Los obispos y la defensa

LAS PRUDENTES cr¨ªticas del presidente de la Conferencia Episcopal Espa?ola al incremento de los gastos de la defensa en Espa?a (ver EL PAIS de 28 de octubre) han merecido un ment¨ªs del presidente del Gobierno que no se ajusta a la realidad. Felipe Gonz¨¢lez insiste en que s¨®lo el 2% del producto nacional bruto se dedica a esos menesteres, cuando, como hoy explica en estas mismas p¨¢ginas Vicen? Fisas Armengol, en realidad los presupuestos integrados de defensa y de las fuerzas de seguridad alcanzan el 3,4% del producto interior bruto, cifra que justifica sobradamente la voz de alarma. Independientemente de la necesidad de modernizaci¨®n y adecuaci¨®n de nuestras Fuerzas Armadas, el esfuerzo rearmamentista y el impulso dado a la venta de armas al extranjero por parte del Gobierno socialista es un hecho. La apelaci¨®n a las razones de Estado, el inter¨¦s econ¨®mico o las llamadas necesidades objetivas carece de toda fuerza moral frente a lo que es en definitiva una pol¨ªtica de rearme y reforzamiento de los Ej¨¦rcitos, dif¨ªcilmente compaginable con la confesi¨®n de pacifista que Felipe Gonz¨¢lez hizo en el reciente congreso de su partido. Un pacifista puede ser un utopista, pero en cualquier caso no invierte m¨¢s y m¨¢s en ca?ones, fragatas y tanques, porque abomina de ellos.La falta de sensibilidad de la mayor¨ªa parlamentaria frente al desproporcionado esfuerzo presupuestario en materia de defensa por comparaci¨®n a otros cap¨ªtulos como el educativo o el sanitario, que deber¨ªan merecer mayor atenci¨®n por parte de un Gobierno supuestamente progresista, es evidente. Los deseos de contentar mediante esta v¨ªa al colectivo militar, la necesidad de mejorar la defensa de Ceuta y Melilla, las presiones internacionales, la carrera general de armamentos y la demanda de ¨¦stos por parte de Gobiernos de pa¨ªses menos desarrollados que llevan a cabo guerras crueles e injustas contra sus propias poblaciones se encuentran en la base de todo ello. Y la llamada de atenci¨®n de monse?or D¨ªaz Merch¨¢n est¨¢ plenamente justificada. Lamentablemente, la Iglesia espa?ola ha perdido, no obstante, la credibilidad en este terreno y no ha de bastar una suave pastoral del presidente de los obispos para recuperarla.

Los esfuerzos de alinearse con el pacifismo que la pastoral citada parece demostrar desdicen, por ejemplo, del espectacular apoyo prestado por el propio papa Juan Pablo II a la candidatura de Reagan a la presidencia norteamericana. La preparaci¨®n para la guerra de las galaxias, que D¨ªaz Merch¨¢n censura y que el propio Papa ha condenado, era empero uno de los puntos principales del programa reaganiano, cuya imagen mereci¨® un impulso notable gracias a la entrevista del candidato con Juan Pablo II en Alaska. La propia Iglesia espa?ola sigue benefici¨¢ndose de privilegios y situaciones de dudosa constitucionalidad en sus relaciones con el Ej¨¦rcito; ¨¦ste practica de manera oficial e imperativa los ritos de dicha confesi¨®n religiosa, que son impuestos muchas veces a los reclutas contra su voluntad. Los intentos de alineamiento de D¨ªaz Merch¨¢n con el sector progresista de la Iglesia americana huelen por eso a oportunismo. Los obispos norteamericanos han protagonizado desde hace meses manifestaciones p¨²blicas frente a la Casa Blanca, y antes de las elecciones, en contra de los planes de la guerra de las estrellas. Un amplio sector de los cat¨®licos y religiosos de aquel pa¨ªs practica una especie de desobediencia civil frente a las doctrinas reaccionarias del papado sobre control de natalidad y uso de la sexualidad. Y tambi¨¦n se ha definido por un mayor apoyo a la, izquierda centroamericana, agredida por la pol¨ªtica del Pent¨¢gono. En definitiva, el movimiento contestatario y pacifista de los cat¨®licos estadounidenses responde en gran parte a su protesta como grupo minoritario y a su capacidad de disidencia frente al poder. Un pacifismo coherente, como el que ser¨ªa de desear en la Conferencia Episcopal Espa?ola, engrana mal, en cambio, con el guirigay montado en torno a la guerra de los catecismos o la manifestaci¨®n de la LODE y desdice de la colaboraci¨®n activa con los sectores reaccionarios de la sociedad y del apego al poder en todas sus manifestaciones que el episcopado espa?ol -salvo excepci¨®n notable- sigue practicando.

Todo ello no desmerece para nada las justificadas denuncias del presidente de la conferencia, pero las enmarca en un contexto que merece ser analizado. Sin duda los sectores bienpensantes de la sociedad espa?ola se han de sentir sacudidos por una cuesti¨®n como ¨¦sta. Si la Iglesia espa?ola se define por el camino del pacifismo y la no violencia ser¨¢ una buena noticia. Aunque es l¨¢stima que haya esperado a la presencia de un Gobierno nominalmente de izquierdas en el poder. Pero si, como tantas otras veces, pretende tambi¨¦n en esto estar presente, con toda la ambig¨¹edad posible, en todas y cada una de las opciones sociales, bendiciendo a la vez a la bomba y al bombardeado, su denuncia no servir¨¢ de nada.