Las dos vueltas de las elecciones nicarag¨¹enses
Hace ya cuatro a?os, cuando la Administraci¨®n dem¨®crata de James Carter pas¨® a la historia acaparando todo tipo de sambenitos, los asesores del nuevo presidente se apresuraron a apuntarse su primer tanto con la denuncia de un hallazgo que consideraron espectacular. En Washington todos estaban convencidos entonces de haber descubierto una segunda Cuba en el coraz¨®n de la antigua zona republicano-bananera. A Daniel y Humberto Ortega, los hombres fuertes de Managua, los tomaron por una versi¨®n nicarag¨¹ense de los hermanos Castro; a Sandino, por otro Jos¨¦ Mart¨ª; al movimiento sandinista, por una reproducci¨®n del 26 de julio cubano, y al diario La Prensa, de Managua, por un facs¨ªmil de La Marina, el peri¨®dico que Fidel Castro cerr¨® en los primeros tiempos de la revoluci¨®n.Cuatro a?os despu¨¦s, las elecciones que hoy se celebran en Nicaragua parecen haber trastocado un tanto, al menos formalmente, este juego de las comparaciones. Sin embargo, y aunque algunos puedan echar en falta un desembarco como el de Playa Gir¨®n, nada ha cambiado en el an¨¢lisis de Washington. Pero hay algo m¨¢s que completa el extra?o cuadro de estos comicios nicarag¨¹enses: las elecciones norteamericanas que se celebran pasado ma?ana re¨²nen, en cierto sentido, las caracter¨ªsticas de una segunda vuelta para el electorado del pa¨ªs centroamericano.
Las recetas de Washington
La importancia que para el proceso pol¨ªtico nicarag¨¹ense encierran las elecciones norteamericanas parece tener bastante del d¨¦j¨¤ vu freudiano. De la tensi¨®n existente en Nicaragua al prop¨®sito sandinista de "legitimar" su poder, pasando por el boicoteo de las principales fuerzas de la: oposici¨®n y por la actitud del pr¨®ximo presidente de EE UU, casi todo parece haber sido vivido en otras ocasiones.
Tradicionalmente, la pol¨ªtica norteamericana hacia la regi¨®n centroamericana y caribe?a ha tenido dos recetas que se han ido alternando seg¨²n el humor de cada inquilino de la Casa Blanca y de los resultados obtenidos en la zona por su predecesor. En primer lugar, la dureza. de los Mckinley, Eisenhower, Nixon y Ford, partidarios nada forzados de reg¨ªmenes autoritarios para combatir la insurrecci¨®n y, en las zonas m¨¢s templadas pol¨ªticamente, amigos de las soluciones basadas en el espejismo del consumismo tropical, a menudo causa de una atomizaci¨®n del tejido social y efecto del disfrute, por parte de los privilegiados, de una riqueza en demasiadas ocasiones no derivada de ninguna disciplina. Y en segundo t¨¦rmino, la cara amable, la pol¨ªtca de buena vecindad, de los Franklin D. Roosevelt, John Kennedy y James Carter, poco proclives, aunque sus hojas de servicios contengan suficientes excepciones, de los remedios m¨¢s expeditivos.
Ante el enfrentamiento electoral norteamericano del pr¨®ximo martes, pocas dudas caben sobre el humor de los candidatos republicano, Ronald Reagan, que est¨¢ en la l¨ªnea de los primeros, y del dem¨®crata, Walter Mondale, al que cabr¨ªa situar entre los segundos. La experiencia demuestra que el talante de Reagan ya es conocido suficientemente despu¨¦s de cuatro a?os de gobierno; en cuanto a Mondale, su pasado como vicepresidente con Carter debe ser recordado, seguramente, no s¨®lo por el electorado republicano, sino tambi¨¦n, y por razones bien distintas, por los sandinistas que se beneficiaron de la actitud de la Administraci¨®n dem¨®crata en 1979, en la fase final. de la descomposici¨®n del somocismo.
Si se pudiera hacer abstracci¨®n del conflicto militar centroamericano, las elecciones nicarag¨¹enses se celebran hoy, tras innumerables vicisitudes, cuando la crisis del itsmo se desarrolla en el enfrentamiento entre dos modelos bien distintos. Es decir, entre el encantamiento de los socios aut¨®ctonos de los Country Club y de la actitud mim¨¦tica hacia las cosas norteamericanas, por un lado, y los planes quinquenales y la "necesidad" cubana (seg¨²n el t¨¦rmino que en la isla se utiliza para referirse a las estrecheces de la vida cotidiana), por otro, Dicho de otra manera, entre la crisis de un modelo pronorteamericano, que se ha trarisformado en un caso t¨ªpico de deformaci¨®n del sentido colectivo, y el s¨ªndrome de Mariel, que es la consecuencia del estancamiento cubano.
La 'tercera v¨ªa'
As¨ª las cosas, con la retirada del Partido Liberal Independiente -peque?a formaci¨®n dirigida por un antiguo ministro sandinista- y de la Coordinadora Democr¨¢tica -la principal fuerza de la oposici¨®n- las elecciones nicarag¨¹enses -por muy limpias que resulten- parecen haber quedado reducidas a una "ratificaci¨®n del proceso revolucionario", por lo que no parece aventurado afirrmar que ser¨¢n puestas en entredicho por sus adversarios y que, como respuesta sandinista, podr¨ªa verse confirmada la influencia cubana en la evoluci¨®n del sistema. Paralelamente, un triunfo de Reagan en la segunda vuelta de las elecciones, que es lo que pronostican todos los sondeos, es dif¨ªcil que no se convierta en un nuevo acicate para acentuar esta influencia.
Los partidarios del grupo de Contadora siguen sosteniendo, por su parte, una tercera v¨ªa que no se resigna a analizar el conflicto centroamericano como una prolongaci¨®n del enfrentamiento entre Estados Unidos y la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Pese a la cr¨ªtica que determinados sectores europeos conservadores insisten en formular a esta mediaci¨®n, el esfuerzo posiblemente sigue siendo la ¨²nica oportunidad de soluci¨®n negociada. Cinco a?os despu¨¦s del triunfo sandinista, y cuando parece haberse enfriado la tentaci¨®n latinoamericana de determinados gobiernos europeos, los resultados, reacciones y consecuencias de las dos vueltas electorales ser¨¢n un factor decisivo para el futuro del proceso pol¨ªtico nicarag¨¹ense. Los dirigentes sandinistas parecen convencidos de que esa fuerza que les sigue arrastrando hacia una superpotencia, lejana (URSS) para resistir a la pr¨®xima (EE UU) es, en realidad, un reflejo natural.
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