta tal punto que el pacifismo y el desarme unilateral se convierten en la motivaci¨®n consciente o inconsciente de tant¨ªsimos ciudadanos que resulta dif¨ªcil mantener una postura en las negociaciones t¨¦cnicas.
Si se examinan las escuelas de pensamiento actualmente existentes tengo que decir que no tienen pr¨¢cticamente conexi¨®n ninguna con el problema de reducir el peligro de guerra o su impacto si ¨¦sta se diese. Estas dos escuelas son la de la congelaci¨®n y la de la reducci¨®n. La congelaci¨®n perpet¨²a esa misma situaci¨®n que genera inseguridad. Adem¨¢s, parece mucho m¨¢s simple de lo que lo ser¨ªa en la pr¨¢ctica. Al fin y al cabo, las conversaciones SALT 1 supusieron una congelaci¨®n de los misiles bal¨ªsticos intercontinentales, y tardamos tres a?os y medio en negociarlas, e incluso ahora estamos debatiendo la diferencia entre modernizaci¨®n de las armas existentes, cosa permitida, y las nuevas armas, que se supone que est¨¢n prohibidas.
Por otro lado, los diversos programas de reducci¨®n de armamento existentes, en mi opini¨®n, o no cambian la situaci¨®n o la hacen marginalmente m¨¢s peligrosa. En 1962, el presidente Kennedy pens¨® que est¨¢bamos al borde del d¨ªa final. En esa ¨¦poca los sovi¨¦ticos ten¨ªan menos de 100 cabezas nucleares capaces de alcanzar Estados Unidos, y nosotros ten¨ªamos unas 3.000. No conozco ning¨²n programa de los actualmente existentes, incluso en el plano te¨®rico, que proponga reducir el n¨²mero de cabezas nucleares a 3.000. Hay una pobreza te¨®rica. Si vamos a reducir el n¨²mero de armas existentes, y ser¨ªa algo bastante deseable, tiene que hacerse a unas cantidades tan m¨ªnimas que elimine el aspecto de holocausto de la moderna teor¨ªa de la disuasi¨®n.
Por eso creo que ser¨ªa extremadamente ¨²til si inmediatamente despu¨¦s de las elecciones se pusiera en marcha alg¨²n programa intensivo, con la participaci¨®n de los dos partidos, sobre la direcci¨®n que debemos seguir. Y luego podemos trabajar sobre los par¨¢metros t¨¦cnicos. En segundo lugar, creo que tenemos que encontrar cierta forma de di¨¢logo para debatir las tensiones pol¨ªticas que existen en el mundo. Ahora mismo todo el mundo est¨¢ atrapado en el control de armamentos, y se le est¨¢ pidiendo demasiado.
Me gustar¨ªa que hubiera cierto consenso, al menos en el seno del Gobierno, sobre qu¨¦ es lo que exactamente queremos lograr, y que podamos luego comunic¨¢rselo a los sovi¨¦ticos como una idea, antes de darle cuerpo en una propuesta de n¨²meros. Me parece totalmente posible llegar en un momento dado a un acuerdo de principios y que los n¨²meros sovi¨¦ticos fueran diferentes a los nuestros. Pero si no se sabe en base a qu¨¦ principio est¨¢n funcionando ellos, y ellos no saben en base a qu¨¦ principio estamos operando nosotros, y todos nos dedicamos a sacar n¨²meros, realmente el que se diera alguna soluci¨®n y se lograra realizar una verdadera contribuci¨®n a la seguridad ser¨ªa algo puramente accidental.
Debe haber alguna forma de comunicaci¨®n confidencial
P. Sobre el segundo aspecto de su sugerencia, ?cu¨¢nto tiempo tardar¨ªa en establecerse un canal independiente que fuera eficaz?R. Creo que ese canal independiente podr¨ªa establecerse inmediatamente, muy r¨¢pidamente.
P. Entiendo. En ese punto, ?no ve que haya ning¨²n problema de ideolog¨ªa o personalidad con los dirigentes sovi¨¦tico-norteamericanos?
R. Creo que habr¨ªa problemas burocr¨¢ticos en nuestro Gobierno, de egos ofendidos y personas que insistir¨ªan en sus prerrogativas, y al menos por lo que s¨¦, los sovi¨¦ticos tendr¨ªan por su parte el mismo problema. Pero creo que eso es algo que debe solucionar cada Gobierno. No creo que nosotros debamos designar a nadie en el lado sovi¨¦tico como nuestro interlocutor o, como a veces se puede leer en los peri¨®dicos, buscar una forma de pasar por encima de Gromiko. No hay forma alguna de dejar de lado a Gromiko, y si ellos quieren hacerlo es problema suyo, no nuestro.
Creo que lo que deber¨ªamos decir a los sovi¨¦ticos es que debe de haber alguna forma de comunicaci¨®n a trav¨¦s de la cual nuestros m¨¢ximos dirigentes, el presidente y el secretario de Estado para Asuntos Exteriores, puedan explicarles sus puntos de vista de forma confidencial, para que cuando tengan que tomar alguna decisi¨®n global sobre algo pueda ser clara; el conocimiento de esos puntos de vista les beneficiar¨ªa.
P. En los ¨²ltimos d¨ªas ha dicho usted un par de veces que ha visto a la Administraci¨®n Reagan iniciar algo que no se podr¨ªa considerar como una distensi¨®n, sino m¨¢s bien una buena acogida...
R. No veo ninguna diferencia importante entre lo que dice actualmente la Administraci¨®n y lo que se denominaba distensi¨®n. En realidad, me parece que hay cierto peligro de que se ponga excesivo ¨¦nfasis en la confianza personal y no suficiente en unas negociaciones sustanciales.
P. La pregunta que se hac¨ªa la semana pasada era hasta qu¨¦ punto se puede considerar permanente este cambio de ¨¦nfasis por parte de la Administraci¨®n y qu¨¦ fuerza tiene el consenso dentro de esos diferentes polos burocr¨¢ticos en Washington.
R. Creo que el compromiso del presidente es estable, lo mismo que el del secretario de Estado. Son las dos personas que mejor conozco. No hay duda de que hay elementos dentro de la burocracia que dudan persistentemente de la utilidad de las negociaciones, y en especial de las negociaciones sobre el control de armamentos. Esto, en s¨ª mismo, no es malo; da lugar a un sano debate en el seno del Gobierno. Pero en alg¨²n momento debe haber un punto de decisi¨®n, y la decisi¨®n debe ser algo m¨¢s que ¨²nicamente una postura que se presenta en una mesa de negociaciones. Debe permitir una negociaci¨®n fluida. Y esto requerir¨¢ ciertos cambios organizativos despu¨¦s de las elecciones.
El presidente Reagan probablemente ha cambiado
P. ?Cree que el presidente ha sufrido cierto tipo de conversi¨®n en los ¨²ltimos a?os, o es simplemente que hemos prestado demasiada atenci¨®n a su ret¨®rica?R. Creo que cualquier presidente, antes o despu¨¦s, se ve movido por la naturaleza de las armas contempor¨¢neas a reducir el peligro de guerra, y creo que cualquier presidente durante su segundo mandato act¨²a pensando en la historia y no en su reelecci¨®n. Por eso creo que el presidente Reagan probablemente ha cambiado, probablemente ha aprendido como presidente una dimensi¨®n que como aspirante no tuvo que tocar. Creo que es absolutamente sincero. Repito: el peligro mayor que veo no es su falta de sinceridad, sino el peligro de que algunas personas crean que se pueden conseguir resultados simplemente mediante un ejercicio psicol¨®gico abstracto de tranquilizar a los sovi¨¦ticos y convencer de nuestra sinceridad al p¨²blico.
P. ?Cree que habr¨¢ que esperar hasta despu¨¦s de las elecciones para apreciar acciones tangibles?
R. Me sorprender¨ªa, y no me gustar¨ªa que nada fuera muy visible antes de las elecciones, porque si se diera un encuentro dram¨¢tico, digamos entre Gromiko y Shultz, o entre un emisario del presidente y un representante de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, los medios de comunicaci¨®n inmediatamente fijar¨ªan unos criterios sobre las posibilidades de la reuni¨®n. Se repetir¨ªa la experiencia de la semana pasada, y lo que creo que hace falta ahora es desdramatizar, trabajar con seriedad. Lo de la semana pasada fue importante como punto de partida. Yo preferir¨ªa que no sucediese nada importante hasta despu¨¦s de las elecciones.
En el futuro, hasta donde puedo predecir, vamos a tener a la URSS como rival y competidora, y sin embargo tenemos que trabajar en ciertas cuestiones de cooperaci¨®n. La mayor parte de la experiencia diplom¨¢tica y de pol¨ªtica exterior norteamericana consiste en tratar a los pa¨ªses, bien como amigos o como enemigos, y en pensar que los problemas tienen todos soluci¨®n en uno u otro plazo. Por ejemplo, los opositores a los acuerdos con la Uni¨®n Sovi¨¦tica afirman constantemente que los sovi¨¦ticos consiguen ventajas en los acuerdos. Parto de esa premisa. No van a firmar un acuerdo que no les d¨¦ cierta ventaja. La cuesti¨®n es si hay un equilibrio con las ventajas que nosotros podemos obtener; y las que pueden obtener los sovi¨¦ticos; sin este equilibrio jam¨¢s se lograr¨¢ un acuerdo o, si se firmase por alg¨²n error, jam¨¢s se cumplir¨¢.
Esta naturaleza de nuestro debate nacional crea grandes dificultades porque por un lado hay gente que dice que cualquier acuerdo es deseable y que enfoca, las relaciones Este-Oeste como un problema psicol¨®gico. Por otro lado, est¨¢n quienes piensan verdaderamente que cualquier acuerdo supone una degradaci¨®n de nuestra postura moral y que nos hace d¨¦biles para la lucha final; y para no caer en los excesos de ninguno de los dos bandos la postura psicol¨®gica tienta a la URSS a hacer ofensivas de paz como una forma de desarme unilateral. De manera que el reto que tiene la Administraci¨®n es lograr un curso de acci¨®n regular que no pretenda que los sovi¨¦ticos se han convertido de repente en amigos, pero que est¨¦ dispuesto a firmar acuerdos que vayan en beneficio mutuo.
Mosc¨² intentar¨¢ conseguir la tregua a cambio de nada
P. ?C¨®mo interpreta usted el incidente de Honecker, los continuos cambios, el voy-no-voy? ?Por qu¨¦ no fue finalmente a la Rep¨²blica Federal de Alemania?R. Creo que uno de los factores que indujo a Gromiko, o que lo convenci¨®, a hablar en Washington fue el temor a que si no hablaba, algunos de sus Estados sat¨¦lites pod¨ªan hablar con los europeos. Yo interpreto el incidente como que si los sovi¨¦tivos tuvieran absoluta seguridad en los alemanes del Este hubieran permitido la visita de Honecker a la RFA para propagar su l¨ªnea, que al menos supon¨ªa un atractivo para el movimiento pacifista, o que hubiera podido casar el movimiento pacifista con ciertos impulsos nacionalistas alemanes del Este.
Deben de sentir una sensaci¨®n extra?a en la Uni¨®n Sovi¨¦tica al ver que un partido comunista que ten¨ªa el monopolio de la ense?anza, la informaci¨®n y la polic¨ªa se derrumbaba totalmente en un pa¨ªs como Polonia y al ver surgir la ¨²nica revoluci¨®n espont¨¢nea en un pa¨ªs industrializado en el per¨ªodo de posguerra en un pa¨ªs comunista. Y deben de haberse dado cuenta de que las tendencias fundamentales que se dieron en Checoslovaquia, Hungr¨ªa y Polonia se daban tambi¨¦n en la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana.
P. En el cuadro que usted presenta de una Uni¨®n Sovi¨¦tica atrapada por su inseguridad en la Europa del Este, y en una especie de lucha de sucesi¨®n de largo alcance, ?no quiere decir todo ello que mientras desee una tregua pueden ser bastante receptivos a un avance importante en el terreno de los principios?
R. Lo primero que intentar¨¢ es conseguirla a cambio de nada.
Hay que traducir el deseo general de tregua en programas espec¨ªficos. Yo pedir¨ªa que se fuera generoso y precavido en estos programas, pero tambi¨¦n pedir¨ªa que no dej¨¢semos que todo esto se diluyera en declaraciones confusas de buena voluntad. Y finalmente, s¨ª, se mostrar¨¢n receptivos a un aproximamiento de ideas, pero el camino no ser¨¢ f¨¢cil.
Copyright Henry Kissinger Distribuido en exclusiva por Los Angeles Times.
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