El fil¨®sofo y el guardacoches
Seg¨²n la leyenda griega, los navegantes que pasaban por la isla de las sirenas no viv¨ªan para contarlo. Atra¨ªdos por misteriosos c¨¢nticos que surg¨ªan de las olas, se lanzaban al mar y perec¨ªan. Pero Ulises logr¨® sobrevivir a este trance merced a una estratagema. Tras ordenar a sus marineros que lo atasen al m¨¢stil y luego se pusieran a remar, les tap¨® con cera los o¨ªdos. As¨ª pudo asistir al prodigioso espect¨¢culo sin pagar por ello con su vida.Para Horkheimer y Adorno, padres de la escuela de Francfort, este episodio simboliza el proceso de nuestra cultura occidental. Exhibe la divisi¨®n entre el trabajo manual y el goce art¨ªstico, que el ocioso propietario reserva para s¨ª. Y manifiesta que la astucia de la raz¨®n puede vencer a las oscuras fuerzas de la naturaleza y desenmascarar sus conjuros; pero s¨®lo a condici¨®n de reprimir la espontaneidad del deseo. Es la conocida tesis francfurtiana de que la civilizaci¨®n industrial y tecnol¨®gica nos brinda el dominio de los objetos a costa de alienar al sujeto.
La emancipaci¨®n del sujeto humano es el momento ut¨®pico que m¨¢s caracteriza a la teor¨ªa cr¨ªtica de la sociedad de la escuela de Francfort. Con todo, esta escuela hubiera pasado a la historia como mero marxismo de c¨¢tedra si no fuera por su coyuntural alianza con los j¨®venes rebeldes de 1968 y por la paranoica lucidez de Marcuse al vislumbrar en aquellos j¨®venes y en los marginados del planeta el posible sujeto de una nueva revoluci¨®n.
En la atm¨®sfera francfurtiana de aquel tiempo madur¨® el pensamiento de J¨¹rgen Habermas. Su libro Conocimiento e inter¨¦s aparecido en 1968, poco despu¨¦s de que Kuhn publicase La estructura de las revoluciones cient¨ªficas y Foucault Las palabras y las cosas, contribuy¨® a introducir con estas dos obras capitales un nuevo modo de hacer filosof¨ªa.
En las ¨²ltimas d¨¦cadas Habermas ha desplazado su obra hacia la hermen¨¦utica y la pragm¨¢tica. En una conferencia pronunciada en Madrid hace unos a?os, con motivo de un centenario kantiano, sostuvo la extravagante tesis de que el papel del fil¨®sofo en la cultura actual es el del int¨¦rprete y guardapuestos. Esta tesis es, a fin de cuentas, una tesis moderada. Para plat¨®nicos y marxistas el fil¨®sofo debe ser gobernante. Para Kant es juez supremo de la cultura. Y el positivismo, por su parte, lo relega a la desairada situaci¨®n en que puso William Shakespeare al rey Lear, el monarca a quien sus hijas, despu¨¦s de haber recibido de ¨¦l anticipadamente todos sus dominios, lo dejaron a la intemperie.
Ingratas hijas
En el caso del fil¨®sofo esas ingratas hijas ser¨ªan, obviamente, las ciencias de la naturaleza y las ciencias de la cultura. Pero, seg¨²n la tesis de Habermas, la ausencia de territorio no lleva consigo en este caso la ausencia de funci¨®n. Cuando la ciencia, la pol¨ªtica o el arte se alejan del ciudadano medio, el fil¨®sofo se cuida en su labor hermen¨¦utica de distinguir esta distancia. La rapidez con que surgen nuevas disciplinas, y ¨¢reas y sub¨¢reas dentro de esas disciplinas, aconseja que el fil¨®sofo se?ale, como el acomodador o el guardacoches, los correspondientes lugares de aparcamiento. La interdisciplinariedad, la pluralidad de paradigmas y la inconmensurabilidad de teor¨ªas rivales dentro de una misma zona del saber exigen un arduo esfuerzo de interpretaci¨®n y traducci¨®n de un lenguaje a otro. El fil¨®sofo puede ser, entre otras cosas, decodificador, int¨¦rprete y traductor de teor¨ªas y modelos inconmensurables.
Dentro de este marco ha venido dise?ando J¨¹rgen Habermas en los ¨²ltimos a?os su teor¨ªa de la acci¨®n comunicativa, anclada en los aspectos pragm¨¢ticos del discurso. Su ut¨®pica meta ser¨ªa una teor¨ªa universal de los actos de habla que estableciese el ideal de comunicaci¨®n entre seres libres y responsables y fijase las condiciones del consenso. El nuevo paradigma del fil¨®sofo Habermas es el paradigma de la comunicaci¨®n.
Cuando una civilizaci¨®n tiende a asemejarse a una torre de Babel, el oficio de int¨¦rprete resulta particularmente apreciable. Y cuando una multitud se aglomera, el acomodador y el guardacoches cumplen el papel, modesto pero pr¨¢ctico, de reservarle a cada uno moment¨¢neamente un puesto.
Babelia
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