Del fanatismo, de la tolerancia y de la comunicaci¨®n
Es ya un feliz uso el de la celebraci¨®n del Foro sobre el Hecho Religioso, auspiciado por el Instituto de Fe y Secularidad, y es ya un h¨¢bito m¨ªo el de escribir aqu¨ª a prop¨®sito de ¨¦l. Su tema de este a?o, muy de actualidad, ha sido El fanatismo. Uno de los puntos de partida de la reflexi¨®n fue el siguiente: cuando hablamos de fanatismo pensamos siempre, por supuesto, en el fanatismo de los otros. Nosotros nunca somos fan¨¢ticos, lo que nos ocurre, si acaso, es que estamos seguros de nuestra verdad. Mas, ?qui¨¦n, en este mundo actual de inestabilidades, puede estar seguro de nada? ?No ocurrir¨¢ que, en mayor o menor grado, todos los que creemos en algo, en la medida en que lo creemos, somos fan¨¢ticos? Habr¨ªa entonces un fanatismo duro o propiamente dicho, el de quien trata de imponer su verdad-seguridad a los dem¨¢s, y un fanatismo, llam¨¦moslo as¨ª, subjetivo, el de quien reposar¨ªa tranquilo en su verdad, dejando a los otros que se las arreglen como puedan y resuelvan por s¨ª mismos el problema del sentido de su existencia. Posici¨®n esta penetrada de indiferencia -indiferencia, en este caso, para con el pr¨®jimo-, indiferencia de la que luego hablaremos. Mas, ?no es un mandato el de la propaganda fide, el de expandir la luz? S¨ª, pero portadores de luz somos, en potencia, todos. No s¨¦ si de la discusi¨®n, como suele decirse, pero desde luego s¨ª de la comunicaci¨®n intersubjetiva, dela intercomunicaci¨®n, del di¨¢logo, es de donde sale la luz.Comunicaci¨®n es mucho m¨¢s que tolerancia, tema asimismo del foro del presente a?o. La intercomunicaci¨®n parte del supuesto de que yo puedo aportar algo a los otros, ciertamente, pero tambi¨¦n ellos a m¨ª. Por el contrario, de la tolerancia puede decirse que es la forma blanda del fanatismo: desde mi supuesta superioridad y, colectivamente, desde el poder, se concede la tolerancia de cultos; por ejemplo, se permiten las casas de tolerancia, como antes se las llamaba, se soporta o tolera lo que los otros hacen o dicen, pero simplemente como mal menor y manteni¨¦ndolos a raya, es decir, en tanto que no pongan en peligro el orden establecido. Joan Estruch mostraba en su ponencia el parentesco sem¨¢ntico etimol¨®gico entre el fan¨¢tico, hombre del templo (fanum) de Dios, y el entusiasta o pose¨ªdo de Dios.
Pero, a su vez, el otro ponente, Miguel Benzo, se preocupaba de la diferenciaci¨®n entre ambos tipos humanos. El entusiasta se entrega, intelectual y emocionalmente, a una causa, como suele decirse, pero, propiamente, en lo que tiene de positivo y personal, respetando a quien piensa y siente de otra manera. Y, sin embargo, el entusiasta trivial, el que llamamos hoy fan, cuando su entusiasmo se enfrenta con otro entusiasmo, se convierte con facilidad en fan¨¢tico, en eliminador del contrario. Y es preciso reconocer que a muchos entusiastas de causas no triviales les suele pasar otro tanto.
En el extremo opuesto al fanatismo se encuentra la indiferencia. (Mas, como puntualizaba Estruch, se ha hablado en otro tiempo de una santa indiferencia, indiferencia para todo aquello que no es lo ¨²nico religiosamente importante.) In-diferencia, ve¨ªa mos antes, con respecto a las creencias de los dem¨¢s. Indiferencia, m¨¢s radical, que es ya escepticismo, con respecto a las que se presentan ante uno mismo. Pero hagamos ahora, con esta ¨²ltima palabra, escepticismo, un recorrido paralelo al de la palabra fanatismo, y remont¨¦monos desde su acepci¨®n actual a su significaci¨®n etimol¨®gica: skepsis, como consideraci¨®n o mirada cuidadosa y atenta. Y juntemos ahora ambos conceptos: seamos entusiastas u hombres de creencia y devoci¨®n, s¨ª, pero tambi¨¦n cuidadosos, vigilantes, cr¨ªticos, desdoblados, esc¨¦pticos.
Mas ?esta conjunci¨®n no es pura contradicci¨®n? En cierto modo s¨ª, como lo somos nosotros mismos: la contradicci¨®n no s¨¦ si de nuestra condici¨®n, pero si, sin duda, de nuestra situaci¨®n actual: creencia asaltada por la inseguridad, fe acompa?ada por la sombra, inseparable, de la incredulidad, destino de nuestro tiempo, del que muchos, en Ir¨¢n y entre nosotros, quisieran escapar ceg¨¢ndose para as¨ª, sin ver, avanzar -retroceder- fan¨¢ticamente. (Por cierto, a prop¨®sito del fanatismo fundamentalista del islam, visto desde Occidente -m¨¢s que del Ir¨¢n actual-, nos comunic¨® una interpretaci¨®n muy ponderada Emilio Galindo, del Centro de Investigaci¨®n Hispano-?rabe e Islamo-Cristiana.)
?C¨®mo superar, entonces, de alguna manera, esa contradicci¨®n en la que consistimos? Por la l¨ªnea religiosa del lenguajesimb¨®lico (m¨ªstico, po¨¦tico), nos dec¨ªa Jos¨¦ Caffarena, en una gran verdad envolvente de todas las peque?as verdades. Y por la l¨ªnea laica del lenguaje conceptual (de la raz¨®n, de la Ilustraci¨®n en su tarea de hoy), en un consenso siempre abierto, siempre cuestionable. Pues ni de la religi¨®n ni de la raz¨®n debemos tener una concepci¨®n definitoria, cerrada, excluyente, fan¨¢tica, sino una concepci¨®n ecum¨¦nica, abierta, omnicomprensiva, comunicativa y comunicante.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.