El centro pol¨ªtico espa?ol: ser o estar
Durante la transici¨®n se puso de manifiesto la existencia en Espa?a de amplios sectores de la poblaci¨®n que se sent¨ªan identificados con las ideas de moderaci¨®n y modernidad que fueron las coordenadas que rigieron la acci¨®n de gobierno de Adolfo Su¨¢rez. Son esos sectores, que componen lo que he llamado en otras ocasiones centro sociol¨®gico y que pertenecen a las m¨¢s variadas capas de la poblaci¨®n, los que dieron el triunfo por dos veces en las elecciones generales al proyecto pol¨ªtico de centro que gobern¨® en los primeros a?os de la democracia y los que, al desnaturalizarse ¨¦ste, contribuyeron en gran medida -en el marco de unas elecciones anticipadas y en circunstancias probablemente irrepetibles- a la notable victoria electoral de Felipe Gonz¨¢lez y el partido socialista.Y es que la entidad de ese centro sociol¨®gico es tan grande -como han puesto de relieve los informes de Foessa sobre las actitudes de los espa?oles y cuantas encuestas de autoposicionamiento se han realizado desde los comienzos de la transici¨®n- que su comportamiento electoral ha decidido, decide y decidir¨¢ durante mucho tiempo el mapa pol¨ªtico espa?ol.
Esta importancia contribuye, de una parte, a que el centro sociol¨®gico sea un elemento decisivo de equilibrio en la vida espa?ola, al tiempo que, de otra, juega como un oscuro objeto del deseo para las ambiciones de formaciones pol¨ªticas no centristas que aspiran a pescar en esas aguas los votos que necesitan para su triunfo o a colocar en ellas su plataforma de presentaci¨®n desde perspectivas de puro oportunismo electoral.
?Se es de centro porque se tiene una determinada manera de pensar y una concepci¨®n de la necesidad de seguir avanzando en el proceso de cambio para alcanzar mayores niveles de justicia y bienestar desde unos planteamientos de di¨¢logo, de progreso y modernidad, o se intenta estar en el centro porque se ve en ese espacio la oportunidad de mantenerse en el poder o de presentar una nueva alternativa que permita llegar a ¨¦l? Se es de centro cuando se mantienen la actitud y la ideolog¨ªa que entra?a una posici¨®n centrista de forma permanente, con independencia de las modas y de que los vientos soplen en contra o a favor, mientras que se puede estar en el centro por razones de pura rentabilidad electoral. Pienso por ello que es bueno empezar a distinguir entre esos dos conceptos que son realmente distintos: ser y estar. Puede que no resulte tan f¨¢cil en aquellos pa¨ªses que utilizan para ambas ideas un mismo verbo -como los anglosajones, to be-, pero no en vano los espa?oles hemos rehuido ese criterio y empleamos dos vocablos diferentes que se diferencian tambi¨¦n con claridad en los t¨¦rminos pol¨ªticos.
La coherencia centrista exige, por un lado, jugar un papel de equilibrio y moderaci¨®n en favor de la consolidaci¨®n democr¨¢tica y de la gobemabilidad, y, por otro, ser un elemento de dinamizaci¨®n de la vida pol¨ªtica espa?ola en el cambio hacia adelante que precisa nuestra sociedad, bien desde una acci¨®n de gobierno o desde planteamientos de cr¨ªtica constructiva.
Algunos pretenden que hoy ya no es necesaria una opci¨®n pol¨ªtica de centro para garantizar ese equilibrio, so pretexto de que la izquierda y la derecha se han centrado y aparecen con una imagen m¨¢s moderada de la percepci¨®n hist¨®rica que de ellas se tiene en Espa?a. A quienes tal argumentan me permitir¨ªa recordarles que, en la medida en que se da, esa moderaci¨®n es el resultado de la actitud desarrollada por el centro pol¨ªtico durante la transici¨®n, incluido el esp¨ªritu de di¨¢logo y entendimiento que fomentaron sus l¨ªderes y que hoy muchos echan en falta a la hora de abordar los m¨¢s importantes problemas de la vida p¨²blica espa?ola. Y me permitir¨ªa a?adir que algunos de los recientes sucesos ocurridos durante las ¨²ltimas semanas -dentro y fuera del recinto parlamentario- ponen de relieve cu¨¢n fr¨¢gil ser¨ªa esa moderaci¨®n si se hubiera consolidado pol¨ªticamente un bipartidismo que no se corresponde con la configuraci¨®n de nuestra sociedad.
Si de verdad se quiere obviar la radicalizaci¨®n y garantizar la moderaci¨®n hay que evitar cualquier din¨¢mica de bipolarizaci¨®n, ya sea la que derivar¨ªa de un falso esquema bipartidista o la de pretender alinearnos a todas las opciones en dos bloques, como si necesariamente debi¨¦ramos situarnos en uno u otro lado del campo y los espa?oles tuvi¨¦ramos que estar pol¨ªticamente unos en contra de otros, sin que pudi¨¦ramos ser simplemente diferentes, como se deriva del reconocimiento real del valor del pluralismo pol¨ªtico que establece nuestra Constituci¨®n.
Viejos enfrentamientos
Mala din¨¢mica me parece para la convivencia intentar agrupar a los espa?oles no por aquello que les une o en lo que creen, sino para estar en contra de lo que no son. Ya es el car¨¢cter espa?ol demasiado propicio a las posiciones anti o excesivamente poco favorable a las posiciones pro para que impulsemos estos mecanismos en pol¨ªtica. Unos mecanismos que acabar¨ªan radicalizando posiciones y reproduciendo los viejos enfrentamientos de los que est¨¢ llena nuestra historia.
Como mala din¨¢mica me parece tambi¨¦n lanzar operaciones que, aun en el supuesto de que pudieran tener alg¨²n resultado electoral positivo, llevan en s¨ª mismas el germen de la ingobernabilidad al reproducir experiencias recientes fallidas, pero con el m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa de pretender aglutinar en una plataforma unitaria, adem¨¢s de protagonismos personales y diferencias ideol¨®gicas, la componente centr¨ªfuga que supone la generalizaci¨®n de planteamientos partidistas de car¨¢cter nacionalista o ¨¢mbito regional m¨¢s all¨¢ de las comunidades aut¨®nomas en las que esos planteamientos son una realidad hist¨®rica que viene de atr¨¢s.
Por supuesto, no pretendo ignorar las circunstancias que derivan de la legislaci¨®n electoral, y menos a¨²n de la necesidad de arbitrar mayor¨ªas suficientemente s¨®lidas para gobernar. Pero en pol¨ªtica no se trata de unirse artificialmente para echar a nadie del poder o para subirse a ¨¦l y luego no poderlo ejercer eficazmente en condiciones de gobernabilidad, sino de permitir que los espa?oles elijan en plenitud de libertad y con conocimiento de la identidad de quienes buscan su apoyo y demandan sus votos. Es posible que a corto plazo no resulte f¨¢cil la distinci¨®n dado el mundo solanesco en que vivimos, pero la sabidur¨ªa popular es mucho mayor de lo que algunos oportunistas piensan y acaba reconociendo los comportamientos coherentes all¨ª donde se dan.
Quiz¨¢ por ello, y por el coraje que entra?a empezar desde cero por mantenerse fiel a unas convicciones quien anteriormente lo fue todo en el panorama pol¨ªtico nacional, las encuestas indican una clara recuperaci¨®n de la credibilidad de Adolfo Su¨¢rez, a quien se identifica cada vez m¨¢s como el autor del aut¨¦ntico cambio que se ha hecho en Espa?a. Al mismo tiempo que las mismas encuestas indican que son tambi¨¦n cada d¨ªa m¨¢s los espa?oles que piensan que para seguir avanzando hacia adelante hace falta un nuevo equilibrio de fuerzas en el arco parlamentario, y que en ese panorama de futuro corresponde un papel importante al centro progresista, como elemento a un tiempo de moderaci¨®n de la vida pol¨ªtica y social y dinamizaci¨®n de las reformas pendientes de realizar para no perder el tren de la modernidad.
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