Gas letal
Y dijo Dios en el Para¨ªso a Ad¨¢n y Eva: "Creced y multiplicaos, henchid y dominad la tierra y a los animales que habitan sobre ella, a los peces del mar y a las aves del cielo". Este Dios del G¨¦nesis parec¨ªa ya un intelectual franc¨¦s. El barro del primer mono sabio a¨²n estaba h¨²medo entre sus dedos y antes de meterlo en la mufla le insufl¨® por la boca el falso orgullo de rey del mambo. De eso al escape de gas metilisocianato que acaba de producirse en la India s¨®lo hay un paso. Con un talante de fil¨®sofo occidental o de investigador qu¨ªmico, el redactor b¨ªblico situ¨® al hombre frente a la naturaleza como algo distinto de ella, y encima le anim¨® a que entrara a saco en su gobierno. El resultado no se hizo esperar mucho. Aquel mono comenz¨® a jugar con el hacha y desde entonces su an¨¢lisis no ha cesado. Hoy, las inocentes magdalenas se fabrican con elementos cancer¨ªgenos, cualquiera puede levantar una industria benzol al lado de tu casa y el r¨ªo ?ufrates baja rizando espumarajos de detergente. Los chicos de la multinacional Union Carbide, herederos de aquella patente de corso, est¨¢n capacitados para envenenarte en silencio mientras duermes a pierna suelta. Dominar la tierra equivale a destruirla. No hay m¨¢s que mirar por la ventana. Los peces muertos flotan con la tripa llena de petr¨®leo. En los restaurantes se sirven cazuelas con canarios fritos y el rey del mambo sigue disparando contra todo lo que se mueve, amasando ensaimadas con DDT y aplast¨¢ndose en el interior de los cacharros. No soy nadie, pobre de m¨ª, para enmendarle la plana a Dios. Pero yo, en su lugar, desde el instante mismo de la Creaci¨®n hubiera dejado las cosas claras.
Aparte del capricho de que no me robaran las manzanas, hubiera clavado un bando con una chincheta en el tronco del ¨¢rbol de la ciencia con dos ¨®rdenes muy rigurosas. Se proh¨ªbe buscar la felicidad a trav¨¦s de la inteligencia. Se proh¨ªbe hacer el idiota con los productos inflamables. Y puesto que la conciencia se inici¨® en un jard¨ªn de Asia, hubiera aleccionado a la primera pareja de monos con este principio oriental: el ser humano tambi¨¦n es naturaleza, y cualquier deseo de ense?orearse de ella pasa por la propia esclavitud, por la propia destrucci¨®n.
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