El Gobierno espa?ol ha mantenido unas relaciones"excelentes" con la Administraci¨®n Reagan
Las relaciones bilaterales entre Estados Unidos y Espa?a a lo largo de los cuatro a?os de la Administraci¨®n republicana del presidente Ronald Reagan han sido definidas como "excelentes" y "muy buenas", tanto por parte estadounidense como espa?ola. Un clima que no se espera que cambie en el futuro, sobre todo si el Gobierno espa?ol logra dilucidar el dilema del refer¨¦ndum sobre la OTAN, principal punto de inquietud para los estrategas de Washington.
Para la Administraci¨®n Reagan, los grandes objetivos estadounidenses se han cumplido en Espa?a. Un Gobierno de UCD, presidido por Leopoldo Calvo Sotelo, formaliz¨® el ingreso de Espa?a en la OTAN -en mayo de 1982-.Posteriormente, un Gobierno socialista, dirigido por Felipe Gonz¨¢lez, ratific¨® el nuevo convenio de Amistad, Defensa y Cooperaci¨®n entre Estados Unidos y Espa?a -en la primavera de 1983- y reafirm¨® el deseo de que Espa?a contin¨²e en la OTAN en el discurso sobre el estado de la naci¨®n pronunciado hace dos semanas por el presidente Gonz¨¢lez, acompa?ado de la posibilidad de una reducci¨®n del personal militar estadounidense en las bases militares de EE UU.
En lo pol¨ªtico, la Administraci¨®n Reagan tampoco ha tenido quejas por las posturas del Gobierno socialista espa?ol, cuyas declaraciones a favor de la instalaci¨®n de euromisiles en Europa y la moderaci¨®n en las cr¨ªticas a la actuaci¨®n estadounidense en Centroam¨¦rica han sido valoradas como "positivas" por los expertos en asuntos espa?oles del Departamento de Estado.
Un buen cliente
La Administraci¨®n Reagan ha visto c¨®mo Espa?a se convert¨ªa en uno de los principales clientes extranjeros de la industria armament¨ªstica estadounidense (con compras, en firme o en previsi¨®n, que suman unos 500.000 millones de pesetas), lo que moderniza la estructura del Ej¨¦rcito espa?ol y de la defensa occidental al tiempo que aporta d¨®lares y puestos de trabajo para EE.UU.
Tras la visita del presidente Felipe Gonz¨¢lez a Washington -en junio de 1983-, una vez demostrado el pragmatismo de los denominados en Washington "los j¨®venes socialistas espa?oles" y encauzado el delicado tema del refer¨¦ndum sobre la OTAN, no aparece ninguna nube en el firmamento de las relaciones bilateras entre los dos pa¨ªses.
De cara al futuro, si se confirman las previsiones de todos los sondeos y hay una segunda Administraci¨®n Reagan, la ¨²nica inquietud radica en los eventuales matices de estilo que puedan aportar nuevas caras en los puestos dirigentes del Departamento de Estado y del Pent¨¢gono. Pero en el fondo no se esperan tensiones -sobre todo si el Gobierno socialista supera el escollo del refer¨¦ndum-, ya que el convenio de Amistad, Defensa y Cooperaci¨®n bilateral tiene vigencia hasta 1988.
Desde el punto de vista de los intereses espa?oles, el Gobierno de Madrid parece que comienza a estar sensibilizado de que EE UU es un coloso ante el cual -con Reagan o con cualquier otro en la Casa Blanca- hay que montar estrategias a largo plazo.
Aceptando que, fundamentalmente, las relaciones Espa?a-EE UU son prioritariamente defensivas -tras la reciente p¨¦rdida de opci¨®n para vender aviones espa?oles Aviocar al Ej¨¦rcito norteamericano-, Madrid ha montado un conglomerado, formado por empresas privadas y la Administraci¨®n, para intentar penetrar, como lobby o grupo de presi¨®n, en los complejos mecanismos de negocios con el Pent¨¢gono.
En comercio, la espectacular revalorizaci¨®n del d¨®lar ha dado un cambio de tendencia coyuntural a unos intercambios tradicionalmente deficitarios para Espa?a, y por vez primera la relaci¨®n d¨®lar-peseta, en la raya de 170, ha favorecido el que en los ocho primeros meses de 1984 las ventas de Espa?a a EE UU hayan sido de 1.637 millones de d¨®lares -m¨¢s de 278.000 millones de pesetas-, mientras que las compras -material militar aparte- hayan sido de 1.666 millones de d¨®lares -cifra que supone m¨¢s de 283.000 millones de pesetas-.
En resumen, las relaciones Espa?a-EE UU han hecho un recorrido considerable -sobre todo para los intereses de EE UU-, que va desde aquella pol¨¦mica apreciaci¨®n del por entonces secretario de Estado, Alexander Haig -que calific¨® de "asunto interno" el intento de golpe de Estado del 23-F-, hasta la escalada de Espa?a entre los primeros clientes de EE UU en material militar, mientras la inversi¨®n estadounidense demuestra toda su confianza en el esquema y la gesti¨®n socialista.
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