Gino Bechi: "El ¨¦xito es bonito pero traidor"
El bar¨ªtono, ha impartido un curso en Barcelona
El bar¨ªtono Gino Bechi es de los que recibe a los visitantes en el rellano de la escalera, abriendo la puerta del ascensor con gesto impulsivo y autoritario. Luego, casi a empellones, pero con la suficiente amabilidad para que no lo parezcan, los introduce en campo propio.Se hospeda, en Barcelona, en un apartamento de hotel situado muy cerca de donde imparti¨®, por 13 a?os consecutivos, su Curso de ?pera Italiana e Interpretaci¨®n esc¨¦nica del Arte L¨ªrico. La horrenda decoraci¨®n no parece afectar ni a ¨¦l ni a su mujer, que acude al saludo con adem¨¢n t¨ªmido y afable de mamma italiana acostumbrada a pasar desapercibida tras el brillo del divo travieso que sigue siendo Gino Bechi.
La sensaci¨®n inmediata es de que los dos son personas muy acostumbradas a viajar, que consiguen hacer de cualquier agujero un habit¨¢culo digno. La se?ora Bechi ofrece un caf¨¦ excelente (sacrosanto rito de la hospitalidad italiana) y uno no se atreve a preguntar si la cafetera ha venido en la maleta desde Florencia. A continuaci¨®n se retira discretamente dejando a su marido en escena como tantas veces habr¨¢ hecho en su vida.
Prefer¨ªa el cine
Pregunta. Usted triunf¨® en la edad de oro de la ¨®pera. Habr¨¢ conocido a mucha gente.
Respuesta. Ah, no. Si empezamos por ah¨ª, ma?ana por la ma?ana seguimos hablando. Son tantos a?os... ?De qui¨¦n quiere que hable? He conocido a Mascagni, a Giordano, al maestro Zandonai. Menos a Verdi y a Puccini creo que he conocido a todos los compositores.
P. Son muchos a?os de carrera. ?Podr¨ªa afirmarse que su afici¨®n al canto fue una pasi¨®n desde ni?o?
R. Es curioso c¨®mo empec¨¦ a cantar. De ni?o odiaba el teatro l¨ªrico. Mi padre quer¨ªa llevarme simpre al Politeama de Florencia para escuchar a Gigli y a Lauri Volpi, las grandes voces del momento. Pero yo prefer¨ªa ir al cine o bien gastarme el dinero que mi abuela me daba en partituras de ¨®pera, para despu¨¦s cantarlas por mi cuenta. S¨ª, realmente creo que hay algo freudiano en mi carrera, no acabo de explic¨¢rmelo del todo.
P. El caso es que debuta en la ¨®pera de Empoli en 1936, con Rigoletto. Su carrera es fulgurante. Pronto pasa a formar parte del grupo de los cuatro ases que hicieron furor all¨¢ por los a?os cuarenta: Mar¨ªa Caniglia, soprano; Ebe Stignani, mezzo; Beniamino Gigli, tenor; y usted mismo en la tesitura de bar¨ªtono.
R. Todo esto ha cambiado mucho. En mi ¨¦poca hab¨ªa voces de todas las tesituras, no se sab¨ªa a quien escoger. Hoy, si Cappuccilli hace un Rigoletto en Mil¨¢n, ?qui¨¦n lo hace en Roma?
Y, sin embargo, los hombres y las mujeres nacen siempre con los mismos atributos... No s¨¦, debe depender de las escuelas de canto.
P. Cita varios nombres del pasado, pero sistem¨¢ticamente olvida al bar¨ªtono Tito Gobbi, cuya carrera se desarroll¨® paralelamente a la suya: naci¨® una semana despu¨¦s que usted, debut¨® un a?o antes y obtuvo su primer gran ¨¦xito en 1938 en, Roma, con La Traviata. Usted y ¨¦l trabajaron juntos en la misma pel¨ªcula, Canzoni a due voci, de 1953.
R. Ah, s¨ª, Gobbi. Bueno, es algo posterior. Cuando yo empec¨¦ a cantar, ¨¦l interpretaba segundos papeles.
P. 1952 vio su aparici¨®n en los Estados Unidos cuando ya hab¨ªa actuado en La Scala, la ¨®pera de Roma, la de Par¨ªs y el Covent Garden (1950). Su popularidad era ya bastante grande cuando se fue a hacer las Am¨¦ricas.
R. En la d¨¦cada de los cincuenta el ambiente oper¨ªstico de los Estados Unidos estaba totalmente dominado por los italianos. Hoy m¨¢s bien ocurre lo contrario: los italianos se quejan de que en Italia hay demasiados artistas extranjeros.
Aficionado a los trenes
P. Aparte de la m¨²sica, ?tiene usted alguna otra afici¨®n?R. S¨ª, muchas. En casa no paro quieto un momento, todo lo mec¨¢nico me apasiona, no paro de hacer arreglos. Durante un cierto tiempo fui presidente de la federaci¨®n italiana de trenes el¨¦ctricos en miniatura. Yo mismo constru¨ªa mis propias m¨¢quinas.
P. Se retir¨® usted joven, en 1965, cuando ten¨ªa 52 a?os y estaba en la plenitud de sus facultades. ?Por qu¨¦ tanta prisa?
R. Pues mire, para que no llegara el momento en que fuera el p¨²blico quien me digera basta. No recuerdo muy bien, pero creo que fue en Tur¨ªn donde hice mi ¨²ltimo Barbiere. Sali¨® muy bien, incluso demasiado bien. Decid¨ª que era el momento para retirarme y lo hice.
Consejos a los j¨®venes
P. Y desde entonces se dedic¨® a cien mil cosas m¨¢s.R. Yo no quer¨ªa dedicarme a nada, estaba muy bien sin hacer nada. Empec¨¦ a moverme un poco, me tomaron en serio y ahora no consigo parar.
P. El caso es que concluido el curso de Barcelona vuelve a Florencia. De all¨ª al Jap¨®n, luego a Lisboa y finalmente a China, simpre en pos de una fren¨¦tica actividad pedag¨®gica. Y eso no es todo: en Lisboa, ciudad a la que acude cada a?o, lleva puestas en escena unas 70 ¨®peras. Tras su experiencia ?qu¨¦ les dice a los j¨®venes cantantes que empiezan?
R. Les digo que acaben pronto y les advierto que se estropear¨¢n la vida. Quiz¨¢ consigan tener ¨¦xito, que es algo muy bonito pero tambi¨¦n muy traidor, porque no cuesta alcanzarlo, pero s¨ª mantenerlo. Primero el p¨²blico va a escuchar una obra y quiz¨¢ tenga la suerte de encontrarse con un buen int¨¦rprete. Luego, cuando el int¨¦rprete ya es conocido, el p¨²blico va a escucharle a ¨¦l en aquella determinada ¨®pera y eso cambia mucho las cosas, pues el p¨²blico es siempre imprevisible. F¨ªjese, si Gigli hac¨ªa un gallo, la gente le ped¨ªa el bis. Si en cambio lo daba Lauri Volpi se le echaban encima. Realmente, entre escena y p¨²blico existen unas corrientes magn¨¦ticas imprevisibles.
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