En Galicia, tras las huellas de Valle-lncl¨¢n
La Galicia de Valle-Incl¨¢n renace cada oto?o. Y este oto?o, el escritor gallego ha renacido tambi¨¦n en Madrid con el montaje de Luces de bohemia por el Centro Dram¨¢tico Nacional, que ha recorrido ya una buena parte de la geograf¨ªa espa?ola. El mundo de Valle-Incl¨¢n es un universo -de muy pocos escritores se puede decir algo semejante- cuyas ra¨ªces son todav¨ªa localizables en lugares, hombres, casas y paisajes de su Galicia, y algunas de sus ramas m¨¢s brillantes en un Madrid donde todav¨ªa es posible descubrir aires valleinclanescos en la vuelta de una esquina o de un giro verbal. El tronco gallego del escritor y su rama madrile?a est¨¢n estos d¨ªas ah¨ª cerca, otra vez en la vanguardia.
Las piedras hidalgas, barbadas de musgo, rezuman oto?o. Se ha acallado el traj¨ªn veraniego, y la r¨ªa de Arosa y la tierra del Saln¨¦s y La Puebla del De¨¢n se repliegan en su ciclo. El pazo del Cuadrante, en Vilanova, la cuna oficial del escritor, nacido a las seis de la ma?ana del 28 de octubre de 1866, tiene ya m¨¢s goteras. Vuelve Xavier de Bradom¨ªn de Madrid de Veracruz o de las l¨ªneas del Marne. Pasea con su Concha, la de la sonata, entre un aroma entra?able de flores marchitas, y le dice: "?Te acuerdas?". Vuelven las sombras, las pasiones, el misterio. Lo dem¨¢s es cuento.Xaqu¨ªn, un joven profesor de lengua y ¨¦tica en el instituto de formaci¨®n profesional de La Estrada (Pontevedra), acaba de publicar uno de sus primeros relatos. Prepara tambi¨¦n un libro que puede desvelar nuevas luces sobre uno de los grandes genios de la literatura universal. Conoce a fondo sus obras, ha seguido sus pasos, incluso m¨¢s all¨¢ del oc¨¦ano. Y lleva su sangre. D¨ªas atr¨¢s, ojeando un armario, coment¨® a su padre: "?Qu¨¦ bien vest¨ªa el abuelo!". Aquellos trajes, conservados fielmente con libros, muebles y recuerdos, en un piso c¨¦ntrico de Pontevedra, fueron los de don Ram¨®n Mar¨ªa del Valle-Incl¨¢n, y el joven Xaqu¨ªn es su nieto.
El marqu¨¦s de Bradom¨ªn, antes de franquear la puerta, pone como condici¨®n al visitante que renuncie a toda entrevista. Carlos del Valle-Incl¨¢n insiste en que "no es honesto chupar rueda del apellido", y que su misi¨®n no es ir de divo, sino servir dignamente el legado del padre. Siempre se hurta alguna confidencia, y quiz¨¢ lo perdone. La casa es como un peque?o santuario laico de don Ram¨®n. All¨ª est¨¢n, con manto sepia, fotograf¨ªas de la infancia, y tambi¨¦n una en caballo, camino de Armenteira, donde San Ero durmi¨® 300 a?os despu¨¦s de escuchar el canto de un ave. Y otras decenas de fotos dedicadas: Mar¨ªa Guerrero, el presidente mexicano Obreg¨®n, el pretendiente carlista Jaime, P¨¦rez Gald¨®s, el torero Belmonte... Pinturas y, dibujos de Zuloaga, Juan Gris, Romero de Torres, Ricardo Baroja o Castelao Legaderas y conchas sobre el escritorio. Un biombo ex¨®tico y un vetusto bargue?o. Mapas y planos del ruedo ib¨¦rico. Un busto de Victorio Macho. Un Ni?o Jes¨²s "que aparece en ¨¢guila de blas¨®n". Carteles de estrenos dram¨¢ticos en lenguas b¨¢rbaras. Y la biblioteca, como una isla del tesoro.
Blas¨®n y cuna
Una de las ¨²ltimas peticiones que le ha llegado al marqu¨¦s de Bradom¨ªn procede de la Biblioteca del Congreso, en Washington solicitando autorizaci¨®n para reproducir en cinta el Tirano Banderas, con destino a ciegos. Carlos del Valle-Incl¨¢n habla con emoci¨®n de c¨®mo la creaci¨®n del padre sobrevuela fronteras, las geogr¨¢ficas y las de la percepci¨®n.
En Vilanova de Arosa, donde comenz¨® a gestarse esa fascinante traves¨ªa, la prima Aurita, como todas las ma?anas, sube la escalinata del pazo del Cuadrante y abre el caser¨®n al aire para que no se muera de abandono. Aurita de la Pe?a, "soltera por gusto", ten¨ªa siete a?os cuando muri¨® don Ram¨®n, y lo recuerda como "una persona cari?osa con los ni?os y simpatiqu¨ªsima".
Junto al blas¨®n est¨¢ la placa que se?ala al pazo como la cuna de Valle-Incl¨¢n, pero, a pesar de ser monumento hist¨®rico, nadie ha puesto un duro para que la casa se conserve. Desbordando el recinto amurallado, un majestuoso magnolio trae aromas de leyendas. "Viene mucha gente", dice Aurita, y los japoneses siempre se empe?an en fotografiarse conmigo".
Tambi¨¦n la ruina y la vegetaci¨®n van apoder¨¢ndose del pazo da Rua Nova, tan ligado a la infancia, a las primeras letras y a la vida de don Ram¨®n. En la fachada de la capilla, un San Miguel descolorido por mil lluvias vence desde hace cientos de a?os a un demonio pisoteado. La mitad de la casona pertenece territorialmente al municipio de Villagarc¨ªa, y la otra mitad, al de Vilanova. "Grande es el mundo aqu¨ª", dice Consuelo Diz, la labradora que hace de gu¨ªa en este paisaje superreal de estatuas barrocas perdidas entre zarzas.
Una enconada pol¨¦mica sobre su lugar de nacimiento, entre Vilanova y Puebla de Carami?al, en el margen norte de la r¨ªa, la resolvi¨® don Ram¨®n con genialidad equitativa. El escritor, por propio deseo, vino al mundo en un barco de vela en el justo medio de la r¨ªa, cuando su madre cruzaba de Puebla a Vilanova. Pero buenos son los bi¨®grafos, aficionados o profesionales, para respetar la voluntad del personaje.
Manuel S¨¢nchez, por ejemplo, lleva varios a?os intentando demostrar a vilanovenses y extra?os que Valle-Inci¨¢n no naci¨® en el pazo del Cuadrante, y su caballo de batalla es el decreto 249/1976, de 9 de enero, que lo declara oficialmente cuna del escritor. S¨¢nchez, licenciado en Derecho e historiador por libre, es tambi¨¦n un personaje de novela. Pulcro, -exquisitamente amable, es el ¨²nico concejal de una candidatura denominada La Verdad, en el Ayuntamiento de Vilanova. "Tuve un solo voto en la isla de Arosa", dice con autoiron¨ªa, "y otro en Andr¨¢s". Su espacio electoral, evidentemente, est¨¢ en Vilanova capital. "He investigado este asunto con el ¨²nico prop¨®sito de impedir que se r¨ªan de Villanueva".
Invocando el testimonio de los mayores, y apoy¨¢ndose en la propia partida de bautismo de Ram¨®n Jos¨¦ Sim¨®n Valle Pe?a, que pasar¨¢ a la gloria Eteraria como Ram¨®n Mar¨ªa del Valle-Incl¨¢n y Montenegro, y de los otros hijos de Ram¨®n del Valle y Dolores Pe?a, S¨¢nchez enmienda la plana a todos los bi¨®grafos y sit¨²a como lugar de nacin¨²ento la casa de San Mauro, tambi¨¦n propiedad en aquel entonces de la familia Pe?a. Efectivamente, en el ¨¢cta bautismal aparece como anotaci¨®n al margen San Mauro. La circunstancia de que el concejal S¨¢nchez sea ahora el due?o de la casa no empa?a, dice, la certeza de su descubrimiento. "Hay mucho infandio", asegura.
Otra revelaci¨®n notable de Manuel S¨¢nchez, que actualmente trabaja con entusiasmo en los actos del centenario de otro ilustre arosano, Julio Camba, es la de que Valle-Incl¨¢n libr¨® del servicio militar alegando defecto f¨ªsico. Su talla era 1,686 metros y hac¨ªa el n¨²mero 50 del segundo reemplazo de la quinta de 1985, apunta meticulosamente el historiador local.
El periodista barbudo
Alg¨²n anciano de Vilanova recuerda a Valle como "el periodista que tenia barbas". Quiz¨¢ en la calle la lembranza de Julio Camba sea m¨¢s pr¨®xima, "porque su madre era una paisana, que trabajaba las tierras como cualquiera". A¨²n cuentan la an¨¦cdota de cuando la banda de m¨²sica iba a recibir a un diputado y el autor de Divinas palabras se lamentaba. "Viene Valle-Incl¨¢n a Villanueva y como si viniera un monaguillo y viene el diputado Seoane y lo reciben con m¨²sica y fuegos de artificio".
"Dec¨ªan que reneg¨®", tercia con vehemencia S¨¢nchez, "pero Valle fue un genio, una cosa ¨²nica, un tipo excepcional, y no importa para nada lo que diga ni Villanueva ni nadie". Uno deja la villa con el recuerdo de una cita de Castelao: "Los hidalgos arosanoss son la flor de la locura gallega".
Como toda relaci¨®n pasional, la de Valle-Incl¨¢n con Galicia, a igual que la de Joyce con Irlanda, tuvo componentes de amor y odio. De Valle se dijeron, y a¨²n hay quien las dice, cosas dur¨ªsimas. El poeta Manuel Antonio le
En Galicia, tras las huellas de Valle-Incl¨¢n
llam¨® "maestro de la juventud imb¨¦cil de Galicia". "Lo mejor que tiene Valle-Incl¨¢n", dijo Otero Pedrayo, "es lo que tiene de gallego, ello a pesar suyo". Opiniones que contrastan radicalmente con la visi¨®n l¨²cida de Vicente Risco y la comprensi¨®n amistosa de Castelao, acaso las dos cabezas mejor dotadas del galleguismo. "Creo que Valle-Incl¨¢n", dijo Risco, "fue el que m¨¢s profundiz¨® en los estratos m¨¢s rec¨®nditos de la psiquis galaica, y que para hacerlo no tuvo que realizar estudio especial, sino que le bast¨® con ahondar en la suya".Aquel "celta aut¨¦ntico", como le llam¨® Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, vivi¨® en eterno retorno literario al valle hond¨ªsimo del Saln¨¦s, empujado a la bajamar por los montes Lobeira y Armenteira, que le hab¨ªa "sellado los ojos". Por eso Valle no precis¨® de mediaci¨®n en su maridaje con Galicia. Cuentan que en la quinta de La Merced, en la Riveirif¨ªa, en la tierra de Carami?al, donde nacieron dos de sus hijos, cultivaba la tierra al tiempo que escrib¨ªa algunas de sus mejores obras. "No me han arruinado las mujeres, con haberlas amado tanto, y me arruina la agricultura".
Una tumba, un cipr¨¦s
Cuando su mal era irreversible, en marzo de 1935, vuelve a Galicia para emprender el m¨¢s largo de sus viajes. "Ese viaje postrimero del peregrino", escribi¨® G¨®mez de la Serna, que busca a Santiago de Compostela para entregar su alma, no s¨®lo al santuario de piedras negras y antiqu¨ªsimas, sino a los bosques de alrededor, pues en medio de todo, el alma galaica de don Ram¨®n era un alma procesional de Santa Compa?a".
"Era un gran andar¨ªn, y no dej¨® sus paseos y tertulias pese a la enfermedad", recuerda Domingo Garc¨ªa Sabell, entonces un joven licenciado en Medicina y hoy presidente de la Real Academia Gallega. En Compostela, atendido en el sanatorio de Villar Iglesias, Valle-Incl¨¢n no quiso atarse al lecho. Caminaba entre los rosales de la Herradura, acud¨ªa al caf¨¦ Espa?ol, ya desaparecido, y al Derby, que conserva todav¨ªa el aliento de los fantasmas queridos. Parolaba con el vendedor de peri¨®dicos y con los paisanos en el Toural. Le gustaba ir a la feria de Santa Susana y, como buen entendido en caballos, discut¨ªa con los chalanes de razas y calidades.
Un d¨ªa, al salir de una sesi¨®n de radioterapia, coment¨®: "Estoy como en un barco". La tumba est¨¢ en Boisaca, a la sombra del cipr¨¦s Pero hay que subirse un d¨ªa como hoy al monte de la Curota, en la sierra del Barbanza, donde a¨²n cabalga libre el potro, apoyarse en la soledad digna de su busto de granito y empaparse del oto?o sobrevolando la ruina de las piedras blasonadas. All¨ª est¨¢ Valle, como siempre, naciendo en el justo medio de la r¨ªa.
Babelia
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