Amancio, el descubridor de la 'Quinta del Buitre', entre la crisis de los 30 y el acn¨¦ juvenil
Hace casi seis meses que Aman cio lleg¨® del Castilla. Ven¨ªa como siempre, tentando el suelo con la puntera antes de dar cada paso y bambole¨¢ndose un poco, a la usanza de los antiguos inte riores izquierdos y de los vaqueros. Hab¨ªa ganado la Liga en Se gunda, hab¨ªa descubierto a la Quinta del Buitre y segu¨ªa so?ando con aquel pistolero llamado Fern¨¢ndez que le meti¨® dos on zas de aluminio en el muslo.A primera vista, llegaba ligero de equipaje. Tra¨ªa un librito con todas las p¨¢ginas en blanco, sal vo una, en la que se le¨ªa "aqu¨ª mando yo". Le acompa?aban dos colegas, Ram¨®n Moreno Grosso, un hombre con vocaci¨®n de acompa?ante, y Vorgic, el preparador f¨ªsico, un yugoslavo que lleva en la mano izquierda un cron¨®metro y en la derecha un despertador.
Grosso segu¨ªa tan callado como de costumbre, tan resignado como siempre a gritar "?viva!" cuando alguien grite "?vivan lo novios!", tan resignado a resignarse. El yugoslavo ten¨ªa un discreto pasado como preparado f¨ªsico de voleibol, lo que era una garant¨ªa de que, bien o mal preparados, los chicos aprender¨ªan a cambiar las l¨¢mparas del sal¨® en un solo salto. En principio eran un tr¨ªo simp¨¢tico y Amancio fue recibido por la afici¨®n como siempre se recibe a la gran esperanza blanca. "A por la s¨¦ptima, Amaro", dec¨ªan.
Seis meses despu¨¦s Juanito est¨¢ amotinado, Lozano tiene morri?a de Bruselas, Pineda se ha desvanecido, ?ngel sigue ha ciendo Econ¨®micas, Stielike se ha hecho fuerte en el bunker, en la ¨²ltima l¨ªnea defensiva; Butrague?o, el Buitre, no juega; Santillana no salta, Salguero hace Derecho, los dem¨¢s se preguntan "?qu¨¦ diablos pasa aqu¨ª?" y el Barcelona ha cogido cinco puntos de ventaja. Amancio piensa, Vorgic mira el reloj y marca un n¨²mero de tel¨¦fono y Grosso, simplemente, mira. O alguien ha cometido un error muy grave o uno de los tres es un esp¨ªa, ¨¦sa es la cuesti¨®n.
'Viejos' contra 'rockeros'
Veamos. Como todo entrenador del Real Madrid, ¨¦l, Amancio, estar¨ªa sometido a tres v¨¦rtigos: el de jugar, el de ganar y el de sobrevivir. Dadas las circunstancias, ten¨ªa tres f¨®rmulas para armar al equipo: apostar por la vieja guardia, meter a la quinta o hacer un fifty-fifty, un combinado al 50%. Las tres f¨®rmulas eran igualmente buenas. S¨®lo hab¨ªa una imposici¨®n: aplicar las f¨®rmulas pronto.En el empe?o de organizar un esquema de juego cab¨ªan de nuevo otras dos opciones. Una era mantener en el equipo el estilo de a?os anteriores y otra imponer el rock duro del Castilla.
El viejo estilo ten¨ªa la desventaja de ser aburrido y la ventaja de ser pr¨¢ctico. Curtidos en las duras temporadas anteriores, los veteranos jugaban al pie y sol¨ªan garantizar 70 minutos de posesi¨®n de la pelota, docena y media de centros sobre puerta y un pressing casi continuo que, con alguna excepci¨®n, serv¨ªa para demostrar al equipo contrario que aqu¨ª no se mueve nadie.
A este juego cab¨ªa ponerle una objeci¨®n est¨¦tica: era monorr¨ªtmico, lento y rutinario; y hab¨ªa que reconocerle varios m¨¦ritos: el bal¨®n era del Madrid, los jugadores se desenvolv¨ªan con una seriedad muy profesional y el equipo ganaba partidos, aunque los espectadores tuvieran la vaga sensaci¨®n de que en la casa blanca pon¨ªan siempre la misma pel¨ªcula.
En el viejo estilo todos los caminos conduc¨ªan a Santillana. Centraba alguien, los hinchas alzaban los brazos al cielo, Santillana ascend¨ªa y uno murmuraba "Charly Santillana / ora pro nobis".
Los rockeros del Castilla ten¨ªan la obsesi¨®n de la velocidad, una inclinaci¨®n a la geometr¨ªa r¨¢pida y a los espacios libres. En la m¨²sica de Mart¨ªn V¨¢zquez y compa?¨ªa se valoraban la improvisaci¨®n y la sorpresa, pero se des preciaba el riesgo.
En un buen d¨ªa se ganaba por 6-0 y se daba un concierto inolvidable de f¨²tbol. En un mal d¨ªa la prisa se convert¨ªa en precipitaci¨®n, los balones al espacio libre en pases a los defensas laterales del equipo contrario y los centros, al primer toque fallado, en un lateral que se te mete en la cocina.
En la canci¨®n de los ni?os, en aquella canci¨®n, la m¨²sica era simple o barroca, seg¨²n la fiebre seg¨²n la inspiraci¨®n y seg¨²n cada cual; el estribillo era "deprisa, deprisa" y el sue?o la s¨¦ptima copa. Qu¨¦ divertido, pero qu¨¦ peligroso.
Dos promociones diferentes
Hace seis meses aparecieron, pues, ante los ojos de Amancio, dos promociones muy diferentes de jugadores. Una ya hab¨ªa cumplido los 30 a?os y otra estaba a punto de cumplir los 20. En el f¨²tbol los 30 son tambi¨¦n una edad ambigua en la que se es demasiado joven para presumir de viejo y demasiado viejo para presumir de joven. Una maldita edad fronteriza en la que el club empieza a contarte los garbanzos y a discutirte los contratos temporada por temporada.Frente a este agobio aplazado hasta junio estaban los ni?os del Castilla. Llegaban silbando, abr¨ªan la bolsa, sacaban los perfumes y te discut¨ªan el turno para entrar en la ducha. Qu¨¦ divertido, pero qu¨¦ peligroso.
Es probable que nunca en los ¨²ltimos a?os el Real Madrid haya logrado reunir como entonces tanta calidad y con tanta variedad. Todo se reducir¨ªa al problema final de elegir y compaginar y, luego, al triple v¨¦rtigo de jugar, ganar y sobrevivir. Nada menos.
Amancio comenz¨® a hacer pruebas en silencio. Se escud¨® en su hermetismo gallego y en todas las frases t¨®picas, pero inapelables, que figuran en el manual del entrenador espa?ol. Si alguien estaba quejoso o sorprendido por su exclusi¨®n del equipo, dir¨ªa "s¨®lo pueden jugar 11", "elijo a los que creo convenientes", "nadie tira piedras contra su propio tejado" o "la temporada es larga y todos tendr¨¢n su oportunidad antes o despu¨¦s".
Todos en el banquillo
Desde entonces casi todos sus jugadores han pasado por el banquillo y la seguridad de que todos pueden jugar es la seguridad de que cualquiera puede ser borrado de la lista. Quiz¨¢ ah¨ª estuviera el error: la perspectiva de entrar y salir continuamente del equipo no fue para ellos el valor del est¨ªmulo, sino el contravalor de la duda.En el f¨²tbol profesional el principio de la igualdad de oportunidades tiene una desigual acogida. Muchos prefieren la injusticia al desorden: aceptan que exista una casta de 11 favoritos a condici¨®n de que sea posible, s¨®lo posible, entrar un d¨ªa en ella. Y, durante varios meses, la inseguridad ha tenido dos consecuencias: algunos se han limitado a desprenderse del bal¨®n a toda prisa por temor a perderlo, mientras otros han jugado para s¨ª mismos.
Hace unas pocas semanas, por fin, Amancio pareci¨® haber dado con un apunte de equipo, con un grupo estable de jugadores. En ¨¦l hay dos tercios de veteranos y un tercio de j¨®venes, hombres que est¨¢n afrontando la crisis de los 30 y chicos que a¨²n est¨¢n cur¨¢ndose el acn¨¦ juvenil.
Entre tanto, el Madrid ha perdido un poco su conciencia de campe¨®n, la predisposici¨®n a ganar si ceden todos aqu¨¦llos que acaban ganando.
Pero ese problema s¨®lo puede resolverse con tiempo. Al fin y al cabo, un campe¨®n no gana ¨²nicamente por su mayor calidad. Un campe¨®n consigue ganar por la fuerza de la costumbre.
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