La fallida hispanidad
Am¨¦rica hispana o Hispanoam¨¦rica, como t¨¦rmino y como concepto, dio lugar a un cuerpo doctrinal m¨¢s o menos compacto, cuyos sustentadores fueron Garc¨ªa-Morente y Maeztu, dos espa?oles abrasados por el nacionalcatolicismo y en un contexto apasionado y cuajado de extremismos. Estos dos autores bosquejaron su l¨ªnea ideol¨®gica volcada hacia el pasado hist¨®rico, hacia el siglo XVI espa?ol. El entramado de la misma, la archiconocida Doctrina de la Hispanidad, fue manoseado tan ret¨®rica como inoperantemente por el r¨¦gimen finalizado en 1975.El fil¨®sofo espa?ol Jos¨¦ Gaos, en su exilio mexicano, recomend¨® la necesidad de americanizarse dial¨¦cticamente para, as¨ª, universalizarse. Pues bien, tanto Garc¨ªa-Morente como Maeztu articularon sus tesis sin perspectiva, es decir, chatamente y en sentido contrario a la marcha de la historia. El primero divulg¨® sus opiniones por medio de su Idea de la hispanidad,- y el segundo, m¨¢s belicoso, se expres¨® en su Defensa de la hispanidad. Ambos textos, desde el momento mismo de sus respectivas redacciones, resultaron anacr¨®nicos, ya que ignoraban los cambios acaecidos en el tiempo hist¨®rico. A su tenor, la emancipaci¨®n no hab¨ªa tenido lugar en Am¨¦rica; asimismo, desconoc¨ªan en sus formulaciones las propuestas hechas sucesivamente por Bol¨ªvar y Mart¨ª, en t¨¦rminos unitarios.
Garc¨ªa-Morente y Maeztu, aquejados de una visi¨®n ahist¨®rica, por lo dem¨¢s esencialista y est¨¢tica, levantaron un edificio doctrinal que qued¨® anclado en un tiempo y unas circunstancias hac¨ªa un siglo largo fenecidos. La historia es un proceso, una peregrinaci¨®n hacia el futuro, y su desconocimiento de este hecho tan fundamental determin¨® que tan cacareada doctrina no fuese aceptada y se desempolvaran viejos prejuicios y resentimientos adormecidos en contra del conjunto de la obra espa?ola en Am¨¦rica. La Doctrina de la Hispanidad, por su esencia y su instrumentaci¨®n, fue una repulsa de la modernidad, un ataque a la esperanza, una negaci¨®n de la otredad del ser americano, o sea, lo espa?ol-americano, cuya m¨¢xima originalidad cultural qued¨® plasmada en el Barroco y en el Modernismo. Por culpa de ella y a causa tambi¨¦n de la aplicaci¨®n sectaria por parte del oficialismo franquista, el reloj latinoamericano se par¨® en contra nuestra y muchas iniciativas pasaron a archivarse en los cajones del olvido para siempre. Es justo reconocer que nuestros gobernantes, desde 1976, y teniendo por motor principal a la Corona, andan afan¨¢ndose por recomponer tan pernicioso cuadro y por recuperar el tiempo perdido. Porque Espa?a y los espa?oles, con los pies asentados en la realidad de una historia compartida y asumida, deben mirar hacia adelante en los asuntos americanos, que son tan suyos como nuestros. En las dos orillas se ense?orean culturas de s¨ªntesis profundamente fraguadas e imborrables. Y el que se denomine actualmente al conjunto de pueblos hisp¨¢nicos como Am¨¦rica Latina o Latino
La fallida hispanidad
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Resulta f¨¢cilmente comprobable que la Doctrina de la Hispanidad no ha sido reemplazada por otra de espectro totalizador, a pesar del empe?o puesto desde las instancias de poder. Hoy por hoy, contin¨²a faltando una pol¨ªtica clara, coherente y a largo plazo por la que, de igual a igual, se, regularicen y potencien las relaciones. Por parte espa?ola han existido y existen gestos, viajes, declaraciones de buenas intenciones y esbozo de nuevos compromisos y apoyos, pero se echa de menos lo que en el lenguaje coloquial se conoce por poner el cascabel al gato". De todos modos, una cosa aparece clara: amagar con la imposici¨®n de un modelo determinado a unas circunstancias tan dispares ser¨ªa tachado de neocolonialisino y, desde luego, inoperante.
Nos movemos en la interinidad debido, en gran medida, a los desajustes administrativos y a la proliferaci¨®n de organismos faltos de medios y sobrantes de, recelos entre unos y otros. De otra parte, la realidad econ¨®mica contempor¨¢nea no contribuye a la elaboraci¨®n de una pol¨ªtica ambiciosa en proyectos. La crisis econ¨®mica -con recesi¨®n, paro y deuda externa apabullantes- favorece el brote de comportamientos sociales crispados, en algunos casos de guerra declarada, y de proteccionismos nacionalistas en materia de intercambios comerciales. No obstante, los acontecimientos en la zona est¨¢n demostrando que en muchas ocasiones se defienden posiciones a?ejas, minoritarias e irreconciliables con las de la mayor¨ªa, sin que exista la menor intenci¨®n de poner fin a las causas que originan los conflictos y los enfrentamientos. Est¨¢ claro, faltan objetividad, generosidad y sensibilidad para alcanzar el compromiso de paz y justicia deseado.
En el continente americano est¨¢ repercutiendo la geostrategia de las dos superpotencias, que, en un clima bronco y de tensiones m¨¢ximas, tratan de imponer sus hegemon¨ªas respectivas de un modo arrogante, confuso y contradictorio. Pero a la hora de perfilar una pol¨ªtica de relaciones con las naciones de nuestra Am¨¦rica aparece claro el rumbo que marca la br¨²jula: tanto los pa¨ªses hermanos como el nuestro han manifestado repetidamente el prop¨®sito decidido de poner fin a la provisionalidad actual. Es hora de transformar la voluntad pol¨ªtica en acciones concretas. Es imprescindible colmar el vac¨ªo dejado por la fall¨ªda Hispanidad con una pol¨ªtica realista y de largo aliento. No se puede encarar el a?o 1992 con una laguna de tal tama?o.
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