Aleksandar Broz
El hijo menor de Tito mitific¨® de ni?o a su padre porque le ve¨ªa poco, pero se 'ha vengado' despu¨¦s alej¨¢ndose de la pol¨ªtica y dedic¨¢ndose a los negocios
Naci¨® Aleksandar Broz en mayo de 1941, en medio del oscuro interregno entre la ocupaci¨®n nazi de Yugoslavia y el levantamiento popular. Tito se encontraba entonces organizando la resistencia. En los siguientes dos a?os, Tito sigui¨® ocup¨¢ndose de la salvaci¨®n de la patria, encabezando el ej¨¦rcito de partisanos que, sin la ayuda de sovi¨¦ticos ni aliados, luchaba contra el invasor. Este marco ¨¦pico hizo que el hijo menor de Tito, fruto de la uni¨®n del mariscal con Herta Haas -la segunda esposa del l¨ªder yugoslavo-, conociera antes los trasiegos de la clandestinidad que el rostro de su padre. El ni?o tuvo incluso que acostumbrarse a usar un nombre de guerra, Miso, que camuflaba su identidad frente al enemigo y que m¨¢s tarde ha seguido superpuesto a Aleksandar, como un apodo familiar con aire de leyenda.
El encuentro entre el padre y el hijo se produjo m¨¢s tarde, cuando Mis? contaba ya con cuatro a?os, es decir, cuando la guerra era ya un drag¨®n abatido y Tito era ya el presidente in p¨¦ctore. El d¨ªa en que conoci¨® a su padre, cuandio el h¨¦roe regres¨® a Belgrado en medio del clamor del pueblo, el ni?o fue llevado al Palacio Blanco. Y le dijeron: "All¨ª est¨¢ tu padre". "?l llevaba uniforme y yo tambi¨¦n iba vestido con un peque?o uniforme". El ni?o recit¨® entonces la frase que le hab¨ªan indicado: 'Camarada padre, aqu¨ª est¨¢ tu hijo Mis?". Una ceremonia con escenograf¨ªa teatral, en medio de los vahos honor¨ªficos de los cortesanos, a la que Mis? asisti¨® con cierta perplejidad. "Tard¨¦ bastante en acostumbrarme a decirle 'hola padre'.Esa mitificaci¨®n infantil apenas ten¨ªa conexiones con la aclamaci¨®n popular paralela de que era objeto Tito. El Mis? ni?o era m¨¢s consciente de las ausencias de su padre que de su carisma. Aunque ahora, con 43 a?os y dos hijos de 16 y 11 a?os, respectivamente, lo disculpe: "Fue un padre de lo m¨¢s normal, y mi relaci¨®n con mis hijos no es muy diferente. Al terrainar la guerra mi padre me llev¨® con ¨¦l, o mejor dicho, a su lado, porque me aloj¨¦ en una casa al lado de la suya. Y ¨¦sta fue una idea estupenda, porque as¨ª yo pod¨ªa llevar a casa a mis amigos sin problemas; cada uno ten¨ªa su mundo. La ¨²nica cuesti¨®n es que ¨¦l no pod¨ªa dedicarme todo el tiempo que hubiera deseado, hecho comprersible". Pero Mis¨®-Aleks andar transmite la sensaci¨®n de que su cari?o tuvo que competir a menudo con la responsabilidad del cargo presidencial; que ese secretario particular del mariscal que hac¨ªa de intermediario entre el mandatario y el ni?o, y que siempre estuvo pendiente de resolverle sus asuntos materiales, no era suficiente. "Cuando me cambi¨¦ al Liceo, reclam¨¦ mi expediente al secretario y me dijo que no le hab¨ªan llegado mis papeles, pero que ten¨ªa all¨ª los de un tal Aleksandar", comenta entre risas este todav¨ªa ni?o grande, de gran envergadura f¨ªsica y melancol¨ªa balc¨¢nica.
Ahora es el vicepresidente del INA, la empresa petroqu¨ªmica m¨¢s importante de Yugoslavia. Viaja con la celeridad propia de un ejecutivo -ausencias laborales en las que, de otro modo, tambi¨¦n imita a su padre-, y su estancia en Espa?a ha sido de negocios. "D¨¦jame una foto para que nuestros amigos sepan que vives conmigo", le dice su paciente mujer como reproche. "Quiz¨¢ lo que tengo en com¨²n con mi padre", a?ade Mis?, "es su obstinaci¨®n, su cabeza dura. Lo que yo siempre he admirado de Tito como ciudadano es su capacidad para tomar la decisi¨®n justa en el momento oportuno. Ten¨ªa el don de dejar madurar los acontecimientos antes de actuar".
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