Europa, es la era de la tecnopol¨ªtica
Europa, como Estados Unidos y Jap¨®n, est¨¢ entrando en la era de la tecnopol¨ªtica. Si antes los pol¨ªticos utilizaban el poder de los medios de comunicaci¨®n de masas para transmitir sus mensajes, ahora est¨¢n descubriendo el empleo de ordenadores, sat¨¦lites y otras nuevas herramientas de propaganda. Pero esto es tecnopol¨ªtica s¨®lo en su sentido m¨¢s superficial. Todos los problemas pol¨ªticos de importancia con los que se enfrentan hoy los Gobiernos -desde la estrategia nuclear al desempleo, desde el medio ambiente hasta los derechos humanos- se ven seriamente afectados por el cambio tecnol¨®gico.La pol¨ªtica ha tenido siempre una dimensi¨®n tecnol¨®gica. Hace 3.800 a?os, la invenci¨®n del carro de guerra alter¨® las relaciones pol¨ªticas en Asia occidental de una forma tan profunda como lo est¨¢n haciendo hoy los misiles de crucero en Europa. Pero tales analog¨ªas resultan enga?osas. El poder de las nuevas tecnolog¨ªas, el ritmo de innovaciones y la rivalidad global sobre su control han creado una situaci¨®n sin precedentes.
La tecnolog¨ªa avanzada es ahora tan vital para nuestra supervivencia, que desaf¨ªa a todas nuestras instituciones tradicionales', y los pol¨ªticos que no se dan cuenta de su importancia constituyen una amenaza. Esto no significa que un pol¨ªtico moderno deba tener una formaci¨®n cient¨ªfica. Pero s¨ª sugiere la necesidad de ideas claras sobre la tecnopol¨ªtica y el papel de la tecnolog¨ªa en las m¨²ltiples crisis actuales.
Hace dos d¨¦cadas, cuando cierto n¨²mero de. escritores, entre los que me encontraba yo, empezaron a advertir que se aproximaba el final de la civilizaci¨®n industrial y que los cambios a los que deber¨ªamos enfrentarnos ser¨ªan al menos tan importantes como los de la revoluci¨®n industrial, aquello sonaba a melodrama. Hoy, cuando vemos derrumbarse las chimeneas a nuestro alrededor, son cada vez m¨¢s los soci¨®logos, cient¨ªficos, hombres de negocios y pol¨ªticos que est¨¢n llegando, tard¨ªamente, a la misma conclusi¨®n.
Se ha calculado que la revoluci¨®n agr¨ªcola avanz¨® desde Asia occidental hacia Europa a raz¨®n de un kil¨®metro por a?o durante 9.000 a?os, transformando a n¨®madas, cazadores y pescadores en agricultores y ganaderos. Siglos despu¨¦s estall¨® la revoluci¨®n industrial en la Europa occidental, con lo cual se puso en movimiento una segunda ola de cambio que afect¨® a la mayor parte del planeta. En 300 a?os cre¨® una cadena de dos docenas de sociedades industriales, con una poblaci¨®n aproximada de mil millones de personas. Juntas, esas sociedades industriales han dominado el mundo no industrializado.
Hoy, el v¨¦rtice parece estarse desplazando una vez m¨¢s hacia Occidente, en forma de una tercera ola de cambios tecnol¨®gicos y socioculturales, surgidos principalmente en Estados Unidos y en Jap¨®n. Esta ola atraviesa el planeta a una velocidad sin precedentes y sus cambios est¨¢n produciendo una civilizaci¨®n que es tecnol¨®gica, pero ya no industrial.
El cambio de una industria basada en el m¨²sculo a otra basada en el trabajo intelectual, imposible sin ordenadores descentralizados y otras herramientas nuevas, plantea enormes problemas a los dirigentes pol¨ªticos.
?Qu¨¦ suceder¨¢ con los partidos pol¨ªticos basados en el apoyo de las organizaciones sindicales (o de las industrias de chimenea) a medida que el centro de gravedad econ¨®mica se vaya alejando de ellos? ?Puede producirse tina re estructuraci¨®n de tal magnitud sin agitaci¨®n social? ?Qu¨¦ hacer con las industrias y regiones en declive? ?Qu¨¦ suceder¨¢ con la educaci¨®n? ?Puede una Europa a¨²n en la segunda ola en su mayor¨ªa competir con unas potencias cada vez m¨¢s de tercera ola, como Estados Unidos y Jap¨®n? Hay que ser ciego para no darse cuenta de que est¨¢ sucediendo algo extraordinario que afecta a nuestra forma de vida por completo. La r¨¢pida difusi¨®n de los microprocesadores, la biotecnolog¨ªa, la electronificaci¨®n del dinero, la convergencia de ordenadores y telecomunicaciones, la creaci¨®n de nuevos materiales, las salidas al espacio exterior, la inteligencia artificial; todos estos avances no representan una extensi¨®n rectil¨ªnea de las toscas m¨¢quina; de la era industrial, sino un salto a un estadio completamente nuevo del desarrollo humano.
Los prejuicios mecanicistas
Esta revoluci¨®n cient¨ªfica y t¨¦cnica plantea problemas extra?os y a menudo sin precedentes, desde cuestiones bio¨¦ticas hasta la moralidad de las nuevas armas. Por desgracia, no s¨®lo los pol¨ªticos, sino la cultura como conjunto, parecen no estar preparados intelectualmente para hacer frente a estos problemas. Lo ir¨®nico es que, aunque nos estemos desplazando hacia una era. posmecanicista, seguimos pensando en t¨¦rminos mecanicistas.
Altamente influida por Descartes y Newton, la revoluci¨®n industrial no s¨®lo produjo maquinaria, sino ciertos h¨¢bitos de pensamiento. Aprendimos a desmontar el mundo que nos rodeaba, desmenuzando los problemas hasta en sus menores componentes. Llegamos a considerar el propio mundo como una m¨¢quina compuesta de piezas cuyas operaciones eran, en principio, predecibles. Bas¨¢ndose en la noci¨®n de causalidad, buscamos los or¨ªgenes del cambio en causas ¨²nicas y en fuerzas externas. Subestimamos, y a menudo comprendimos mal, el papel de la retroalimentaci¨®n o feedback, especialmente del feedback positivo. Nos centramos tozudamente en las relaciones lineales y en las proyecciones rectil¨ªneas.
La mentalidad mecanicista dio lugar a las tecnolog¨ªas b¨¢sicas de la era de las chimeneas. Contribuy¨® a abrir la puerta a adelantos sorprendentes en tecnolog¨ªa, nivel de vida, salud, comunicaciones, as¨ª como en la cultura humana. Pero la mentalidad mecanicista es mucho m¨¢s adecuada para explicar m¨¢quinas de fuerza bruta que m¨¢quinas inteligentes, sistemas cerrados que sistemas abiertos y estabilidad que revoluci¨®n.
Antes de que podamos pensar seriamente en la tecnopol¨ªtica, por tanto, deberemos desembarazarnos de tres errores mecanicistas acerca de la tecnolog¨ªa.
El primer error consiste en creer que la tecnolog¨ªa determina el futuro. El determinismo tecnol¨®gico es una falacia de la segunda ola. Se basa en una incapacidad para tener en cuenta el feedback, uno de los aspectos clave de la tecnolog¨ªa de la tercera ola.
Mientras que el feedback negativo conduce a la estabilidad, el positivo conduce a la autoaceleraci¨®n o al crecimiento autoimpulsado. Estos proceso no se dan s¨®lo en la naturaleza, sino en la compleja relaci¨®n entre tecnolog¨ªa y valores humanos. Los deterministas tecnol¨®gicos, sin embargo, a menudo pasan por alto este hecho.
Olvidan que toda elecci¨®n entre tecnolog¨ªas lleva una carga de valor. Tanto si esos valores suponen altruismo o lucro, crecimiento econ¨®mico o poder estatal, fanatismo religioso o supremac¨ªa militar -o incluso la acci¨®n aparentemente pura de la b¨²squeda del conocimiento- influyen claramente en el impulso de la investigaci¨®n y su financiaci¨®n, as¨ª como en la difusi¨®n de innovaciones, sin mencionar la fuerza de la resistencia burocr¨¢tica a su aplicaci¨®n.
Hace tan s¨®lo 100 a?os, la raza humana ten¨ªa relativamente pocas elecciones tecnol¨®gicas. Hoy existen tant¨ªsimas innovaciones esperando salir de los laboratorios del mundo, que no podemos empezar a desarrollar, financiar ni aplicar ni siquiera una m¨ªnima parte. Este cambio de pocas elecciones a un n¨²mero excesivo requiere criterios selectivos cada vez m¨¢s sofisticados y plantea cuestiones de valores cada vez m¨¢s complejas.
Por tanto, no es una tecnolog¨ªa materializada la que impulsa el sistema: son personas concretas, en puestos concretos, tomando decisiones concretas, general mente en conflicto con otras personas, quienes deciden si Alemania continuar¨¢ su desarrollo nuclear, Francia perder¨¢ su autoridad postal y telef¨®nica o si Europa construir¨¢ una estaci¨®n espacial.
La influencia de los Gobiernos en el cambio tecnol¨®gico no es s¨®lo una cuesti¨®n de pol¨ªtica expl¨ªcita, sino tambi¨¦n de acciones y pol¨ªticas indirectas. El sistema fiscal favorece u obstaculiza las inversiones en alta tecnolog¨ªa. Las. decisiones educativas determinan no s¨®lo cu¨¢ntos cient¨ªficos o t¨¦cnicos se licenciar¨¢n, sino si la poblaci¨®n en su conjunto ser¨¢ creativa y adaptable o se resistir¨¢ al cambio tecnol¨®gico. Las leyes sobre pensiones y derechos laborales influir¨¢n en la suavidad de la transici¨®n de la industria de chimenea a la producci¨®n de alta tecnolog¨ªa.
El surgimiento de poderosas industrias basadas en la nueva tecnolog¨ªa en Estados Unidos, Jap¨®n y Europa cambia los valores y crea nuevas divisiones pol¨ªticas.
En Estados Unidos, ¨¦ste era precisamente el trasfondo de la batalla entre Mondale y Gary Hart para su nominaci¨®n como candidato del Partido Dem¨®crata contra Reagan. Y por eso la ret¨®rica de Reagan est¨¢ llena de referencias a estaciones espaciales, alta tecnolog¨ªa y al futuro. Todo ello tiene como objetivo atraer a las regiones y votantes dependientes de las industrias de la tercera ola, del mismo modo que su innovaci¨®n de los valores tradicionales va dirigida a los votantes de m¨¢s edad, pertenecientes a la segunda ola.
Supone una gran simplificaci¨®n ' pero es ¨²til decir que Mondale representa a la vieja segunda ola... compa?¨ªas como Chrysler y los sindicatos asociados con ¨¦stas. Hart, por el contrario, en su campa?a habl¨® del Silicon Valley y de los intereses de la tercera ola. La batalla central no es entre izquierda y derecha, dem¨®cratas y republicanos, sino entre el orden industrial agonizante y un nuevo modo de vida asociado con la alta tecnolog¨ªa. Si Reagan se presenta como el ap¨®stol de la nueva tecnolog¨ªa y de los primitivos valores industriales, Hart habl¨® de las nuevas tecnolog¨ªas y de los nuevos valores sociales posindustriales. La tecnopol¨ªtica ha llegado directamente a la Casa Blanca. Parece que s¨®lo es cuesti¨®n de tiempo que llegue al 10 de Downing Street y al Palacio del El¨ªseo.
La interacci¨®n entre tecnolog¨ªa y valores es inevitable, y la idea de que la tecnolog¨ªa en cierto modo se impulsa a s¨ª misma o de que es una fuerza independiente que determina el futuro, resulta ingenua. La tecnolog¨ªa es pol¨ªtica.
La falacia aislacionista
Otra falacia mecanicista es considerar los progresos tecnol¨®gicos y cient¨ªficos actuales de forma independiente en lugar de estudiar su relaci¨®n de mutuo refuerzo. Por ejemplo, hoy d¨ªa la mayor¨ªa de la gente est¨¢ al tanto de que se est¨¢n efectuando progresos incre¨ªbles en los campos de la gen¨¦tica y de la inform¨¢tica, pero los consideran como l¨ªneas de desarrollo m¨¢s o menos independientes.La ingenier¨ªa gen¨¦tica habr¨ªa resultado inviable sin el concurso del ordenador. Al mismo tiempo, otros investigadores est¨¢n explorando la posibilidad de utilizar biotecnolog¨ªa avanzada para criar los chips necesarios para construir ordenadores m¨¢s r¨¢pidos y poderosos. Ambas tecnolog¨ªas no se desarrollan independientemente, sino que existe una relaci¨®n de interdependencia positiva.
Cuando se produzca una simbiosis plena entre ambas podremos esperar progresos explosivos en ambos terrenos, junto con unas tremendas conmociones en nuestras econom¨ªas, en nuestros sistemas morales y legales, nuestra cultura y, desde luego, en la propia evoluci¨®n humana. De forma similar, somos testigos de la convergencia de los ordenadores y de la comunicaci¨®n.
?stos son s¨®lo dos de los muchos campos en los que resultan evidentes esos fen¨®menos de convergencia y en los que existen bucles de feedback positivos entre tecnolog¨ªas aparentemente tan distintas. El no anticipar tales convergencias significar¨ªa que nuestra planificaci¨®n econ¨®mica, nuestra pol¨ªtica comercial, nuestros intentos de legislar garant¨ªas de protecci¨®n social y del medio ambiente ser¨ªan similares a la l¨ªnea Maginot, una l¨ªnea defensiva con armamento fijo apuntando en una direcci¨®n equivocada.
Un ¨²ltimo, pero importante, ejemplo de mentalidad mecanicista aplicada a la tecnopol¨ªtica guarda relaci¨®n con el pensa miento lineal: la creencia de que s¨®lo grandes inversiones o grandes inputs pueden producir gran des resultados. Esto puede se cierto en un ambiente estable o en equilibrio, as¨ª como en sistemas cerrados. Pero en una sociedad sometida a un veloz cambio y en un per¨ªodo de transformaci¨®n tecnol¨®gica, nada podr¨ªa estar m¨¢s alejado de la verdad.
Tendemos a olvidar que en un ambiente de gran cambio, inputs muy peque?os pueden generar a veces enormes resultados, de modo que el avance tecnol¨®gico no es tanto un proceso planificado, lineal, como un proceso retroactivo y en fermentaci¨®n. Un descubrimiento peque?o o alta mente especializado en un campo puede a veces producir cambios espectaculares en otro.
Se podr¨ªan enumerar otros muchos errores de nuestra forma de concebir la tecnolog¨ªa, y ello podr¨ªa explicar por qu¨¦ nuestras batallas ideol¨®gicas cobran tan a menudo la forma de una guerra entre los tecn¨®filos, que piensan que la tecnolog¨ªa puede curar todos nuestros males, y los tecn¨®fobos, que odian todo lo que se haya inventado desde la Edad Media.
A un lado tenemos a los inversores, los Gobiernos y los hombres de negocios y tecn¨®cratas, que contin¨²an identificando ciegamente progreso tecnol¨®gico con progreso; por el otro lado, ecologistas defensores del medio ambiente, cada vez m¨¢s organizados, y pol¨ªticos radicales para quienes la mera menci¨®n de la palabra tecnolog¨ªa evoca im¨¢genes de desastre ecol¨®gico y opresi¨®n orwelliana.
Ambas partes act¨²an como si la tecnolog¨ªa fuera un todo monol¨ªtico. Esto se debe a que las tecnolog¨ªas de la segunda ola eran enormes, costosas, centralizadas y masificantes. Un n¨²mero relativamente bajo de tecnolog¨ªas formaban la base de todo el sistema.
En t¨¦rminos de impacto pol¨ªtico y social, por ejemplo, hay un mundo de diferencias entre las tecnolog¨ªas de la segunda y la tercera ola. Los medios de comunicaci¨®n de la segunda ola se prestan f¨¢cilmente a un control central¨ªzado estatal o corporativo, as¨ª como a la manipulaci¨®n mental. Como contraste, los miniordenadores personales, las redes de comunicaciones locales, grabadoras, v¨ªdeos, televisi¨®n por cable, copiadoras y similares medios de la tercera ola fomentan la diversidad y la descentralizaci¨®n.
En t¨¦rminos del medio ambiente f¨ªsico, resulta hoy un error confundir las nuevas tecnolog¨ªas de c¨¦lulas de energ¨ªa de peque?a escala y relativamente limpias con las plantas de energ¨ªa nuclear o las plantas generadoras centralizadas. Pero eso es precisamente lo que suele hacerse en la guerra entre tecn¨®filos y tecn¨®fobos. La vieja teor¨ªa de que el desarrollo industrial degradar¨¢ necesariamente el medio ambiente, derrochar¨¢ energ¨ªa o deshumanizar¨¢ a la gente debe ser ahora revisada, al igual que la superada creencia de que el avance tecnol¨®gico significa necesariamente progreso.
El final de la era del obrerismo
No es s¨®lo el n¨²mero y variedad de nuestras herramientas lo que est¨¢ aumentando r¨¢pidamente. El mismo proceso de diferenciaci¨®n puede verse actuar en todos los niveles del sistema econ¨®mico y social. Como nuestras m¨¢quinas, nuestras sociedades saltan a un nuevo y m¨¢s alto nivel de diversidad.La revoluci¨®n industrial cre¨® una cadena de sociedades basadas en la producci¨®n masiva, el consumo masivo, la educaci¨®n masiva, las comunicaciones, entretenimientos y movimientos pol¨ªticos de masas. El t¨¦rmino sociedad de masas describ¨ªa tanto a las sociedades capitalistas como socialistas de la segunda ola. Hoy, en lugar de volverse m¨¢s masificadas, muchas de estas sociedades se est¨¢n desmasificando, descomponiendo las masas en agrupaciones cada vez m¨¢s peque?as y m¨¢s variadas. Ya no nos hacemos m¨¢s uniformes, sino m¨¢s heterog¨¦neos, y esto altera directamente una de las principales tendencias sociales de la era industrial. Las sociedades de la segunda ola son sociedades de masas. La tercera ola es desmasificadora. Veamos c¨®mo:
Producci¨®n. Pens¨¢bamos que la producci¨®n masiva era la forma m¨¢s avanzada de producci¨®n. Karl Marx y Henry Ford nos ense?aron juntos esa lecci¨®n. Hoy la producci¨®n masiva est¨¢ cada vez m¨¢s pasada de moda. En las f¨¢bricas m¨¢s avanzadas del mundo, las m¨¢quinas computerizadas producen peque?as cantidades de mercanc¨ªas fabricadas con especificaciones muy concretas a precios competitivos. Con la ayuda de la alta tecnolog¨ªa, estamos desmasificando la producci¨®n. La fabricaci¨®n masiva no desaparecer¨¢, pero una forma nueva y m¨¢s avanzada adquirir¨¢ mayor importancia.
Distribuci¨®n. En todos los terrenos de la comercializaci¨®n y de la distribuci¨®n vamos hacia una mayor segmentaci¨®n del mercado. Los ordenadores y la venta directa por correo contribuyen a encauzar los productos a minimercados muy identificados. Pronto las compras a domicilio por ordenador completar¨¢n la individualizaci¨®n de la distribuci¨®n. Estamos desmasificando la distribuci¨®n paralelamente a la producci¨®n.
Comunicaci¨®n. En Estados Unidos, que es el laboratorio de comunicaciones del mundo, se observa un sorprendente descenso en las audiencias masivas servidas por las gigantescas cadenas de televisi¨®n. Esto va aparejado al aumento de unas audiencias de inter¨¦s determinado servidas por televisi¨®n por cable y de pago. En los medios de comunicaci¨®n electr¨®nicos vamos de las grandes a las peque?as emisiones, mientras que en el mundo de la informaci¨®n impresa, el aumento de revistas especializadas, impresos comerciales y circulares corre paralelo con este proceso. Estamos multiplicando los canales para la transmisi¨®n de informaci¨®n dirigida a subgrupos altamente definidos y desmasificando los medios de comunicaci¨®n de masas.
Vida familiar. En lugar de un solo modelo de sistema familiar, vamos hacia un sistema familiar m¨¢s diferenciado. En lugar de una ¨²nica forma familiar ideal, veremos distintos esquemas. Algunos son nuevos; otros ya son viejos, pero s¨®lo ahora han conseguido la respetabilidad social. Cada vez vemos m¨¢s solteros sin compromiso, padres solteros y parejas sin hijos; gente que vive junta; parejas en las que los dos c¨®nyuges trabajan; segundos matrimonios; familias mixtas; casas electr¨®nicas. Estamos desmasificando la vida familiar.
Guerra. Durante la era de la sociedad de masas, las armas m¨¢s avanzadas eran las basadas en una destrucci¨®n indiscriminada y masiva. Las guerras se ganaban t¨ªpicamente con masas de tropas. Compactas flotas de bombarderos arrasaban ciudades enteras para destruir una sola f¨¢brica. Comp¨¢rese esto con el reciente conflicto de las Malvinas o con la guerra de L¨ªbano. Hoy, armas de precisi¨®n como el Exocet cambian el concepto de destrucci¨®n. Las armas de destrucci¨®n masiva no han desaparecido, desde luego, pero son ya obsoletas. Somos testigos de la desmasificaci¨®n de la destrucci¨®n en paralelo con la destnasificaci¨®n de la producci¨®n.
Grupos monotem¨¢ticos
Pero, sobre todo, en la era de la tecnopol¨ªtica vemos un creciente desinter¨¦s hacia los partidos pol¨ªticos y las ideolog¨ªas de masas. Observamos el auge de grupos monotem¨¢ticos consagrados a intereses o causas especiales como el aborto, la guerra nuclear, el feminismo, el racismo o los derechos de los homosexuales.Las l¨ªneas de clase desaparecen cuando la gente se ve, no como formando parte del bloque homog¨¦neo de las masas, sino como individuos altamente diferenciados, cada uno de ellos con sus propias necesidades y deseos.. Ello va radicalmente en contra de las divisiones cl¨¢sicas en pol¨ªtica y las instituciones tradicionales del sufragio, el parlamento y el gobierno de la mayor¨ªa. Es cada vez m¨¢s dif¨ªcil conseguir o mantener el consenso.
Lo que podemos entrever, por tanto, es un proceso poderoso, un bucle de feedback positivo en la historia, mediante el cual una tecnolog¨ªa en r¨¢pido desarrollo y diversificaci¨®n promueve una mayor diversidad social y pol¨ªtica, lo cual, a su vez, favorece el ulterior desarrollo y diferenciaci¨®n de la tecnolog¨ªa. Esto no puede continuar durante mucho tiempo sin que cause un impacto revolucionario en nuestros sistemas pol¨ªticos. Incluso las mayor¨ªas aritm¨¦ticas registradas en las elecciones bipartidistas son cada vez m¨¢s artificiales en lugar de org¨¢nicas.
As¨ª como la revoluci¨®n industrial condujo a la desaparici¨®n de las instituciones pol¨ªticas de la agricultura feudal, el auge de la tercera ola vuelve obsoletas todas nuestras actuales instituciones pol¨ªticas, que ya no pueden seguir conteniendo la erupci¨®n de una civilizaci¨®n nueva y ricamente diversificada que est¨¢ surgiendo en nuestro entorno.
La tecnolog¨ªa forzar¨¢ a todos cuantos creemos en la democracia a reconsiderar nuestros m¨¢s queridos principios y a inventar completamente nuevas formas adecuadas a un nuevo estadio de desarrollo tecnosocial: una democracia apta para el siglo XXI.
Copyright Alvin Toffler, 1984.
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