Perder el amor, perder la vida
Alan Lake, viudo de la ex actriz brit¨¢nica Diana Dors, se suicid¨® en Londres el pasado mi¨¦rcoles, 17? aniversario del d¨ªa en que se conocieron, porque no pod¨ªa soportar la vida sin su compa?era. Pocas horas antes, en el otro extremo de Gran Breta?a, en Gales, otro hombre se quit¨® la vida por id¨¦ntico motivo. "Por fin me re¨²no contigo", dej¨® escrito en un diario. "Los suicidios por arnor no son tan extra?os como pudiera parecer, y desde luego, no son exclusivos de la adolescencia", explica un psiquiatra. "De vez en cuando saltan a los peri¨®dicos porque la v¨ªctima era un personaje conocido, pero no es infrecuente encontrarnos con hombres que no quieren vivir cuando sus esposas o compa?eras han muerto"
Diana Dors fue la r¨¦plica europea de Marilyn Monroe: una rubia despampanante con una vida sentimental muy agitada. Alan Lake, tambi¨¦n actor, fue su tercer marido. Diez a?os m¨¢s joven que ella, ten¨ªa fama de pendenciero y alcoh¨®lico. Contrajeron matrimonio en 1968, cuando ella era todav¨ªa una actriz conocida, con una figura espl¨¦ndida, y nadie crey¨® que la pareja pudiera consolidarse.
Abandon¨® su r¨¦gimen
Sorprendentemente, y tras algunas crisis y broncas p¨²blicas, Diana y Alan continuaron juntos. La actriz, que siempre hab¨ªa tenido tendencia a la obesidad y que se somet¨ªa a draconianos reg¨ªmenes alimenticios, abandon¨® los planes para adelgazar y engord¨® considerablemente, mientras que Alan dejaba de beber. Tuvieron un hijo, que cuenta 15 a?os, y se retiraron pr¨¢cticamente de los escenarios. Alan estuvo a su lado cuando la actriz contrajo la meningitis y estuvo a las puertas de la muerte, y luego, durante dos largos a?os, mientras luchaba contra el c¨¢ncer. Hace cinco meses, Diana Dors muri¨®, y Alan Lake apareci¨® en los funerales derrumbado e inconsolable. En la corona de flores escribi¨®: "Para mi dulce amor, del que s¨®lo me separa un susurro". Alan puso en venta la casa en la que hab¨ªa vivido con su mujer e intent¨® volver al mundo del espect¨¢culo. Sus amigos, inquietos por su profunda depresi¨®n, intentaron distraerle, y ¨¦l hizo esfuerzos por dedicarse a su hijo, que preparaba su deb¨² como actor de teatro. Sin embargo, el pasado mi¨¦rcoles le dijo a su ama de llaves: "La echo tanto de menos...". Luego, subi¨® al cuarto de su hijo, al que hab¨ªa enviado previamente a casa de unos amigos, y se peg¨® un tiro. "Ten¨ªa 43 a?os, era guapo y rico y estaba rodeado de gente deseosa de ayudarle, pero simplemente no pod¨ªa vivir sin Diana", explica uno de sus m¨¢s ¨ªntimos amigos.
Pocas horas antes, en Abergavenny (Gales), un australiano de 30 a?os, Neil Browne, cerr¨® las puertas del garaje, conect¨® el tubo de escape con el asiento delantero de su coche y encendi¨® el motor. El d¨ªa anterior hab¨ªa asistido al funeral de su compa?era, Susan Pritchard, que muri¨® ahogada, probablemente de forma voluntaria. Susan no quer¨ªa viajar a Australia para vivir con rowne. Cuando ¨¦ste supo que Susan hab¨ªa muerto, encarg¨® un billete de ida a Gran Breta?a, sin retorno.
Curiosamente, hay m¨¢s hombres que mujeres que se suicidan por amor, explica el responsable del departamento de psiquiatr¨ªa de un hospital londinense. "Tal vez porque cuando hay hijos, las mujeres, por muy deprimidas que est¨¦n, renuncian a quitarse la vida".
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