Aire de Nueva York

Los aires neoyorquinos han tra¨ªdo a Madrid -?c¨®mo no!- alguna vibraci¨®n del jazz que all¨ª se respira. Billy Taylor, hombre polifac¨¦tico que re¨²ne en su persona las condiciones de compositor, arreglista, profesor, conferenciante y pianista, vino a sentarse a las teclas haci¨¦ndose acompa?ar por el contrabajista Victor Gaskin y el bater¨ªa Keith Coppeland. Taylor es un hombre de una elegancia exquisita que se refleja en todas y cada una de sus actitudes y, por supuesto, en su forma de entender el piano. A pesar de poseer un gran dominio del instrumento, no es el alarde t¨¦cnico lo que caracteriza su estilo, sino m¨¢s bien la discreci¨®n, la econom¨ªa de medios que utiliza para expresarse. Su mano izquierda simplemente se insin¨²a -hay que escuchar con bastante atenci¨®n para descubrirla-, dejando de este modo un amplio margen a la parte mel¨®dica (su mano derecha), que sigue una l¨ªnea siempre cantabile, de forma que su improvisaci¨®n parece casi m¨¢s influenciada por el estilo vocal que por el de los instrumentos de viento.En esas coordenadas de mesura y delicadeza, Victor Gaskin queda perfectamente encuadrado, combinando un acompa?amiento leve y casi excesivamente sobrio con una extraordinaria fluidez como solista. Es destacable el empleo que este contrabajista hace de las dobles cuerdas, no s¨®lo por lo original, sino tambi¨¦n por lo virtuoso. Coppeland, sin embargo, apareci¨® en la sesi¨®n de ayer como un instrumentista mec¨¢nico, con, una t¨¦cnica no muy brillante y poco favorable a la labor del conjunto.

El organista Lou Bennett ocup¨® con su tr¨ªo la segunda parte del concierto, oponiendo su habitual fraseo nervioso y decidido a la tranquilidad algo distante del guitarrista Carlos Gonz¨¢lbez.