Juego limpio para el s¨ªndrome del aceite t¨®xico
Las recientes manifestaciones del doctor Frontela relativas a sus investigaciones particulares sobre las causas del s¨ªndrome t¨®xico resuenan sobre las del matrimonio Mart¨ªnez-Clavera, a la par que, inevitablemente, nos introducen en el t¨²nel del tiempo con las ensaladas del doctor Muro. La escandalosa acogida de estas manifestaciones en ciertos medios de comunicaci¨®n muestra expresivamente la enorme dimensi¨®n de la herida, a¨²n abierta tras los casi cuatro a?os transcurridos desde el comienzo de esta tr¨¢gica intoxicaci¨®n masiva.En ella se entrecruzan no s¨®lo el sufrimiento de miles de personas y hogares asolados por la enfermedad sino tambi¨¦n la gravedad de los grandes intereses y responsabilidades en juego, los desaciertos por parte de la Administraci¨®n a la hora de afrontar las consecuencias de esta intoxicaci¨®n y la misma biso?ez de la comunidad cient¨ªfica, con escasa capacitaci¨®n en temas de salud p¨²blica.
Todos estos problemas o insuficiencias no justifican, sin embargo, el vilipendio p¨²blico del que est¨¢n siendo v¨ªctimas instituciones, m¨¦dicos e investigadores implicados en el estudio del s¨ªndrome t¨®xico. Tampoco los afectados ni el gran p¨²blico se merecen la ansiedad y expectativas que inevitablemente generan las audacias de ciertos medios de comunicaci¨®n.
Como contribuci¨®n al derecho ciudadano a la informaci¨®n y en defensa de la ciencia y de la imagen de los cient¨ªficos, hacemos las siguientes reflexiones.
El pensamiento cient¨ªfico, base de la cultura y forma de vida de las sociedades contempor¨¢neas, se fundamenta en el m¨¦todo cient¨ªfico y en el honesto respeto a sus principios, que se inician con la formulaci¨®n de hip¨®tesis razonables de trabajo que tengan en cuenta el nivel actual del conocimiento sobre el tema. La verificaci¨®n de la hip¨®tesis constituye el nudo gordiano de la actividad cient¨ªfica, que exige un riguroso plan de experimentaci¨®n.
Evaluaci¨®n y escrutinio
Finalmente, tanto los m¨¦todos utilizados como los resultados alcanzados deben ser validados por el concienzudo escrutinio de otros investigadores de reconocida solvencia; esto se realizaba antiguamente en el seno de las academias y ahora tiene lugar preferentemente en los comit¨¦s de ' expertos, editores de las revistas especializadas o en las instituciones que financian la investigaci¨®n.
Ninguno de estos criterios ha sido cumplido en los casos sensacionalistas de la ya larga historia period¨ªstica del s¨ªndrome del aceite t¨®xico. Las ideas y datos recopilados por Muro, incriminando a tomates y pesticidas organofosforados, fueron meticulosamente examinados, hasta donde su hermetismo lo permit¨ªa, por el comit¨¦ de expertos de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud, en marzo de 1983. Este comit¨¦, que inclu¨ªa cient¨ªficos tan prestigiosos como los doctores Heath (del Center for Disease Control, de Estados Unidos), Aldridge (del Medical Research Council, del Reino Unido, especialista mundial en organof¨®sf¨®rados) y Terraccini (consultor del European Medical Research Council), no encontr¨® fundamento alguno que sustentara las alegaciones del se?or Muro.
No obstante, el comit¨¦ apremi¨® al mencionado a que condensara sus estudios en la forma convencional de las publicaciones cient¨ªficas. A?o y medio despu¨¦s el trabajo ha aparecido finalmente publicado, conjuntamente con el de Mart¨ªnez-Clavera, donde seguramente le correspond¨ªa: el semanario Lib, cuyo prestigio no reside precisamente en el rigor cient¨ªfico de sus criterios editoriales.
El informe de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS) de marzo de 1983 estableci¨® en sus conclusiones la existencia de una fuerte correlaci¨®n entre la ingesta de algunos de los aceites de cocina de venta ambulante y la enfermedad conocida inicialmente como neumon¨ªa at¨ªpica, proponiendo la denominaci¨®n de s¨ªndrome del aceite t¨®xico, con la que se la conoce en todos los medios cient¨ªficos. Esta conclusi¨®n, basada en encuestas epidemiol¨®gicas y estudios caso-control que abarcaban a un 10% aproximado de los afectados, carece de contenido dogm¨¢tico yes revisable, como cualquier afirmaci¨®n de car¨¢cter cient¨ªfico. Por eso los argumentos de los se?ores Mart¨ªnez y Clavera -contratados como t¨¦cnicos en inform¨¢tica para la comisi¨®n cl¨ªnica del Plan Nacional del S¨ªndrome T¨®xico fueron analizados por el comit¨¦ de expertos de la OM S en su reuni¨®n de junio de 1984, sin encontrar en ellos motivo alguno para cambiar las conclusiones de la reuni¨®n anterior.
S¨®lo una partida
El argumento de que la curva de incidencia de la enfermedad empez¨® a decaer d¨ªas antes de que se anunciara a los medios de comunicaci¨®n los riesgos asociados al consumo de determinados tipos de aceite no s¨®lo no quita peso a la hip¨®tesis del aceite t¨®xico sino que la refuerza. Efectivamente, la noci¨®n del aceite t¨®xico implica s¨®lo a una determinada partida, distribuida en unas determinadas coordenadas espaciotemporales.
Nadie puede pensar que los millones de litros de aceite comestible fraudulento y clandestino, consumidos durante a?os por amplias masas de poblaci¨®n, sean los responsables de la intoxicaci¨®n masiva de mayo de 1981. La incidencia de nuevos casos pudo disminuir a primeros de junio de 1981, como consecuencia de la campa?a en los medios de comunicaci¨®n, tal como sosten¨ªan las autoridades sanitarias. Pero es m¨¢s probable que la progresi¨®n de la epidemia se detuviera por agotamiento de la partida t¨®xica o por su destrucci¨®n apresurada.
Ahora el doctor Frontela anuncia a bombo y platillo la intoxicaci¨®n de animales experimentales con hortalizas previamente tratadas con nematocidas y organofosforados. La cuesti¨®n no es muy nueva, puesto que ya en julio-agosto de 1981 el doctor Muro dec¨ªa haber intoxicado a un cobaya alimentado con un pimiento recogido de una huerta presuntamente tratada con alguno de los nematocidas ahora implicados. Sin embargo, a intervenci¨®n del doctor Frontela, quien a¨²na el prestigio social de la c¨¢tedra con la notoriedad p¨²blica que le han valido sus peritaciones forenses en determinados homicidios, sit¨²a la cuesti¨®n de, los pesticidas organofosf¨®rados en la cima de la noticia period¨ªstica sobre el s¨ªndrome t¨®xico.
No es ¨¦sta la primera vez que el doctor Frontela hace manifestaciones p¨²blicas en relaci¨®n con esta tr¨¢gica intoxicaci¨®n. Recordemos que en agosto de 1981 arm¨® un considerable revuelo period¨ªstico con su pintoresca teor¨ªa de que el s¨ªndrome t¨®xico era producido por metales pesados extra¨ªdos de las sartenes durante la fritura. En aquella ocasi¨®n la correcta actuaci¨®n de la comisi¨®n cl¨ªnica. permiti¨® zanjar r¨¢pidamente el asunto por el sencillo expediente de someter su hip¨®tesis a una prueba ciega.
La pretensi¨®n de explicar la etiolog¨ªa del s¨ªndrome t¨®xico sobre la base de los organofosforados parece, cuanto menos, atrevida, a la luz de los conocimientos actuales sobre la enfermedad que se pretende explicar y el agente implicado. Efectivamente, existe un consenso un¨¢nime entre los especialistas, en el sentido de que el s¨ªndrome t¨®xico constituye una entidad cl¨ªnica nueva que no puede explicarse con agentes pat¨®genos bien conocidos, como es el caso de los compuestos organofosforados.
Los experimentos del doctor Frontela no demuestran nada que no se supiera ya: que los compuestos organofosforados son t¨®xicos para los animales experimentales, que su uso entra?a un riesgo potencial para la salud y que, consecuentemente, deben ser objeto de una regulaci¨®n adecuada. Fuera de eso no hay nada m¨¢s que fabulaci¨®n y propaganda.
Estos y otros casos de utilizaci¨®n abusiva de los medios de comunicaci¨®n en temas de salud deber¨ªan ser objeto de una atenci¨®n especial por parte de los colegios profesionales, de cara a proteger a todos, enfermos y p¨²blico en general, de este tipo de intoxicaci¨®n informativa.
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