Adolfo Guiard, un adelantado vasco de la modernidad pict¨®rica
La obra de Adolfo Guiard (1860-1916), un adelantado vasco de la modernidad pict¨®rica, ha estado expuesta desde el pasado 4 de octubre en el Museo de Bellas Artes de Bilbao. La muestra, y sus intenciones, se?alan una. apreciaci¨®n de la cultura que honra a sus organizadores, quienes mantienen una ejemplar pol¨ªtica de exposiciones monogr¨¢ficas de artistas vascos.En este sentido, el Museo de Bellas Artes de Bilbao exhibe ahora esta amplia muestra de un pintor clave para entender la comparativamente r¨¢pida modernizaci¨®n art¨ªstica del Pa¨ªs Vasco. Con Guiard no se puede decir que nos hallemos ante un artista desconocido por sepultado, como lo fue Nicol¨¢s de Lekuona, o injustamente valorado como Ucelay, por citar un par de casos en los que el Museo de Bellas Artes bilba¨ªno ha contribuido eficazmente a un cambio de imagen, pero s¨ª que se fue estereotipando su proyecci¨®n hasta hacerse borroso su perfil. As¨ª me parece que estoy viendo su Aldeanita del clavel rojo, excelente cuadro, pero que se convirti¨® en la postal clich¨¦ de Guiard, en esa etiqueta visual que nos excusa de ir en pos de un conocimiento y una valoraci¨®n m¨¢s profundos. Gracias al esfuerzo del Museo de Bellas Artes y a la investigaci¨®n concienzuda de Javier Gonz¨¢lez de Durana se ha roto provechosamente esta negativa inercia. La reuni¨®n de un selecto y significativo conjunto de obras del artista vasco y la publicaci¨®n de un cat¨¢logo-libro en el que se aportan muchos documentos in¨¦ditos, un estudio riguroso y un cat¨¢logo, son el fruto de esta iniciativa.
?Qui¨¦n fue Adolfo Guiard? Nacido en Bilbao el a?o 1860, en el seno de una numerosa familia de quince v¨¢stagos, siendo el segundo hijo de un fot¨®grafo franc¨¦s, Alphonse Guiard, y de una moza local, Juliana Larrauri, nuestro pintor se form¨® art¨ªsticamente, primero, en su villa natal y en Barcelona, y posteriormente en Par¨ªs, donde acudi¨® en la temprana fecha de 1878, cuando contaba s¨®lo con 18 a?os y la entonces pol¨¦mica escuela de los impresionistas se hallaba en plena batalla, todav¨ªa sin haber celebrado la cuarta de sus ocho muestras colectivas, la primera de las cuales tuvo lugar en 1874 y la ¨²ltima. en 1886. Previamente, Guiard pas¨® por los estudios de Antonio Lecuona, en Bilbao, y de Mart¨ª Alsina, en Barcelona.
Esta l¨ªnea de aprendizaje a trav¨¦s de Barcelona y Par¨ªs no puede desde?arse en aquel los a?os, en los que muy pocos artistas espa?oles acertaron a encontrar la aut¨¦ntica ruta de la modernidad art¨ªstica. T¨¦ngase en cuenta que, desde principios del siglo XIX, salvo algunas excepciones, la gran mayor¨ªa de los artistas espa?oles dirig¨ªan sus pasos a Roma y no a Par¨ªs.
De todas formas, si Adolfo Guiard no fue, ni mucho menos, el primer pintor de nuestro pa¨ªs que fue a Par¨ªs, s¨ª lleg¨® en plena refriega propagandista de los impresionistas, y puede considerarse entre los adelantados del posterior tropel de espa?oles que all¨ª acudi¨® desde fin¨¦s del siglo pasado en adelante. Adem¨¢s, Guiard frecuent¨® c¨ªrculos interesantes, art¨ªsticos y literarios, de la capital francesa, y entre otras figuras trat¨® personalmente con Degas. Con este caldo de cultivo se impone preguntarse si Guiard fue o no un impresionista.
Atendiendo no s¨®lo a las fechas de su estancia en Par¨ªs y a los contactos que all¨ª establece, sino a lo que se deduce mediante la contemplaci¨®n de su obra, se encuentran en ella intuiciones, rasgos e influencias muy pr¨®ximas al universo de los impresionistas. La determinante influencia japonesa, por ejemplo, es evident¨ªsima, pero tambi¨¦n ecos de Degas, de Whistler, de Toulouse-Lautrec, de Forain... Claro que tambi¨¦n los tiene, de esa gran tradici¨®n francesa del paisaje preimpresionista. ?Podemos entonces llamarle el primer impresionista de nuestro, pa¨ªs? Opino que no; que pudo haberlo sido, pero se frustr¨®, a su regreso, esta inclinaci¨®n por la presi¨®n negativa del ambiente.Hostilidad cr¨ªtica
Hay una abundante documentaci¨®n que prueba la. hostilidad cr¨ªtica con que fueron acogidas, en Bilbao sus veleidades renovadoras, pero, en ¨²ltima, instancia, mucho m¨¢s grave que una recepci¨®n adversa pudo ser el tener que madurar su pintura en un completo aislamiento. Por eso, al repasar la evoluci¨®n de Guiard, se perciben ciertos deslumbrantes sueltos, sin que se llegue a cuajar un estilo que se incline decididamente en una direcci¨®n precisa.
Se frustrara o no el posible impresionismo de Guiard, lo que nadie puede negar es su calidad pict¨®rica soberana y su influencia en el posterior arte vasco, muchos de cuyos mejores representantes aprovecharon su modo de ver las cosas. Respecto a su menciona calidad superior, la actual exposici¨®n la demuestra con creces, aunque s¨®lo se contemplen media de cena de cuadros extraordinarios
Para apreciar un verdadero talento a veces basta con una sola pieza en la muestra hay varias, incluso dejando de lado las dos muy conocidas, de la colecci¨®n del Museo de Bellas Artes de Bilbao, la ya citada de la Aldeanita del clavel rojo y El
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