Moral para criadas
Supongo que no habr¨¢n olvidado ustedes lo que m¨ªster Mervyn Griffith-Jones pregunt¨® indignadamente a los tribunales brit¨¢nicos cuando se querell¨® contra Penguin Books por haber publicado una versi¨®n ¨ªntegra de El amante de lady Chatterly: "?Es acaso el tipo de libro que pondr¨ªais en manos de vuestra criada?".- Estoy seguro de que por aquel entonces -1910- consigui¨® sobresaltar de remordimiento a m¨¢s de un magistrado. Quiz¨¢ el efecto de su admonici¨®n ret¨®rica hubiera aumentado de haber a?adido "...o de vuestro jardinero", pero ni siquiera los inquisidores pueden estar en todo. En la actualidad, las criadas han desaparecido y hasta va dejando de o¨ªrse aquel lamento se?orial de anta?o: "?C¨®mo est¨¢ el servicio!", trocado hoy en un gemebundo "?d¨®nde est¨¢ el servicio?". Ahora tenemos empleadas de hogar, asistentas dom¨¦sticas, auxiliares ¨ªntimas o colaboradoras de la privacidad... En la mayor¨ªa de los casos no tenemos nada y hay que hac¨¦rselo todo solitos y luego bajar la basura al portal. Pero algo queda de aquella ¨¦poca de opulencia y sumisi¨®n: queda, precisamente, la moral para criadas de la que mister Mervyn Griffith-Jones se hizo en su d¨ªa aventajado adalid. Es una moral hecha de escr¨²pulo y esc¨¢ndalo, de morbo y minucias, de pudibundos escalofr¨ªos y ordenancismo a ultranza, cuya exhibici¨®n p¨²blica es la rega?ina o la prohibici¨®n penal y cuyo deleite secreto es el vicio de atisbar... Advertir¨¢n ustedes que no menciono la hipocres¨ªa, porque la hipocres¨ªa al menos es un homenaje que el vicio rinde a la virtud y aqu¨ª lo considerado vicioso y lo tenido por virtuoso se diluyen en una misma y resfriada miseria. Moral para una sociedad donde cada cual ha vuelto ya a casa y ha atrancado la puerta, pero no resiste la tentaci¨®n de vigilar por la mirilla, moral de funcionarios para quienes el reglamento sirve a la vez de espejo de perfecci¨®n y cuchilla para podar a los rivales de despacho, moral para criadas, ahora que por fin somos ya criadas todas, como siempre debi¨® ser.A un alumno universitario cuyas quejas sobre el cumplimiento de los horarios acad¨¦micos iban acompa?adas de edifilcantes pero innecesarias consideraciones morales, no tuve m¨¢s remedio que contestarle: "Si alguna vez hubiese pensado que la ¨¦tica y los horarios tienen algo que ver, me hubiera hecho relojero en lugar de perder el tiempo con Spinoza". Pero luego record¨¦ a Kant y sus puntuales paseos a trav¨¦s de K?nigsberg, acompa?ado por su viejo criado Lampe, "que le segu¨ªa con aire inquieto y vigilante, con el paraguas bajo el brazo, como verdadera imagen de la Providencia" (Heine dixit) y tuve que admitir que los grandes hombres han hecho mucho da?o a sus criados y viceversa, lo que a¨²n seguimos purgando quienes hoy tenemos que servir.
Los partidarios de la moral para criadas lo hipermoralizan todo lo habido y por haber. Las huelgas o los impuestos se rigen por consideraciones ¨¦ticas; s¨®lo la ¨¦tica orienta la pol¨ªtica educativa o las reacciones contra ella, y sin una seria reflexi¨®n moral nadie ser¨ªa capaz de acertar en pol¨ªtica exterior ni de afrontar los problemas de la superpoblaci¨®n urbana ni siquiera de conducir adecuadamente un autob¨²s de l¨ªnea. La moral para criadas lo va sustituyendo todo -al menos, claro est¨¢, en el plano de la verborrea ideol¨®gica- y ya no hay ni derecho ni pol¨ªtica, ni sentido com¨²n, s¨®lo ¨¦tica. Pudiendo ser ¨¦ticos, ?por qu¨¦ conformarse con menos? Decir de una medida que es legal o, a¨²n peor, que es pol¨ªtica es degradarla, reconocerla opresora o trivial; para que sea resplandeciente y elevada tiene que ser, por lo menos, ¨¦tica. Vivimos en un imperialismo categ¨®rico. Si a uno se le ocurre sefialar que la ¨¦tica es un ¨¢rea de la valoraci¨®n racional, pero no el todo y que hay otros valores perfectamente respetables que no son ¨¦ticos, queda uno catalogado
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a la altura de Goebbels- si alguien recuerda que la ¨¦tica s¨®lo tiene que ver con la conducta de uno mismo, pero nunca sirve para juzgar a otro (eso no es ¨¦tica, sino puritanismo y chismorreo), puede ser tomado de inmediato por un insolidario corruptor de las buenas costumbres. Por lo visto, contra el estafador de viudas, el dictador que extermina a sus adversarios, la carrera de armamentos que condena a la muerte por hambre a millones de criaturas o el simple ministro incompetente no hay m¨¢s que argumentos ¨¦ticos: ni el derecho ni la pol¨ªtica tienen nada que decir al respecto que merezca ser escuchado. Pero, claro, esta majader¨ªa, como casi todas, es menos desinteresada de lo que parece. Como la ¨¦tica -es decir, la moral para criadas- es puro limbo declamatorio, el magistrado, el pol¨ªtico o el revoluciononario profesional quedan, en el ejercicio diario de su tarea, entregados a lasimple raz¨®n de Estado y a los intereses de la fuerza. Seis d¨ªas a la semana para atropellar todo lo que se ponga por delante y colaborar con la irracionalidad del orden vigente, m¨¢s un domingo ¨¦tico en el que arrepentirse de los desafueros cometidos y sobre todo censurar la inmoralidad de los adversarios, deplorando de paso que la perfecci¨®n ¨¦tica no sea cosa de este mundo... De m¨ª s¨®lo s¨¦ decirles que, desde hace un par de a?os, en cuanto oigo utilizar la palabra ¨¦tica en un contexto p¨²blico, hecho mano a mis vicios...
A fin de cuentas, es la en¨¦sima versi¨®n de Dios en la Tierra. La moral para criadas sirve de punto de encuentro en la blandenguer¨ªa ideol¨®gica y a la vez en el celo tardo-inquisitorial a los curas tradicionales, modernos y posmodernos. Seamos ¨¦ticos, porque si la ¨¦tica no existe, todo est¨¢ permitido. La ¨¦tica en persona se aparece de cuando en cuando a sus fieles y les permite descalificar con amargo sarcasmo la supuesta ¨¦tica de sus adversarios. Hay ¨¦ticos de la liberaci¨®n y ¨¦ticos de la muerte de la ¨¦tica, y ¨¦ticos negativos. Pero todo viene a ser moral para criadas, no se vayan ustedes a creer. Y tal como frente a la varia caterva de los te¨®logos surgieron esos ateos racionalistas que no eran sino los herederos malformados de las teolog¨ªas (a los que denunci¨® Nietzsche al final de su Zaratustra), frente a los pluri¨¦ticos del d¨ªa brotan como hongos los partidarios de versiones m¨¢s cient¨ªficas de la misma moral para criadas. Tomen ustedes por, ejemplo el caso de la droga, que resulta de los m¨¢s conmovedores. Es uno de los temas en que viene siendo m¨¢s dif¨ªcil escuchar jam¨¢s algo sensato: ?con decirles que hay perfecto acuerdo en sus apreciaciones entre comunistas y obispos! Dentro del marco general de la moral para criadas en que todos se mueven, unos, los palomas, se inclinan por lo asistencial frente a lo represivo mientras que otros preferir¨ªan ante todo la represi¨®n. Hay blandos-duros que querr¨ªan asistencia para los drogadictos y represi¨®n contra los traficantes, junto a duros-duros que quisieran represi¨®n contra todo el mundo, fuera consumidor o proveedor, y blandos-blandos, que por su gusto asistir¨ªan a todo quisque, pues tambi¨¦n los traficantes sufrieron traumas infantiles a no dudar. Un descubrimiento muy importante y saludado en las altas esferas con el entusiasmo que merece es que "el problema de la droga es peor que el terrorismo". ?Peor? ?Acaso hay diferencia? A los ojos severos e incorruptibles de la ¨¦tica, que es quien tiene la ¨²ltima palabra en administraciones intachables como la nuestra, ?no es el terrorismo la peor de las drogas y la droga el peor de los terrorismos? Pues, voil¨¢... Tambi¨¦n pueden ustedes leer, si tienen buen est¨®mago, las informaciones de Prensa sobre el caso Edelweis, suceso por lo visto casi m¨¢s horripilante que el hambre en Etiop¨ªa o los envenenamientos del aceite t¨®xico. El protagonista es marciano y sodomita, vaya lo uno por lo otro; adem¨¢s, nazi. Sometido a investigaci¨®n psiqui¨¢trica (supongo que no por nazi, pues aqu¨ª les hemos tenido durante a?os en ministerios, polic¨ªa, magistratura, etc¨¦tera..., ni tampoco por creerse de otro planeta, pues cosas m¨¢s raras creen los religiosos de cuya capacidad mental nadie puede dudar al poner a los ni?os en sus educativas manos) sometido, pues, a investigaci¨®n psiqui¨¢trica por ser bisexual, el forense no hall¨® en ¨¦l "ni ilusiones, ni alucinaciones, ni fobias, ni obsesiones", y en vez de extra?arse, le declar¨® responsable pleno de sus actos. Su padre, que desde peque?o advirti¨® cosas raras en ¨¦l, intent¨® salvarle por la v¨ªa m¨¦dica, pero sin ¨¦xito. Es que estamos en manos del destino de la ¨¦tica.
Vayan las notas anteriores en m¨ªnimo homenaje a Michel Foucault. S¨®lo la supina incompetencia axiol¨®gica de la moral para criadas puede declarar a Foticault nihilista en cuestiones ¨¦ticas. Por el contrario, su esfuerzo fue precisamente resaltar la contradicci¨®n inherente a la moralizaci¨®n coactiva de la sociedad, que pone el principio del dominio exterior all¨ª donde se supone que nace la libertad de cada cual, sea en forma de control psiqui¨¢trico, orden carcelario o normatividad sexual. Es cierto que no acometi¨® la tarea especulativa de fundamentar y analizar en toda su profundidad ontol¨®gica la pregunta ¨¦tica, es decir, la posibilidad de una categorizaci¨®n racional del querer humano. Pero sus descripciones en profundidad de lo que institucionalmente significa y ha significado ser responsable siguen siendo uno de los mejores ant¨ªdotos que conozco contra la peste de la moral para criadas que desde todos los frentes nos predican. En uno de sus dos ¨²ltimos libros, en uno de esos trllazos fulminantes que a veces atravesaban la enga?osa serenidad de su estilo, aventura: "Quiz¨¢ los hombres no inventan mucho m¨¢s en el orden de las prohibiciones que en el de los placeres". ?Ser¨¢ por la inconfesable vinculaci¨®n que une a las primeras con los segundos?
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