Radiograf¨ªa de unas fuerzas armadas
El asesinato de Benigno Aquino, planeado y ejecutado por militares, ha sido el punto sin retorno para que las fuerzas armadas filipinas pudieran salvar del naufragio su reputaci¨®n, despu¨¦s de su sometimiento a las arbitrariedades del presidente Marcos durante 10 a?os de ley marcial. El filipino es un ej¨¦rcito, de otra parte, que quiere aviones F-16 mientras su clase de tropa carece a veces de los suministros m¨¢s elementales, y los grados inferiores cobran sueldos irrisorios.Aparentemente m¨¢s discretas en la conducci¨®n de los asuntos internos que sus vecinas de Tailandia o Indonesia, las fuerzas armadas de Marcos han triplicado el n¨²mero de sus miembros en los ¨²ltimos 10 a?os, hasta llegara superar los 200.000. En este n¨²mero se incluyen, adem¨¢s de los tres ej¨¦rcitos, la polic¨ªa y el cuerpo paramilitar denominado Fuerza Civil de Defensa del Territorio.
Los gastos militares suponen casi el 12% del total del presupuesto anual del Estado. Pero eso parece m¨¢s soportable para muchos filipinos que las constantes denuncias de asesinato de civiles, corrupci¨®n, brutalidad y robo que se formulan contra miembros de las fuerzas armadas. Un reciente estudio de expertos del Congreso norteamericano establece los abusos castrenses en Filipinas como una de las causas directas del fortalecimierito de la guerrilla.
Hay desigualdades ostensibles en las fuerzas armadas. Mientras sus unidades de elite, destinadas b¨¢sicamente a la lucha antiguerrillera, est¨¢n equipadas convenientemente, otra parte considerable carece de suministros elementales, como uniformes, botas o comida adecuada, y sus normas disciplinarias distan mucho de las que se consideran vigentes entre los ej¨¦rcitos modernos.
Dos temas clave
Bajo el mando del todopoderoso general Fabi¨¢n Ver, que fue nombrado jefe supremo en 1981, la influencia castrense ha crecido, si cabe, en el pa¨ªs asi¨¢tico. Ver, el otro yo del presidente, centraliz¨® en sus manos el control de los militares y el de todo el aparato de seguridad e inteligencia. Su red de validos a lo largo y ancho de las fuerzas armadas permanece intacta.
El nuevo comandante en jefe, Fidel Ramos, de 56 a?os, un hombre de la academia norteamerica
Radiograf¨ªa de unas fuerzas armadas
na de West Point, tiene que lidiar dos temas fundamentales si quiere, como asegura, cambiar la deteriorada imagen militar.El primero es desmantelar el sistema denominado Comando Regional Unificado, una invenci¨®n de su antecesor, en 1982, mediante la cual cada comandante en jefe regional informa directa e individualmente al jefe supremo de las fuerzas armadas. El resultado es el poder y la direcci¨®n militar en manos de una sola persona.
El otro tema clave es el retiro de los generales que han cumplido la edad reglamentaria. En este momento, 38 de los 83 generales filipinos siguen en su puesto por deseo expreso del presidente, a pesar de haber cumplido los 56 a?os o los 30 de servicio ininterrumpido. La pr¨¢ctica significa de hecho una total sumisi¨®n del generalato a la voluntad de Marcos, que, como las letras de cambio, se renueva o no cada seis meses.
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