Herbert Blaize: "Los norteamericanos deben quedarse en Granada"
Herbert Blaize -un pol¨ªtico veterano que recibi¨® la llegada de los marines norteamericanos, hace m¨¢s de un a?o, con estas palabras: "Esto no es una invasi¨®n, sino una operaci¨®n de rescate"- puede resultar elegido hoy primer ministro de Granada si todo sale como espera Estados Unidos.Blaize es uno de los pol¨ªticos m¨¢s cl¨¢sicos de la isla. Empez¨® su carrera de la mano de sir Eric Gairy -es decir, manipulando a los campesinos que ve¨ªan en el triunfo de un hombre negro su propio triunfo-, pero pronto se independiz¨¢, creando un partido mucho m¨¢s vinculado a los due?os de las plantaci¨®nes y a la oligarqu¨ªa local. Se ha enfrentado ocho veces con su antiguo jefe y ha perdido en siete ocasiones. Sin embargo, Washington ha recurrido a ¨¦l, tal vez porque es la ¨²nica personalidad en Granada capaz de encabezar un Gobierno de derechas con fachada respetable. Blaize no entusiasma a nadie, pero por lo menos tampoco despierta grandes odios ni temores de una prolongada etapa de revanchas.
Sentado en el comedor de su casa de St. Georges (vive habitualmente en la isla de Carricou, de soberan¨ªa granadina, donde regenta un pr¨®spero negocio de seguros), Herbert Blaize, de 65 a?os, tiene un aspecto fatigado y casi enfermizo. Se sujeta frecuentemente la cabeza entre las manos: "No, no estoy enfermo. Estoy preocupado por la herencia que voy a recibir: una isla conmocionada, empobrecida, llena de problemas".
Pregunta. ?Por qu¨¦ ha aceptado acudir a las elecciones con otros tres peque?os partidos que hasta hace poco usted calificaba de "una broma"?
Respuesta. Para predicar con el ejemplo y ense?ar al pa¨ªs que lo m¨¢s importante ahora es la unidad. Tenemos que trabajar para mejorar la econom¨ªa y el desarrollo social, pero antes que nada tenemos que lograr que el pueblo granadino recupere la confianza en el Gobierno y en los pol¨ªticos. S¨¦ que llevar¨¢ alg¨²n tiempo, pero creo que ya estamos en el buen camino.
P. ?Cree usted que Granada es m¨¢s pobre hoy que hace un a?o, cuando todav¨ªa exist¨ªa el Gobierno revolucionario de Maurice Bishop?
R. S¨ª, es obvio, pero sobre todo porque los problemas que dej¨® la revoluci¨®n han aumentado. Ahora pagamos las consecuencias de aquellos cuatro a?os y medio. El desempleo ha crecido, el nivel de vida ha disminuido por culpa de la inflaci¨®n y se ha triplicado la deuda externa porque hemos acumulado los intereses de los cr¨¦ditos que contrat¨® el Gobierno revolucionario.
Completa bancarrota
P. ?La ayuda norteamericana no ha sido suficiente para evitar ese deterioro?R. Estados Unidos nos ha dado una ayuda financiera enorme. Si no fuera por esto, estar¨ªamos en la m¨¢s completa bancarrota.
P. ?Por qu¨¦ no se exili¨® usted durante el Gobierno de Maurice Bishop, como los norteamericanos le sugirieron?
R. No era cuesti¨®n de que todo el mundo se fuera de Granada. Yo dije desde el principio que no aceptaba el uso de la fuerza para derribar un Gobierno legal, pero no quise condenar a nadie hasta ver si eran capaces de reconstruir el pa¨ªs. Me qued¨¦ muy deprimido. Ellos buscaban el enemigo fuera, cuando las dificultades estaban dentro. Era triste. Yo comenc¨¦ en seguida a tener actividades pol¨ªticas (privadas, por supuesto, porque la revoluci¨®n no nos permit¨ªa otra cosa) para seguir de cerca lo que estaba sucediendo.
P. ?Qu¨¦ opini¨®n le mereci¨® Maurice Bishop?
R. ?Qu¨¦ importa eso ahora? Bishop ya no existe.
P. ?Cree que exist¨ªa una diferencia entre la revoluci¨®n que ¨¦l predicaba y la que quiso imponer su lugarteniente, Bernard Coard?
R. Ni lo s¨¦ ni me interesa. Para m¨ª, todos est¨¢n en la misma cesta. Cuando se ponen de acuerdo, nos oprimen. Cuando no, se matan entre ellos.
P. Al primer mitin de los seguidores de Bishop asistieron m¨¢s de 700 personas. ?Le sorprendi¨®?
R. Yo esperaba m¨¢s gente todav¨ªa, porque era un mitin en memoria de los que murieron, y aquel d¨ªa fueron asesinados muchos granadinos que no eran miembros del partido de Bishop. No creo que tenga ning¨²n futuro pol¨ªtico. La gente est¨¢ muy conmocionada y ha aprendido la lecci¨®n. Ya no volver¨¢n a escucharles.
P. Usted calific¨® la invasi¨®n de "operaci¨®n de rescate". ?Sigue pensando ahora lo mismo?
R. S¨ª. Yo estaba en St. Georges cuando Bishop fue asesinado. Una semana despu¨¦s o¨ªmos llegar los helic¨®pteros. La radio dec¨ªa que Estados Unidos nos estaba atacando, pero nadie lo consider¨® as¨ª. Ven¨ªan a ayudarnos.
P. Ha pasado m¨¢s de un a?o desde entonces y los norteamericanos siguen manteniendo una presencia militar en la isla. ?Est¨¢ usted de acuerdo con ella?
R. Es necesario. La amenaza no ha desaparecido todav¨ªa. Deben quedarse hasta que seamos capaces de mantener nuestra propia seguridad, hasta que nuestra nueva polic¨ªa est¨¦ lo suficientemente equipada y entrenada. Siguen aqui porque les necesitamos.
P. ?Cu¨¢ndo cree que ya no har¨¢n falta?
R. No tengo ning¨²n inter¨¦s en fijar un plazo.
P. Algunos peri¨®dicos locales afirman que si su partido gana las elecciones, usted ceder¨¢ el puesto de primer ministro a alg¨²n otro dirigente de la coalici¨®n. ?Es verdad?
R. Primero, nuestro partido no es una coalici¨®n propiamente dicha, sino un nuevo partido integrado por cuatro formaciones anteriores. Segundo, si ganamos las elecciones, yo ser¨¦, naturalmente, el primer ministro. Los rumores son tonter¨ªas.
P. ?Qu¨¦ opini¨®n le merece su antiguo amigo, sir Eric Gairy?
R. Su partido no existe, es s¨®lo ¨¦l y un pu?ado de amigos. No tiene ning¨²n problema. No tiene fuerza. Los granadinos saben que el pa¨ªs tiene muchos problemas y que Gairy es incapaz de solucionar nada.
Herbert Blaize asiente con la cabeza cuando se le pregunta si la victoria de su ex mentor, Eric Gairy, podr¨ªa llevar a Granada a un ba?o de sangre posterior. Luego se levanta con dificultad de su silla y se encamina al coche que le llevar¨¢ a la sede del partido. "Ya ve. La campa?a electoral es muy rudimentaria porque no tenemos muchos fondos. ?D¨®nde est¨¢ el dinero que dicen que me dan los norteamericanos?".
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