Enriqueta Lewi
Secretaria de Ram¨®n y Cajal durante los ¨²ltimos ocho a?os de vida del premio Nobel espa?ol
Dice que lo m¨¢s importante que le ha ocurrido en la vida es haber conocido a Santiago Ram¨®n y Cajal. Fueron los ocho a?os m¨¢s intensos que recuerda Enriqueta Lewi, de 74. a?os, secretaria del premio Nobel espa?ol durante los ¨²ltimos a?os de su vida. Una etapa en la que se recuerda a s¨ª misma "sobreexcitada de ¨¢nimo" y que define como su primera universidad. Estos a?os junto a Ram¨®n y Cajal, en su mismo despacho, le han permitido conocer aspectos in¨¦ditos del hombre y del cient¨ªfico y escribir un libro, As¨ª era Cajal. Ahora, ya jubilada, prepara otro sobre el aspecto social de su obra.
Ten¨ªa tan s¨®lo 16 a?os, cuando comenz¨® a trabajar con Santiago Ram¨®n y Cajal, pero ya era perfectamente consciente de la importancia que esa etapa tendr¨ªa para el resto de su vida. "Yo me incorpor¨¦ con un entusiasmo enorme porque para m¨ª significaba mucho que aquel hombre, que era el sabio m¨¢s sabio de todos los sabios del mundo, estuviera esperando que terminara mis estudios, y que subiera a mi casa a decirle a mi madre: 'Por favor, esa peque?a que no se coloque en ninguna oficina, que quiero que trabaje comnigo'".La "peque?a", o "Ketty", que era como la llamaba Ram¨®n y Cajal, hablaba perfectarilente alem¨¢n, la lengua de su padre, adem¨¢s de franc¨¦s e ingl¨¦s. Algo que apreciaba sobremanera. el premio Nobel espa?ol -que s¨®lo se defend¨ªa en italiano y franc¨¦s- en un momento en que el idioma de las neurociencias era precisamenta aqu¨¦l.
"El primer d¨ªa me dijo: 'Mire, peque?a, yo soy sordo, pero no tanto, y no me gusta que me griten. Si se acerca y me habla bajito, yo le oigo perfectamente'. Cuando alguien le hablaba a gritos desde lejos no le gustaba, y aunque no se enteraba de lo que dec¨ªan, le dec¨ªa: 'Que no soy tan sordo'", recuerda Enriqueta.
Tras la muerte de Ram¨®n y Cajal, Enriqueta Lewi continu¨® trabajando con cient¨ªficos de su escuela hasta que la guerra civil la oblig¨® a exiliarse a la URSS, donde pudo materializar en estudios universitarios esas ansias de saber que le inculcara Ram¨®n y Cajal. All¨ª estudi¨® pedagog¨ªa de lenguas extranjeras y se doctor¨® en Ciencias Hist¨®ricas. Tras un par¨¦ntesis de cinco a?os en China. regres¨® a Espa?a, hace 13 a?os, reincorpor¨¢ndose al Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas.
Niega que Ram¨®n y Cajal fuera adusto, y, por el contrario, afirma que era afable, adem¨¢s de sencillo y muy agradecido con sus colaboradores. Me muestra una foto dedicada por el maestro: "A Ketty, compa?era de trabajo y amiga", y un libro de Bacon plagado de notas escritas a l¨¢piz por Ram¨®n y Cajal en las contraportadas y en los m¨¢rgenes, porque "dialogaba con los autores escribiendo en los libros comentarios y opiniones, e incluso mostrando su acuerdo o discrepancia".
"Un verano me dijo que no me fuese de vacaciones porque quer¨ªa que le ordenase su biblioteca particular. Le hice una catalogaci¨®n muy sencilla, por materias y autores, y le pareci¨® muy bien, pero luego no encontraba los libros porque no los volv¨ªa a colocar en su sitio, as¨ª que un d¨ªa me dijo: 'Mire, peque?a, ese m¨¦todo de usted ser¨¢ muy moderno, pero no funciona'. Y al final si no encontraba un librole daba verg¨¹enza dec¨ªrmelo y compraba otro, de manera que ten¨ªamos muchos ejemplares repetidos que luego me regalaba".
Enriqueta cree que Ram¨®n y Cajal no hubiera muerto ese 17 de octubre de 1934 de no haber padecido las secuelas que le quedaron de la guerra de Cuba, y que le hac¨ªan sufrir dolores intestinales y de pecho. "Cuando el tiempo se estropeaba cog¨ªa inevitablemente una gripe. Y no tomaba los medicamentos que le recetaban los m¨¦dicos, aunque ellos no lo sab¨ªan. Se hac¨ªa sus propias medicinas, en una especie de almirez, empleando productos qu¨ªmicos".
Recuerda a Silveria, la mujer del cient¨ªfico, ya anciana y muy guapa todav¨ªa, "que ¨¦l describ¨ªa como si fuera la hero¨ªna de una novela, y que fue quien le liber¨® de su padre. Gracias. a ella pudo ser artista, como quer¨ªa, y descubrir los secretos de la naturaleza que buscaba en el cerebro".
"Fueron ocho a?os muy intensos", dice Enriqueta evocando las m¨²ltiples tardes de s¨¢bado y domingo que pas¨® durante su adolescencia trabajando junto a Ram¨®n y Cajal, en el laboratorio o en su casa, mientras sus amigas iban a divertirse con sus novios o amigos.
"Yo estaba encantada de ir a trabajar los fines de semana con ¨¦l. A veces se echaba en un div¨¢n y durante horas y horas me contaba cosas de sus viajes, de libros que hab¨ªa le¨ªdo y que me aconsejaba. Yo, sentada en un taburete frente a ¨¦l, le escuchaba completamente embelesada. Durante aquella ¨¦poca aprend¨ª much¨ªsimo".
Reconoce que le debe incluso su toma de conciencia ideol¨®gica: "?l era muy liberal, y yo creo que, aunque no ten¨ªa conciencia de ello, era socialista". Y concluye que "Cajal despert¨® en m¨ª la necesidad de saber. Lo ¨²nico que lamento ahora es no haber tenido entonces la cultura que tengo ahora para ayudarle m¨¢s y poder darle una explicaci¨®n sobre ciertas cosas que ¨¦l rechazaba, como el arte de Picasso o de Kandinski y las autonom¨ªas".
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