El intolerable 'apartheid'
SE HA colocado de nuevo en el centro de la actualidad internacional la necesidad de poner fin al sistema racista del apartheid, que condena a la poblaci¨®n negra de ?frica del Sur, la inmensa mayor¨ªa del pa¨ªs, a una discriminaci¨®n y a unas persecuciones incompatibles con los principios jur¨ªdicos proclamados en la Carta de las Naciones Unidas. Uno de los cambios m¨¢s profundos que se han producido en el mundo, despu¨¦s de la II Guerra Mundial, ha sido el fin del colonialismo. Incluso en EE UU, donde estaban tan arraigadas las barreras de la discriminaci¨®n racial, ¨¦stas han ido desapareciendo en una proporci¨®n apreciable. Todo lo cual crea una amplia base social para que las persecuciones racistas en ?frica del Sur despierten una indignaci¨®n que desborda las fronteras de los partidos de izquierda. No se dan casos muy frecuentes en la derecha europea de pol¨ªticos capaces de pedir "mayor comprensi¨®n" hacia los gobernantes surafricanos, como hizo Manuel Fraga Iribarne en fecha no lejana.En el curso de los ¨²ltimos tiempos, el actual presidente de la Rep¨²blica Surafricana -entonces jefe del Gobierno-, Pieter Botha, ha iniciado una pol¨ªtica nueva en las relaciones con los reg¨ªmenes revolucionarios, marxistas-leninistas, nacidos de la lucha anticolonial, instaurados en Mozambique y Angola; de una situaci¨®n de ruptura total, casi de guerra, se ha pasado a unas negociaciones que han desembocado en acuerdos interesantes. EE UU, a trav¨¦s del secretario de Estado adjunto, Crocker, ha intervenido activamente en ese proceso. En marzo pasado se concluy¨® un acuerdo de cooperaci¨®n entre ?frica del Sur y Mozambique. Con Angola se ha firmado un acuerdo para la retirada de las tropas surafricanas del sur de dicho pa¨ªs; est¨¢n en curso negociaciones sobre Namibia, que sigue ocupada por tropas surafricanas, violando de las resoluciones de la ONU. No conviene exagerar la eficacia de los acuerdos mencionados; a¨²n no han dado, en temas esenciales, los resultados previstos; no ha cesado la ayuda surafricana a grupos rebeldes que act¨²an en Mozambique y Angola. Sin embargo, el clima es diferente: hay negociaciones en marcha; hablan las personas y no los ca?ones. Esa zona -considerada hasta hace poco por Washington como teatro probable de nuevas agresiones sovi¨¦ticas- tiende a marginarse de la tensi¨®n Este-Oeste.
Paralelamente, el Gobierno de Pretoria ha puesto en marcha, el verano pasado, una reforma constitucional, creando dos nuevas c¨¢maras en el Parlamento: una, elegida por los mestizos, y otra, por la poblaci¨®n originar¨ªa del subcontinente indost¨¢nico. Pero esa reforma ha fracasado: en primer lugar, la abstenci¨®n en la elecci¨®n de las citadas c¨¢maras fue abrumadoramente mayoritaria. M¨¢s a¨²n, esa peque?a reforma ha servido sobre todo para poner a¨²n m¨¢s en evidencia la injusticia radical de un sistema que niega el derecho de voto y los derechos jur¨ªdicos y humanos m¨¢s elementales a los casi 20 m¨ªllones de negros, es decir, el 70% de la poblaci¨®n. As¨ª, en las ¨²ltimas semanas, la poblaci¨®n negra ha desarrollado una creciente actividad de protesta civil, con un apoyo considerable de otros sectores de la poblaci¨®n. El llamado Frente Democr¨¢tico Unido agrupa a unas 700 asociaciones y movimientos multirraciales, coincidentes en la lucha contra el apartheid. No se trata ya de acciones de grupos armados, sostenidos desde los pa¨ªses revolucionarios vecinos. Son acciones pol¨ªticas de masas, reuniones y asambleas, manifestaciones y huelgas, a trav¨¦s de las cuales la gran mayor¨ªa negra reivindica su derecho a gozar de los derechos pol¨ªticos elementales que hoy les son negados. El Gobierno ha reaccionado con una represi¨®n brutal. Por primera vez desde hace 25 a?os el Ej¨¦rcito ha sido empleado para peinar poblados negros. La polic¨ªa ha realizado detenciones en masa sin ninguna raz¨®n, incluso asesinatos y violaciones para sembrar el p¨¢nico. Las cosas han llegado a tales l¨ªmites que la conferencia de los obispos cat¨®licos de ?frica del Sur ha publicado un documento recogiendo casos estremecedores de la brutalidad de la polic¨ªa. Monse?or Hurley, presidente de dicha conferencia, ha declarado que "se est¨¢ desarrollando un estado de guerra".
La concesi¨®n del Premio Nobel de la Paz al obispo anglicano de El Cabo, Desmond Tutu, ha contribuido a dar mayor relieve a la denuncia ante la opini¨®n mundial de esta situaci¨®n intolerable en la que se encuentran los negros de ?frica del Sur. En EE UU el movimiento de protesta ha alcanzado una gran amplitud, con manifestaciones ante la Embajada surafricana en Washington, y en numerosas ciudades, ante los consulados de dicho pa¨ªs. La presi¨®n sobre Reagan para que renuncie a su pol¨ªtica de blandura con el presidente Botha es muy fuerte; incluso 35 congresistas republicanos han escrito al embajador de ?frica del Sur amenazando con sanciones econ¨®micas. Es evidente que la pseudorreforma intentada por Botha ha sido un fracaso; no ha logrado ensanchar su base social, sino que ha provocado una protesta mayor.
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