El fiasco del socialismo mediterr¨¢neo
El socialismo mediterr¨¢neo, despu¨¦s de una ¨¦poca de euforia y esperanza en que parec¨ªa configurarse como alternativa a la pura gesti¨®n del capitalismo propia de las socialdemocracias del norte de Europa y al socialismo burocratizado y sin libertades, ha entrado en un momento de profunda crisis de identidad, en la que lo ¨²nico que define a la pol¨ªtica socialista, como aseguraba Lionel Jospin, es que sus ejecutores son ministros socialistas. El autor de este art¨ªculo analiza la situaci¨®n actual del socialismo en el sur de Europa, con especial referencia a la experiencia m¨¢s controvertida internacionalmente, la francesa, pero sin olvidar las analog¨ªas con el caso espa?ol, incluido tambi¨¦n en este socialismo en bancarrota.
La llegada de los socialistas a los Gobiernos del sur de Europa ha conseguido, en apenas dos o tres a?os, eliminar en esta ¨¢rea y por un tiempo que se prev¨¦ largo, cualquier perspectiva socialista. Tan at¨®nitos quedamos con su r¨¢pida ascensi¨®n como luego confundidos por la pol¨ªtica llevada a cabo, pues, si bien ha obtenido algunos logros muy dignos de consideraci¨®n, de ning¨²n modo encaja en los marcos te¨®ricos trazados. Medidos con los criterios que establecieron los socialistas del sur de Europa en la d¨¦cada de los setenta -congreso de unificaci¨®n de las fuerzas socialistas en ?pinay (1971); congreso de Metz (1979); renovaci¨®n del PSOE en .los congresos de 1972, 1974 y 1976-, la pol¨ªtica realizada por los Gobiernos socialistas franc¨¦s y espa?ol no puede menos que defraudar.Si adem¨¢s comparamos dos tipos de socialismo tan opuestos como el griego, nacionalista y populista, y el portugu¨¦s, atlantista y moderadamente socialdem¨®crata, tal vez sorprenda a¨²n m¨¢s la convergencia que comprobamos en los resultados. Italia es caso aparte. Si el presidente del Gobierno es un socialista, conocido adem¨¢s por su pragmatismo, se debe tanto al agotamiento de la Democracia Cristiana como a los impedimentos, todav¨ªa actuantes, para que los comunistas asuman la responsabilidad de gobierno que les corresponde en funci¨®n de sus votos Permaneciendo el sistema pol¨ªtico italiano en su proverbial estancamiento -es admirable la capacidad de los italianos para convivir con un cad¨¢ver-, los resultados de un Gobierno de coalici¨®n presidido por un socialista han sido, como dir¨ªa el buen padre jesuita, los que se esperaban.
Un ascenso imparable
Propendemos a dar por inevitable y, por tanto, por previsto todo aquello que efectivamente ocurre, pero nadie con buen sentido y medianamente informado hubiera pronosticado en 1974 el imparable ascenso de los socialistas en el sur de Europa. El anuncio de que ocho a?os m¨¢s tarde tendr¨ªamos a los socialistas en el poder, precisamente en los pa¨ªses mediterr¨¢neos, hubiera parecido entonces la ingenua ilusi¨®n de un militante tan cr¨¦dulo como sectario. En el sur de Europa, en raz¨®n de sus estructuras sociales y modo de socializaci¨®n de la clase obrera, la derecha seguir¨ªa gobernando por largo tiempo; eso s¨ª, cada vez m¨¢s acosada por partidos comunistas m¨¢s o menos fuertes, pero incapaces de ofrecer una alternativa v¨¢lida. La llegada de los socialdem¨®cratas al Gobierno era un fen¨®meno propio del norte de Europa, que se explicaba tanto por el mayor grado de desarrollo econ¨®mico y social de esta regi¨®n como por su peculiar cultura pol¨ªtica, m¨¢s enraizada en la tradici¨®n democr¨¢tica. Ambos factores -am¨¦n del decisivo: tener a las tropas sovi¨¦ticas mucho m¨¢s cerca- habr¨ªan contribuido a que la clase obrera prestara poca atenci¨®n a los cantos de sirena de los comunistas. Distingu¨ªamos as¨ª entre el modelo n¨®rdico, en el que los partidos comunistas carec¨ªan de influencia, y el modelo mediterr¨¢neo, donde nada acontecer¨ªa en la izquierda sin la primac¨ªa de los comunistas.
Ha sido preciso recordar todo esto para que alg¨²n lector joven no se asombre de nuestro asombro. Nadie contaba con que en el sur de Europa iban a abundar los Gobiernos socialistas, justamente cuando apenas quedasen en el norte. Una explicaci¨®n de lo ocurrido exige no s¨®lo acudir a la crisis econ¨®mica que empieza en 1973, sino insertarla en las condiciones particulares de cada pa¨ªs, enormemente dispares, lo que pide un an¨¢lisis detallado de cada caso, superando con mucho el marco de este brev¨ªsimo ensayo.
Limit¨¦monos a considerar el segundo pasmo: el nuevo modelo mediterr¨¢neo, que en la d¨¦cada de los setenta se perfila como una opci¨®n razonable frente a la crisis generalizada por la que pasaba el socialismo, ha acabado siendo el parto de los montes. Tartar¨ªn de Tarasc¨®n, con su fantas¨ªa mediterr¨¢nea, s¨¦ puso a imaginar una salida original a la nueva crisis del capitalismo, proclamando a bombo y platillo un modelo nuevo de socialismo para los pa¨ªses industrializados de nuestros d¨ªas, capaz de dar respuesta a las contradicciones inmovilizadoras de la socialdemocracia del norte de Europa -inservible en tiempos de crisis-, sin por ello caer en el colectivismo burocr¨¢tico, tan ineficaz como antidemocr¨¢tico, de los pa¨ªses de la ¨®rbita sovi¨¦tica. En el actual debate sobre la calamitosa situaci¨®n de la izquierda, quiz¨¢ resulten oportunas algunas reflexiones centradas en la experiencia francesa, la m¨¢s significativa de las llevadas a cabo en el sur de Europa, tanto por la coherencia ideol¨®gica de sus planteamientos como por contar Francia en la regi¨®n con los mejores supuestos econ¨®micos,- sociales y culturales para un cambio del modelo de sociedad.
El contexto franc¨¦s
Antes de describir sucintamente este nuevo modelo en sus rasgos generales hay que prestar alguna atenci¨®n al contexto pol¨ªtico en el que surge, que en la izquierda francesa se resume tanto por la congelaci¨®n del Partido Comunista de Francia, que, a diferencia del Partido Comunista de Italia, no logra desprenderse de su pasado estalinista, como por el desmoronamiento del socialismo establecido. El guymolletismo, imperante desde 1946, hab¨ªa llevado al socialismo franc¨¦s a sus m¨ªnimos: la SFIO obtuvo el 23% de los sufragios en 1945; en 1956, el 15,4%; en 1962, el 12,7%, y en 1969, el 5%, decreciendo en la misma proporci¨®n el n¨²mero de afiliados. La pol¨ªtica de Guy Mollet en la IV Rep¨²blica, un discurso marxista de izquierda al que segu¨ªa una pr¨¢ctica tan oportunista como orientada al poder, hab¨ªa conseguido, con su apoyo a la intervenci¨®n de Suez, a la guerra de Argelia y luego al general De Gaulle, un descr¨¦dito generalizado ganado a pulso. En la renovaci¨®n del socialismo franc¨¦s desempe?aron un papel primordial los distintos grupos que, dentro o fuera de la SFIO, se hab¨ªan mostrado distantes o abiertamente cr¨ªticos frente al socialismo oficial.
Para entender la pol¨ªtica realizada por los socialistas a partir de junio de 1981 hay que tener muy en cuenta las muy distintas corrientes ideol¨®gicas que confluyen en el congreso unificador de ?pinay -el viejo aparato de la SFIO, la derecha reformista desplazada por el aparato, los grupos de izquierda provenientes del PSU y de CERES, los progresistas que recogen la tradici¨®n radical-socialista que tan cabalmente representa el que va a ser elegido primer secretario de los socialistas renovados, Fran?ois Mitterrand- para desde un principio relativizar el alcance del discurso ideol¨®gico, que logra un consenso mayoritario. El pol¨ªtico profesional sabe que un programa avanzado es un componente esencial para alcanzar el poder desde la izquierda, tanto m¨¢s radical- cuanto mayor sea la distancia que lo separa del poder, pero una vez alcanzado hay que contrastar su aplicaci¨®n con criterios pr¨¢cticos de oportunidad, que resultan siempre del deseo muy comprensible de permanecer en el poder sin asumir riesgos incontrolables.
Tres son los resultados que cuajan en el congreso de ?pinay, d¨¢ndole su verdadera significaci¨®n hist¨®rica. Primero se rompe con el principio mayoritario en la elecci¨®n de los ¨®rganos directivos del partido, acept¨¢ndose el de representaci¨®n proporcional. Todas las corrientes que hayan obtenido al menos el 5% de los votos estar¨¢n representadas en la direcci¨®n. El principio mayoritario hab¨ªa sido el principal instrumento de dominaci¨®n del viejo aparato de la SFIO; sin ¨¦l no hubiera sido posible el largulsimo imperio guymolletista, con sus consecuencias catastr¨®ficas. Cualquier proyecto de renovaci¨®n ten¨ªa que empezar por la democratizaci¨®n interna, tanto para recuperar la credibilidad en la sociedad como para convertir al partido en un instrumento ¨²til para el cambio. Segundo, afirmando inequ¨ªvocamente la autonom¨ªa del proyecto socialista e insistiendo en que se aspira a la hegemon¨ªa social se reconoce la "unidad de la izquierda", es decir, un programa y una acci¨®n concertados con los comunistas como fundamental para llegar al poder. Tercero, se toma la decisi¨®n de llevar a cabo una renovaci¨®n profunda de la ideolog¨ªa "en base a un programa de gobierno que tenga por misi¨®n la transformaci¨®n socialista de la sociedad". Mitterrand, elegido primer secretario con la misma alianza de corrientes de derecha y de izquierda que hab¨ªa impuesto el principio de proporcionalidad, unidas en ambos casos por un mismo af¨¢n de desplazar al viejo aparato de la SFIO (Mollet, Savary), se reserva la pol¨ªtica pr¨¢ctica, en especial las diriciles negociaciones con los comunistas, encargando a la izquierda, representada por CERES, la puesta a punto de una nueva referencia ideol¨®gica para el socialismo renovado. Divisi¨®n de papeles que tal vez sea inevitable: el hombre de izquierda suele perderse en los recovecos de la teor¨ªa, mientras que el de talante de derecha lucha tan s¨®lo por el poder. El poder es siempre de derechas.
Autoalabarse sin medida
En un mensaje que dirige Fran?ois Mitterrand en junio de 1981 a los militantes, con ocasi¨®n de cumplirse el * er decenio del congreso de ?pinay, no duda en llamar a la renovaci¨®n ideol¨®gica del socialismo franc¨¦s "la ¨²nica idea nueva de Europa". Tan conocida como la capacidad francesa de sintetizar y vulgarizar lo que est¨¢ en el aire es la de alabarse sin medida por su consecuci¨®n. En un repaso de los textos ideol¨®gicos fundamentales, desde el "programa com¨²n de gobierno" de 1972 hasta el proyecto socialista de 1980, dif¨ªcilmente encontraremos una sola idea nueva y original.Lo nuevo y, si se quiere, sorprendente no consiste en la s¨ªntesis brillante de diversas ideas claves del acervo com¨²n del socialismo europeo, sino el que se proponga como programa de acci¨®n de un partido que est¨¢ a punto de llegar al poder en un pa¨ªs altamente desarrollado del coraz¨®n de Europa. Lo que identifica al socialismo franc¨¦s renovado, constituyendo la expresi¨®n cabal de lo que hemos dado en llamar "socialismo mediterr¨¢neo", es una estrategia de ruptura con el capitalismo que, a pesar de la ambig¨¹edad impl¨ªcita en sus diversas versiones -"transformaci¨®n socialista de la sociedad", "cambio del modelo de sociedad", "cambio de la sociedad"-, apunta a lo que desde sus or¨ªgenes ha consistido la raz¨®n de ser del socialismo: construir una sociedad nueva que no responda a la l¨®gica del capitalismo. Importa, con todo, dejar constancia de un hecho que puede ser significativo en el porvenir: el socialismo, como proyecto colectivo de cambio en profundi
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