Otto Schily
Un diputado 'verde' es el principal protagonista de la comisi¨®n parlamentaria que investiga el 'caso Flick' en la RFA
Es pr¨¢cticamente el ¨²nico entre los verdes -el partido ecologista y pacifista de la Rep¨²blica Federal de Alemania- que usa corbata. Otto Schily es abogado -fue defensor de presuntos miembros de la Baader Meinhof-, tiene 52 a?os, y es diputado en el Parlamento federal (Bundestag). Schily se ha convertido en el aut¨¦ntico protagonista de la comisi¨®n Flick, encargada de investigar los entresijos de la concesi¨®n de una exenci¨®n fiscal de unos 800 millones de marcos (45.000 millones de pesetas) al consorcio financiero, que, por medio de sobornos y donativos a pol¨ªticos, fundaciones y partidos, se encargaba de "vestir a los se?ores de Bonn", como escribi¨® en sus notas Erhard von Brauchtisch, ex socio y ejecutivo de Flick.
En las filas de los ecopacifistas, Schily resulta casi una aparici¨®n extra?a, con su chaqueta y corbata, que lleva con timidez y un cierto estudiado descuido.Ya en los a?os setenta, cuando interven¨ªa como defensor de los principales procesos contra presos terroristas, Schily se distingu¨ªa por su respeto a las normas de urbanidad y no se sum¨® a los abogados que se presentaban sin toga y despertaban las iras de los jueces. Este respeto a las formas externas no impide a Schily ser duro e implacable en sus interrogatorios. Ya lo era ante los tribunales, cuando defend¨ªa a Ulrike Meinhof y Gudrun Ensslin, en sus preguntas a los testigos de la polic¨ªa o en sus enfrentamientos con el ministerio fiscal.
En la comisi¨®n Flick, Schily habla con voz suave y f¨®rmulas corteses: "Ser¨ªa tan amable el testigo...". O recomienda en tonos amables: "Tranquil¨ªcese usted". Esto desconcierta todav¨ªa m¨¢s a los interrogados, que advierten en ¨¦l la dureza y el desprecio. Fue Schily quien, con una pregunta aparentemente inocente sobre la fecha de la firma del contrato con el bufete de Francfort, acab¨® con el presidente del Bundestag Rainer Barzel. Tambi¨¦n en tono inocente pregunt¨® al canciller Helmut Kohl si se hab¨ªa molestado en averiguar la procedencia de los sobres que le entregaba Von Brauchtisch. Momentos despu¨¦s, un Kohl fuera de s¨ª se ve¨ªa obligado a reconocer que hab¨ªa incumplido los preceptos constitucionales que obligan a publicar los nombres de los donantes. El presidente b¨¢varo, Franz Josef Strauss, insinu¨®, como r¨¦plica a una pregunta de Schily, que sus honorarios profesionales tal vez proced¨ªan de los atracos a bancos de los terroristas.
Entre los verdes, Schily llama tambi¨¦n la atenci¨®n porque rebasa la edad media del grupo. El diputado pertenece a otra generaci¨®n, la misma que el canciller Kohl. Cuando los dos se enfrentaron en la comisi¨®n Flick, la sensaci¨®n era que representaban a dos RFA diferentes: la del poder sin escr¨²pulos y la radical democr¨¢tica en busca permanente de una utop¨ªa, formada por libertad y socialismo, la misma que a fines de los sesenta lanz¨® a los estudiantes a las calles para protestar contra los bombardeos de Vietnam y la invasi¨®n sovi¨¦tica en Checoslovaquia.
Afici¨®n por la m¨²sica
Schily procede de una familia burguesa. Su padre era director de una gran empresa de la cuenca industrial del Ruhr, y fue educado seg¨²n los principios de la antroposof¨ªa de Steiner. Era una familia antinazi, y la Gestapo se present¨® un d¨ªa en la casa para requisar todos los libros. El hoy diputado verde sinti¨® de joven afici¨®n por la m¨²sica y se habr¨ªa dedicado plenamente a ella, pero reconoci¨® que no ten¨ªa talento suficiente y deriv¨® hacia la abogac¨ªa. De su afici¨®n musical le queda el piano en casa y el violonchelo, que apenas toca desde su entrada en la pol¨ªtica con plena dedicaci¨®n.En las filas verdes, Schily es aceptado por su inteligencia y su brillantez ret¨®rica, pero muchos se rebelan contra su estilo autoritario y le acusan por su excesivo protagonismo, que no es sino el resultado de su capacidad intelectual. En la primera fase parlamentaria de los verdes, Schily fue uno de los portavoces del grupo parlamentario; pero luego vino la rebeli¨®n de las hembras, que calificaron a Schily de gallo del gallinero y votaron a tres mujeres como jefas. Esto no repercuti¨® sobre su trabajo, sino que le dej¨® m¨¢s tiempo libre para dedicarse a estudiar los enormes mamotretos de papeles del caso Flick y preparar sus temibles preguntas. Su trabajo es tan imprescindible que los ecopacifistas parecen dispuestos incluso a renunciar al dogma de la rotaci¨®n y dejarlo seguir en el Bundestag, al menos mientras dure la comisi¨®n Flick.
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