Montevideo o la ceremonia de la confusi¨®n
ENVIADO ESPECIALLos dos grandes grupos se han venido repartiendo m¨¢s del 80% del electorado, con el Partido Colorado como hegem¨®nico. ?ste gobern¨® el pa¨ªs 96 a?os consecutivos, hasta 1958, en que las elecciones fueron ganadas por los blancos, reelectos en 1966. Pero, aun as¨ª, durante aquellos dos per¨ªodos presidenciales blancos el pa¨ªs estuvo dirigido por un Consejo Nacional de Gobierno en el que ten¨ªa asiento proporcional la oposici¨®n. As¨ª, los blancos han gobernado poco y jam¨¢s en solitario. En una extrapolaci¨®n forzada se puede equiparar a blancos y colorados con republicanos y dem¨®cratas en Estados Unidos o con conservadores y laboristas en el Reino Unido. Pero la primera distorsi¨®n de la pol¨ªtica uruguaya con la que tropezar¨¢n los electores del domingo reside en que el Partido Blanco ha girado sobre su izquierda, acorralando a los colorados contra su propia derecha.
Wilson, Ferreira Aldunate, ahora proscrito y en prisi¨®n, l¨ªder de la mayor¨ªa blanca, perdi¨® frente a los colorados las ¨²ltimas elecciones democr¨¢ticas (1971) por 12.000 votos, y las impugn¨® por, fraude en el recuento. Tras el golpe de 1973, se exili¨® en Buenos Aires; tres a?os despu¨¦s, agentes uruguayos, con la complicidad de la dictadura argentina, asesinaban en la capital del Plata al senador Zelmar Michelini y al ex presidente de la asamblea uruguaya H¨¦ctor Guti¨¦rrez Ruiz. Wilson salv¨® su vida milagrosamente -era el principal objetivo de los asesinos- y se instal¨® en Europa. Se convirti¨® en el m¨¢s en¨¦rgico debelador de la dictadura y, testificando ante el Congreso estadounidense, logr¨® congelar cr¨¦ditos y armamento para el Ej¨¦rcito uruguayo.
Con su pol¨ªtica no pactista, de choque frontal con la dictadura, Wilson, que controla al menos el 80% del Partido Nacional, corri¨® los esquemas partidarios blancos desde el centro-derecha hasta un acusado centro-izquierda, entrando de lleno en la clientela electoral de los colorados y hasta en la del Frente Amplio, y sembrando no poca confusi¨®n en sus propias filas. Ahora, desde una celda militar, se erige en el s¨ªmbolo de la intransigencia frente a la dictadura.
El Ej¨¦rcito, con los 'colorados'
El coloradismo sufri¨® una transformaci¨®n inversa. Los dos ¨²ltimos Gobiernos colorados de la democracia uruguaya -Jorge Pacheco Areco y Juan Mar¨ªa Bordaberry- precipitaron al paisito en el golpe de Estado, y bajo la dictadura, el l¨ªder de la mayor¨ªa partidaria Julio Mar¨ªa Sanguinetti dirigi¨® una estrategia de pactos y concesiones hacia los militares para recuperar la democracia. Logr¨¦ al menos que su partido llegara a estas elecciones indemne y sin proscritos, pero tuvo que sufrir una p¨¦rdida de clientela entre la juventud y por su izquierda hacia el Frente Amplio y el Partido Nacional. En esta campa?a electoral, Sanguinetti, acusado de pactista y continuista, se ha rendido a la evidencia de los hechos y se ha lanzado abiertamente a la captura del voto conservador; el Partido Colorado, que de la mano de Jos¨¦ Battlle convirti¨® al pa¨ªs en la Suiza de Am¨¦rica a comienzos de siglo, aparece ahora como un partido de la derecha tradicional con fuertes ingredientes reaccionarios. Tiene asegurado el voto militar.
Pero no son s¨®lo los trastornos de identidad de los dos grandes partidos los que confunden al electorado uruguayo. La aparici¨®n en 1971 de la coalici¨®n de izquierdas Frente Amplio, liderada por, el general L¨ªber Seregni (18% de los votos en aquella elecci¨®n), amenazaba seriamente con romper el esquema bipartidista, agotado por la frustrante y mon¨®tona sucesi¨®n de Gobiernos colorados y oposici¨®n blanca. Ahora, con el evidente crecimiento del Frente, aquella amenaza es una realidad.
El complejo sistema electoral
El Frente Amplio se cobija legalmente en la infernal ley electoral uruguaya, bajo los lemas del Partido Dem¨®crata Cristiano (PDC), ins¨®litos dem¨®cratacristianos que creyeron y aplican las ense?anzas del Concilio Vaticano II. Junto al PDC forman el frente el Partido Comunista (prohibido; concurre a la elecci¨®n con el nombre Democracia Avanzada), el Partido Socialista, la Izquierda Democr¨¢tica Independiente (a la izquierda del PS), la Lista 99 (la escisi¨®n del coloradismo que capitaneara el asesinado Zelmar Michelini) y una galaxia de grupos, grup¨²sculos e independientes a t¨ªtulo individual: lo que en Uruguay llaman la colcha de retazos.
La votaci¨®n que reciba el Frente Amplio seg¨²n sus distintos sectores despierta tanto inter¨¦s como la elecci¨®n nacional. En Uruguay rige el doble voto simult¨¢neo, por el que los electores votan no s¨®lo por un partido, sino por cualquiera de las distintas fracciones que lo integran. Los blancos presentan tres listas, la mayoritaria encabezada por Alberto Zumar¨¢n, vicario de Wilson Ferreira; los colorados, la mayoritaria de Sanguinetti y la ultraderechista del ex presidente Pacheco Areco; el Frente s¨®lo presenta una candidatura presidencial -el ginec¨®logo Juan Crottogini, independiente, candidato a la vicepresidencia con Seregni en 1971 y ahora su vicario, al permanecer proscrito el general-, pero se puede votar al candidato desde las listas de cualquiera de los partidos del Frente. No se puede cruzar las listas; se comienza votando por un partido y debe seguirse votando dentro de ¨¦l al presidente, diputados, senadores, intendentes y ediles. No cabe, por ejemplo, votar al candidato presidencial blanco y al candidato frenteamplista a la alcald¨ªa de Montevideo, cruce que, sin duda, dar¨ªa la victoria nacional a los primeros. Adem¨¢s, la fracci¨®n que dentro de cada partido recaba m¨¢s votos suma los de las fracciones minoritarias. Esto explica que en 1971 Ferreira fuera el candidato presidencial m¨¢s votado y, sin embargo, perdiera las elecciones.
Por ello es de vital importancia para la vida partidaria la batalla dentro del Frente Amplio entre los comunistas de Democracia Avanzada, el Partido Socialista -marxista, de cuyo seno nacieron los tupamaros- y la Lista 99, las tres fuerzas mayoritarias. Si la fracci¨®n m¨¢s votada es Democracia Avanzada, el Partido Comunista uruguayo -el segundo, tras el chileno, en Am¨¦rica Latina, y dirigido por la cabeza m¨¢s prestigiosa del comunismo suramericano, Rodney Arismendi- orientar¨¢ sin duda los destinos frenteamplistas y los de una minor¨ªa parlamentaria que le permitir¨¢ decidir en la pol¨ªtica nacional ante el seguro empate legislativo entre colorados y blancos.
En una sociedad envejecida como la uruguaya, poblada por funcionarios y clases pasivas, es imposible pensar en un triunfo nacional frenteamplista, pero s¨ª en su ascenso al papel de minor¨ªa decisoria en las C¨¢maras y en su triunfo por la alcald¨ªa montevideana
Finalmente, a las proscripciones, a los 600.000 j¨®venes que votar¨¢n por primera vez, al numeroso exilio que no puede votar, a la endemoniada ley electoral de doble voto simult¨¢neo, al trastocamiento de los papeles tradicionales de los dos grandes partidos, se suma la intenci¨®n confesa del Partido Blanco de gobernar un provisoriato en caso de triunfo nacional. En ese caso, arrojar¨ªan al excusado el pacto del Club Naval, suscrito entre los militares y colorados, frenteamplistas y la diminuta Uni¨®n C¨ªvica (democracia cristiana conservadora), que establece la creaci¨®n de un Consejo de Seguridad Nacional permanente, en el que se sentar¨¢n los comandantes de las tres armas, el estado de insurrecci¨®n, y por el que los ascensos militares ser¨¢n exclusivamente administrados por los propios uniformados, a m¨¢s de otras garant¨ªas y cautelas. El provisoriato convocar¨ªa elecciones sin prescripci¨®n alguna, a la mayor brevedad posible, para que Ferreira Aldunate y el general Seregni pudieran encabezar abiertamente sus propias formaciones.
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