Suramericanos, los malos de pel¨ªculas
El 30 de octubre de 1984 se cumpli¨® el primer aniversario de las elecciones democr¨¢ticas argentinas. Este hecho, junto con la puesta en pr¨¢ctica del plan de repatri ci¨®n que Naciones Unidas viene realizando con el apoyo del Gobierno espa?ol, modifica la situaci¨®n de muchos suramericanos que residen en Espa?a.Si bien no todos los que abandonaron sus pa¨ªses hac¨ªa mediados de los a?os setenta son exiliados pol¨ªticos, un alto porcentaje lo ha hecho como respuesta a las m¨²ltiples variantes de opresi¨®n que han generado las dictaduras militares. Por eso, a pesar de las excepciones, muchos de ellos cerrar¨¢n un importante ciclo de sus vidas cuando abandonen Espa?a en los pr¨®ximos meses.
Su paso ha quedado dibujado en 10 sudacas de celuloide, que corresponden a otras tantas pel¨ªculas de la reciente filmograf¨ªa espa?ola.
Hay dos pel¨ªculas espa?olas que han abordado el personaje del sudaca en su condici¨®n de exiliado pol¨ªtico: Los ojos vendados, de Carlos Saura (1978), y La muerte de Mikel, de Imanol Uribe (1983). Los ojos vendados es el ¨²nico filme donde un director espa?ol equipara las dictaduras latinoamericanas con la amenaza ultraderechista a la flamante democracia espa?ola.
El sudaca de Saura -una exiliada argentina que testimonia sobre las torturas recibidas- posee entidad y valor argumental por s¨ª mismo y es el motivo de reflexi¨®n del filme. Un director y autor de teatro espa?ol, encarnado por Jos¨¦ Luis G¨®mez, resulta agredido por preparar una obra inspirada en las declaraciones realizadas por la exiliada suramericana. Por esta v¨ªa Saura sugiere puntos comunes entre ambas realidades y propone un juego de identificaci¨®n entre latinoamericanos y dem¨®cratas espa?oles por un lado, y sus agresores por otro.
En La muerte de Mikel aparecen nuevamente las dictaduras dando sentido a la presencia de un sudaca, en este caso un ex militante chileno afincado en Euskadi. Si bien tanto Saura como Uribe se han preocupado por retratar sudacas veros¨ªmiles, en aqu¨¦l el car¨¢cter de extranjero es algo dado y sirve para realzar los puntos en com¨²n. En el director vasco, en cambio, este mismo car¨¢cter ser¨¢ esgrimido para aumentar la distancia y falta de integraci¨®n del personaje en esa comunidad: ser¨¢ un forastero. Como consecuencia, el sudaca de Uribe aparece, seg¨²n la conveniencia del filme, en su condici¨®n de m¨¦dico de izquierda -presta auxilio a un etarra herido-, o como un ser ajeno a la realidad vasca, capaz de delatar a su amigo Mikel y a la organizaci¨®n con la que hab¨ªa colaborado. Tanto distanciamiento parece buscado para que el sambenito de la delaci¨®n recaiga en el ¨²nico persoraje no vasco de la pel¨ªcula.
Arbitrariedad y caricatura
Otras cinco pel¨ªculas con apan ci¨®n de sudacas en sus historias -El pico, Sus a?os dorados, La Mano Negra, Salut ? forza al canut y Sesi¨®n continua- tienen el com¨²n denominador de la arbitrariedad y la caricatura. Son personajes que en algunos casos parecen concebidos como depositarios de la perversi¨®n o transgresi¨®n de la historia que se narra, recurso muy usado par cierto cine espa?ol donde el/la extranjero/a es fuente de tentaci¨®n pecaminosa: Vente a Alemania, Pepe (1971); Amor a la espa?ola de Fernando Merino; Vente a ligar al Oeste (1971), etc¨¦tera.
Quiz¨¢ el ejemplo m¨¢s acabado de este modelo de sudaca lo encontramos en El pico (1983), donde una joven prostituta y heroin¨®mana inicia a los dos protagonistas en el sexo.y en la droga. Su casa es un punto de reuni¨®n y de consumo para yonquis bilba¨ªnos.
Eloy de la Iglesia resuelve mo ralmente las transgresiones de su historia (robo, asesinato, drogadicci¨®n, tri¨¢ngulo amoroso, venalidad policial, etc¨¦tera) con sucesi vas redenciones de los personajes exceptuando la perversa sudaca quien ni siquiera padece las consecuenc¨ªas (ven¨¦reas, mono, prisi¨®n) de los vicios que alienta. La evocaci¨®n mefistof¨¦lica del personaje parece inevitable.
Otro ejemplo de profesionalizaci¨®n sudaca del sexo y la corrupci¨®n nos la ofrece Sus a?os dorados (1980), de Emio Mart¨ªnez L¨¢zaro. Un seudodirector de cine trapichea con personajes provenientes del paro, convirti¨¦ndolos en ocasionales actores de sus pel¨ªculas pornogr¨¢ficas. Se sirve de la colaboraci¨®n de sus allegados espa?oles a la hora de seleccionar personal para sus filmes, revel¨¢ndoles las claves del negocio: 'No necesito actores", asegura, "necesito gente a la que no le importe desnudarse y hacer el amor delante de las c¨¢maras". El absoluto desparpajo con que ¨¦ste y otros sudacas cinematogr¨¢ficos practican o hablan del sexo, punto coincidente entre las pel¨ªculas rese?adas en este apartado, sugiere una ¨®ptica com¨²n en varios directores espa?oles sobre la supuesta erotizaci¨®n del habla, las costumbres y la vida cotidiana en el Cono Sur.
El paradigma del prejuicio
En esta l¨ªnea de divulgadores se inscribe el profesor an¨®nimo de masturbaci¨®n telef¨®nica que retrata Fernando Colomo en La Mano Negra (1980). Una voz suramericana y masculina graba todos los d¨ªas en el contestador autom¨¢tico de una atribulada Carmen Maura un rosario de normas orientadas a la obtenci¨®n de mayores y mejores gozos solitarios. Pese a lo inquietante de la situaci¨®n, Fernando Colomo resuelve el tema convirtiendo al presunto obseso sexual en un joven rubio, tierno y
Suramericanos, los malos de las pel¨ªculas
rioplatense, que terminar¨¢ suplantando al novio de la Maura.Pero quien se convierte en el paradigma del prejuicio acu?ado en varios a?os de relaci¨®n hispano-sudaca, erradicando cualquier expectativa de verosimilitud, es la argentina que nos ofrece Francesc Bellmunt en Salut ? forza al canut. Estela se viste como una bailarina de tango, maneja conceptos de peque?a burguesa intelectual y adopta maneras de listilla de suburbio. La pel¨ªcula, ambientada en un medio de profesionales catalanes, tiene como protagonista a un sex¨®logo y consejero matrimonial a quien nuestra sudaca, llevada por su suficiencia, aconseja sobre c¨®mo comportarse con su esposa.
Hostilidad
Por su parte, la ¨²ltima pel¨ªcula de Jos¨¦ Luis Garci, Sesi¨®n continua (1984), introduce una excepci¨®n en la galer¨ªa de sudacas descritos, con la aparici¨®n de un director de teatro ex¨®tico y marginal que transita por Madrid con indumentaria de gaucho pampeano y tiene gestualidad de espantap¨¢jaros. La torpeza e ineptitud de este personaje resulta ser la clave del fracaso de la obra -en la que hablan las hormigas- que le ha sido confiada por su autor, un dramaturgo espa?ol protagonizado por Jes¨²s Puente. La historia hace pensar que o bien se trata de un ajuste de cuentas de Garci con un suramericano de carne y hueso o es un recurso poco afortunado para plantear la dicotom¨ªa entre creadores con sensibilidad popular (Marsillach y Puente) y creadores con pretensiones seudointelectuales (el sudaca). En los 90 minutos de Sesi¨®n continua, el sudaca de Garc? resulta ser el ¨²nico individuo antip¨¢tico y rechazado, dentro de una colecci¨®n de personajes supuestamente entra?ables y queridos.
En estas cinco pel¨ªculas la condici¨®n sudaca podr¨ªa ser intercambiable por la de catal¨¢n, gallego o dan¨¦s, y en cualquier caso, la supresi¨®n de los personajes por ellos protagonizados no afectar¨ªa a la estructura de los guiones. Por esta v¨ªa habr¨ªa que pensar que su existencia cinematogr¨¢fica est¨¢ dada como testimonio de la presencia sudaca en ciertos sectores de la sociedad espa?ola o, de forma m¨¢s anecd¨®tica, por formar parte de los c¨ªrculos laborales o amistosos de los realizadores. Una tercera alternativa podr¨ªa ser que, a la hora de rellenar un gui¨®n, se ha echado mano de un sudaca, recurso que siempre resulta pintoresco o ex¨®tico.
En El hombre de moda (1980), M¨¦ndez Leite presenta una sudaca, Aurora (Marilina Ross), inscrita en una historia personal que explica su llegada a Espa?a y una vida espa?ola que justifica su permanencia. Aurora no viene del cielo, y aunque no es una exiliada pol¨ªtica, conoce la situaci¨®n dictatorial que impera en su pa¨ªs. A sus 35 a?os, Aurora reinicia los estudios del COU en Espa?a y se siente atra¨ªda por su profesor de literatura, protagonizado por Javier Elorriaga, a quien inquieta y asusta el relato de su vida. Ante esto, el hombre de moda se aleja e intenta sustituirla por mujeres espa?olas m¨¢s convencionales, que aparecen como contrapunto de Aurora. Queda por ello la duda de si M¨¦ndez Leite recurre al hecho com¨²n de depositar en la extranjera las transgresiones sexuales menos aceptadas.
Desde el punto de vista cinematogr¨¢fico, Aurora no es un recurso que sirve de auxilio al director. M¨¦ndez Leite se ha preocupado por dibujar un personaje coherente y amparado en una conducta con motivaciones l¨®gicas. En este marco, su turbulenta historia (incesto y prostituci¨®n ocasional) nada tiene que ver con la corruptela arbitraria que caracteriza los filmes anteriores.
Un caso at¨ªpico
Un caso at¨ªpico y fuera de clasificaci¨®n es La Raulito en libertad (1977), de Lautaro Mur¨²a, donde el verdadero sudaca es el mismo Mur¨²a, interpretando su propio oficio de director. La Raulito, personaje de la marginalidad argentina, es contratada para rodar una segunda parte, con producci¨®n y escenarios espa?oles.
La Raulito en libertad es la pel¨ªcula que ni Mur¨²a ni Marilina Ross (la protagonista) -ambos exiliados en Espa?a- podr¨ªan haber rodado en la Argentina de 1977. Tal vez ello explique que varias escenas de un manicomio argentino evoquen las im¨¢genes transmitidas por quienes conocieron y testimoniaron su paso por los campos de concentraci¨®n bonaerenses.
Se tiene la impresi¨®n de que la condici¨®n de exiliado del director condicion¨® su capacidad para que Raulito se relacione con el medio espa?ol y le permitiese hacer de Espa?a algo m¨¢s que un decorado.
Excepto en esta ¨²ltima pel¨ªcula, en la que un productor espa?ol deposita su confianza en el director argentino, protagonizado por Mur¨²a, y muy circunstancialmente en relaci¨®n con el chileno del filme de Uribe, no se explicita en los otros filmes la hospitalidad o el rechazo que la sociedad espa?ola ha dispensado al sudaca. Queda por descubrir si la suma de estos sudacas de celuloide es la representaci¨®n que Espa?a tuvo del paso de ellos en estos a?os de convivencia.
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