Por qu¨¦ vot¨¦ el ingreso de Espa?a en la OTAN y otras cosas m¨¢s / 1
Volvemos a vivir tiempos de ortodoxias de ra¨ªz institucional. Junto a la doctrina oficial, estadio superior de la ortodoxia, aparece la doctrina segura, la que puede profesarse sin temor a pecar; es la que, con razonable certeza, acabar¨¢ siendo doctrina oficial.Cada vez m¨¢s decantada la doctrina segura sobre la pertenencia de Espa?a a la OTAN. Segura, aqu¨ª, no quiere decir del Gobierno, ni del partido del Gobierno, ni del Ministerio de Asuntos Exteriores. Segura quiere decir eso, segura: la que hay que tener si se quiere estar donde hay que estar.
Esa doctrina es, en esencia, la siguiente. Primera proposici¨®n: un Gobierno de UCD nos meti¨® en la OTAN en acto de atolondramiento irresponable, sin tener en cuenta los intereses espa?oles que pod¨ªan haber sido satisfechos al revuelo del capote de aquella operaci¨®n. Segunda proposici¨®n: Espa?a est¨¢ ligada al pa¨ªs m¨¢s importante de la OTAN por un tratado defensivo que incluye bases norteamericanas en territorio espa?ol. Tercera proposici¨®n: Espa?a no puede ser neutral, ahora, en este tenebroso mundo dividido en bloques, porque eso supondr¨ªa un cambio del status quo que no nos iban a tolerar. Cuarta proposici¨®n y consecuencia primera: Espa?a no debi¨® entrar en la OTAN en 1981. Quinta proposici¨®n y consecuencia segunda: Espa?a no debe salir de la OTAN en 1984. Resumiendo: a) gente irresponsable hizo lo que no deb¨ªa: meternos en la OTAN; b) gente responsable no nos debe sacar de all¨ª donde los primeros nos colocaron, y precisamente por las mismas razones por las que se tom¨® aquella decisi¨®n.
A partir de aqu¨ª, la doctrina segura en el sentido antes indicado, que tan trabajosamente se autoconstruye a partir del magma primitivo, todav¨ªa no tiene desarrollo firme; as¨ª que a¨²n no sabemos si cristalizar¨¢ en un mayor o menor grado de integraci¨®n militar o en ninguno; si habr¨¢ refer¨¦ndum o no ni, sobre todo, el momento en que quien tiene poder para decirlo diga fiat y se consuma as¨ª el parto de los montes.
A m¨ª, claro, esa doctrina no me parece un prodigio de l¨®gica contundente, lo que ya es molesto. Pero es que, adem¨¢s, yo formaba parte de aquel Gobierno tan precipitado y de la mayor¨ªa del Congreso que, por 186 votos contra 146, aprob¨® el ingreso de Espa?a en la OTAN. Por eso tanto por la l¨®gica como en t¨ªmida autodefensa, quiero explicar por qu¨¦ vot¨¦ que s¨ª a la entrada de Espa?a en la OTAN en 1981 y, ya de paso, algunas cosas m¨¢s
El programa de UCD
En primer lugar, vot¨¦ que s¨ª por que el partido al que pertenec¨ªa (UCD), en su congreso de 1978, hab¨ªa fijado, claramente y por unanimidad, su posici¨®n de alineamiento en el mundo occidental, dejando para un momento posterior la decisi¨®n en cuanto al sistema de alianzas, y en el congreso de 1981 (febrero) hab¨ªa acordado, por unanimidad, que Espa?a deb¨ªa ingresar en la OTAN, dejando al Gobierno la tarea de decidir la fecha, lo que, por lo dem¨¢s, era conforme con el programa con el que UCD concurri¨® a las elecciones de 1979.Dentro de esa misma legislatura, en el mes de febrero de 1981, el candidato a presidente del Gobierno, en su discurso de investidura, incluy¨® la entrada en la OTAN como de inmediata realizaci¨®n. Con ello se daba cumplimiento a un compromiso electoral, de conformidad, adem¨¢s, con el acuerdo del congreso de UCD celebrado en Palma de Mallorca hac¨ªa menos de un mes.
Es cierto que se podr¨¢ decir que los congresos de los partidos aprueban resoluciones cuyo fin ¨²ltimo es ser letra muerta, distracci¨®n de futuras especulaciones hist¨®ricas o ser sustituidas por otras que lleguen a decir exactamente lo contrario. Pero esto no lleg¨® a suceder en UCD. Alguna ventaja ha de tener la vida ef¨ªmera.
Tambi¨¦n se puede decir que los compromisos electorales no son para tom¨¢rselos tan a pecho, porque hermoso es el plantel de los compromisos incumplidos y no hay que ir tan lejos para comprobarlo. Pero tampoco creo que se deba llegar al principio, que resultar¨ªa excesivamente enojoso, de que lo m¨¢s correcto es no cumplir los compromisos electorales; aunque comprendo que eso es lo mejor para quienes no los tomaron o, sencillamente, est¨¢n en contra de los mismos.
A pesar de tantos y claros antecedentes hay quienes vienen a decir que la decisi¨®n de aquel Gobierno fue poco m¨¢s que un capricho voluntarioso llevado a cabo de improviso, sin pensar, sin discutir, casi con nocturnidad y alevos¨ªa, sin avisar a la gente de lo que iba a suceder. Desde luego, en la campa?a de 1979 no inundamos el pa¨ªs de enormes carteles de "UCD por la OTAN", intentando atraer al electorado con ese se?uelo; tampoco lo hicimos, pongo por caso, con el divorcio, que tambi¨¦n estaba en nuestro programa, que, por cierto, igualmente cumplimos en este punto aun a costa de fuertes desgarramientos internos.
Y debo decir, adem¨¢s, que en el Gobierno de entonces no hubo la m¨¢s m¨ªnima discrepancia a la hora de cumplir lo anunciado en ese punto del discurso de investidura. Y que en la ejecutiva de UCD que trat¨® el asunto concreto no hubo votos en contra (ejecutiva de m¨¢s de 30 miembros) y s¨®lo algunas reflexiones dubitativas de uno solo de sus componentes, y no sobre la cuesti¨®n de fondo, sino sobre la oportunidad por razones de pol¨ªtica interna: quiz¨¢ era mejor en aquellos momentos (inmediatamente posteriores al golpe de Estado del 23-F) no plantear un problema que pod¨ªa romper una situaci¨®n arm¨®nica con el partido socialista, pero decir tambi¨¦n que, para que no hubiera problema alguno, la decisi¨®n fue llevada al consejo pol¨ªtico de UCD, supremo ¨®rgano entre congreso y congreso, con centenares de miembros, y fue aprobado sin oposici¨®n verbal y por unanimidad.
Unanimidad y coherencia
Nadie delante de m¨ª, en el Gobierno o en el partido, manifest¨® que la decisi¨®n no fuera aceptable en el fondo ni oportuna desde el punto de vista de los intereses exteriores de Espa?a.Y adem¨¢s debo indicar que en los grupos parlamentarios de UCD, tan inclinados a dividirse como es innecesario recordar, el tema de la OTAN no suscit¨® la m¨¢s m¨ªnima tensi¨®n.
Con todo ello se podr¨¢ pensar que lo que digo tiene un valor poco m¨¢s que anecd¨®tico: en el Gobierno, y como diputado, me comport¨¦ en coherencia con el criterio del partido, del Gobierno y del grupo parlamentario. Pero ?qu¨¦ importa para el debate actual que un diputado y ministro fuera disciplinado en su momento, como lo fueron todos los dem¨¢s? La an¨¦cdota personal es poco o nada, desde luego. S¨ª importa, en cambio, recordar que en el Gobierno no hubo dudas y en el partido hubo unanimidad en la decisi¨®n del congreso, el consejo pol¨ªtico y el comit¨¦ ejecutivo.
De todos modos, quiero dar las razones que, m¨¢s all¨¢ de la disciplina de Gobierno, grupo parlamentario y partido, me llevaron a votar que s¨ª entonces, a sentirme c¨®modo dentro de esa disciplina, lo que no siempre suced¨ªa.
Las posibilidades que se le ofrec¨ªan a Espa?a en 1981, desde el punto de vista de la pol¨ªtica de bloques y alianzas, eran dos b¨¢sicas: optar por el neutralismo o continuar enclavada en el sistema de defensa occidental; en el caso de optar por la segunda hab¨ªa, a su vez, esta disyuntiva: mantenimiento puro del status quo (tratado bilateral y sin ingreso en la Alianza) o ingreso en la OTAN.
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