Una filosof¨ªa de la crisis
La personalidad intelectual de Mar¨ªa Zambrano destaca ampliamente en el horizonte filos¨®fico espa?ol de este siglo. Por lo pronto, es su vida la que atrae nuestra simpat¨ªa: pensadora solitaria, viajadora infatigable que err¨® por los destinos de toda filosof¨ªa que busca una libertad. Puesto que su pensamiento est¨¢ ba?ado en una religiosidad interior, oculta y po¨¦tica, su historia recuerda en buena medida la azarosa suerte de los humanistas espa?oles del siglo XVI, que tambi¨¦n tuvieron que ocultar su saber en el exilio, y tambi¨¦n se encontraron con una nueva cultura espa?ola, mezquina, intolerante y dogm¨¢tica. Pero, m¨¢s all¨¢ de su condici¨®n apartada, su inter¨¦s reside precisamente en abordar profundamente, en el sentido m¨¢s estricto de la palabra, lo que podemos llamar la crisis de la conciencia europea moderna, y de haberlo hecho desde una perspectiva ¨ªntimamente arraigada a la cultura espa?ola.La obra m¨¢s importante de Mar¨ªa Zambrano, El hombre y lo divino, fue creada en la proximidad con el mundo latinoamericano, y publicada por vez primera en M¨¦xico, en 1955. Desde el punto de vista de una filosof¨ªa o una teor¨ªa de la cultura, este libro puede considerarse, y deber¨ªa considerarse tambi¨¦n, como uno de los grandes exponentes que han articulado una cr¨ªtica del racionalismo moderno con una visi¨®n a la vez anal¨ªtica y po¨¦tica de la filosof¨ªa y su futuro. Un libro que se encuentra cerca, aunque con una perspectiva muy fresca y perfectamente independiente, de los an¨¢lisis de la cultura que a lo largo de este siglo han venido haciendo Simmel, Benjamin, Adorno, Heidegger, Tillich o Arendt. Aunque, eso s¨ª, una obra mucho m¨¢s solitaria que la de todos estos fil¨®sofos. Dentro del contexto filos¨®fico espa?ol, la obra de Zambrano encuentra un parang¨®n en el libro de Unamuno Del sentimiento tr¨¢gico de la vida, as¨ª como en el ensayo de Ortega La cuesti¨®n de nuestro tiempo, las dos grandes aportaciones a la crisis de la cultura moderna desde la perspectiva hist¨®rica espa?ola. Y, no obstante, algo muy fundamental distingue rotundamente el pensamiento de Zambrano del cristianismo asc¨¦tico y trascendente, o del humanismo b¨¢sicamente ret¨®rico que caracterizan las posiciones intelectuales conciliadoras de aqu¨¦llos.
El pensamiento de Zambrano puede ser llamado una filosof¨ªa de la crisis, porque se instala con enorme valent¨ªa en el medio de la escisi¨®n que caracteriza el mundo moderno, entre progreso y vaciamiento interior de los valores o del sentido vital de nuestra cultura, y entre la raz¨®n moderna, o quiz¨¢ habr¨ªa que a?adir, entre el proceso objetivo y subjetivo de racionalizaci¨®n de todas las esferas de la vida y el empobrecimiento del n¨²cleo vital de nuestra conciencia y nuestra existencia. As¨ª planteada, la perspectiva de Zambrano muestra su afinidad con el conflicto entre alma y progreso, analizado por Unamuno, o entre raz¨®n y vida, asimismo discutido por Ortega, a espaldas del vitalismo centroeuropeo de comienzos de siglo. Lo nuevo, en la perspectiva de Zambrano, es la radicalidad con que persigue esta disyunci¨®n de la raz¨®n moderna hasta la filosof¨ªa de Parm¨¦nides y los or¨ªgenes del racionalismo cartesiano. Zambrano cuestiona, con un amplio vigor cr¨ªtico, el ascetismo inherente al programa de la constituci¨®n l¨®gica del mundo, y revela as¨ª, negativamente, el rigor y la seguridad del orden racional de la filosof¨ªa y la cultura como una apatheia, como una huida y un sacrificio de la realidad, como "un vivir fuera de la vida". Ya esta expresi¨®n, de claras connotaciones teresianas, compromete la cr¨ªtica de Zambrano a una radicalidad muy alejada de la b¨²squeda unamuniana y orteguiana de una conciliaci¨®n en un misticismo virtual o en un humanismo demasiado sonoro, porque demasiado vac¨ªo.
Modernidad
A diferencia de la caracter¨ªstica moralizante del pensamiento espa?ol, y muy particularmente del pensamiento espa?ol de nuestros d¨ªas, la obra de Zambrano no trata de trazar una alternativa trascendente por encima de este conflicto de nuestro tiempo. Su pensamiento no es conciliatorio, y en ello reside su modernidad. Busca una salida, como corresponde a toda aut¨¦ntica filosof¨ªa. Pero semejante salida hay que encontrarla en la misma estructura real de aquella escisi¨®n: en la experiencia del vac¨ªo y de la falta e ser, en la angustia y la no-identidad, en la experiencia, en fin, de la soledad que distingue al hombre moderno. En esa soledad, en el vac¨ªo y la nada, en el inframundo encuentra la filosof¨ªa de Zambrano un l¨ªmite del discurso hist¨®rico e interior de la raz¨®n, pero con ¨¦l tambi¨¦n una realidad originaria del ser humano, un comienzo.
Lo divino, la divinidad oculta, interior, la religi¨®n en este sentido antidogm¨¢tico y po¨¦tico, es el hilo de oro en tomo al cual se trenzan las reflexiones de Zambrano sobre la crisis moderna. No es tampoco una religiosidad unamuniana, sin dogma, pero de connotaciones asc¨¦ticas y moralistas, la que define semejante empresa. Se trata m¨¢s bien de aquella experiencia del mundo que nos devuelve un nexo sagrado con las cosas. Una experiencia originaria: "La ingenua aspiraci¨®n de la unidad primera", el reencuentro con lo visto, su belleza, lo que trasciende la funci¨®n, el sentido de un orden. Tal es la experiencia siempre originaria del amor, y el descubrimiento de la poes¨ªa.
El mayor m¨¦rito de Zambrano reside, a mi modo de ver, en haber abierto para la reflexi¨®n filos¨®fica esta dimensi¨®n originaria que ella llama ingenua: una experiencia a la vez cr¨ªtica y po¨¦tica de las cosas y del pensamiento. Nuestro futuro no podr¨¢ olvidar esta deuda.
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