Alfonso X y una exposici¨®n pol¨¦mica
Con verdadero asombro he le¨ªdo el art¨ªculo de la doctora Dom¨ªnguez, profesora titular de la universidad Complutense (Errores en la exposici¨®n del s¨¦ptimo centenario de Alfonso X el Sabio, EL PAIS, 27 de diciembre, p¨¢gina 22). Sorprende que EL PAIS haya dedicado una p¨¢gina entera a la cr¨ªtica de una exposici¨®n que ha sido clausurada hace casi dos meses, lo que podr¨ªa interpretarse como un ¨²ltimo y p¨®stumo ataque a la gesti¨®n del anterior director general del Patrimonio, Manuel Fern¨¢ndez-Miranda.Como comisario de la exposici¨®n, me siento en la obligaci¨®n de hacer algunas precisiones. Me parece normal y positivo que se discuta o discrepe de la orientaci¨®n elegida, entre las muchas posibles, para llevar a cabo un trabajo de esta envergadura. Considero, en cambio, excesivo que lo que el t¨ªtulo del art¨ªculo parec¨ªa anunciar (una cr¨ªtica seria y sistem¨¢tica) se convierta en un pedante y abstruso intento interpretativo de un aspecto parcial de la ¨¦poca alfonsiana.
S¨®lo desde la deformaci¨®n del especialista, y con una dosis suplementaria de mala intenci¨®n, puede calificarse como grave error la confusi¨®n del retrato de Alfonso X con c1 de Alfonso XI en una miniatura de un c¨®dice del Ordenamiento de Alcal¨¢. Por una parte, las diferentes miniaturas del c¨®dice han sido atribuidas algunas a Alfonso X y otras a Alfonso XI (Dom¨ªnguez Bordona, Ars Hispaniae, T. XVIII, p¨¢gina 129). Adem¨¢s, como es sabido, el Ordenamiento pon¨ªa en vigor las Partidas como derecho subsidiario y toda la obra pol¨ªtica y jur¨ªdica de Alfonso XI viene a ser una continuaci¨®n y confirmaci¨®n de los intentos fracasados de Alfonso X.
El resto de las objeciones de la doctora Dom¨ªnguez casi ni merecen respuesta, pues hay afirmaciones que se vuelven por s¨ª solas contra quien las lleva a cabo. La autora del trabajo sabe, o deber¨ªa saber, que una exposici¨®n es algo muy diferente de un congreso cient¨ªfico y que su objetivo es poner al alcance de mucha gente aquello que para los especialistas tiene menor inter¨¦s, precisamente por su obviedad. Por otra parte, al tratarse de una difusi¨®n cultural visualizada, tiene siempre la limitaci¨®n de la disponibilidad de unas piezas concretas. Una exposici¨®n centrada ¨²nicamente sobre la figura de Alfonso X, dejando fuera todo el contexto hist¨®rico, hubiera sido exigua y poco representativa. Quienes hemos comentado la muestra sabemos perfectamente que don Mauricio o don Rodrigo Xim¨¦nez de Rada corresponden al reinado de Fernando III el Santo, pero son figuras tan importantes en el siglo XIII hispano que ten¨ªan perfecta cabida en una exposici¨®n dedicada a Alfonso X y su ¨¦poca.
En cuanto a sus disparatadas calificaciones de Sancho IV como antih¨¦roe y Alfonso X como h¨¦roe, me parecen expresi¨®n de una visi¨®n de la historia infantilmente maniquea, que, al menos, puede considerarse pasada de moda. Si la doctora Dom¨ªnguez visit¨® la exposici¨®n con atenci¨®n, recordar¨¢ que se explicaba el problema sucesorio en los paneles escritos que el p¨²blico pod¨ªa leer mientras contemplaba las piezas.
S¨®lo me resta decir que, a tenor de lo le¨ªdo en el trabajo de la doctora Dom¨ªnguez, si le hubiera correspondido a ella la responsabilidad de la direcci¨®n de la exposici¨®n, hubi¨¦ramos visto una confusa amalgama iconogr¨¢fica (eso s¨ª, perfectamente documentada), cargada de esoterismo, hermetismo e interpretaciones salom¨®nicas, pero, sobre todo, con muy poco contenido hist¨®rico y profundamente aburrida. Tengo la tranquilidad de que, a pesar de sus posibles errores, ha sido visitada por muchos miles de personas y ha merecido elogios de ilustres medievalistas, como el profesor Roberto Sabatino L¨®pez, o de personas tan significativas en el panorama cultural espa?ol como don Jos¨¦ Mar¨ªa de Areilza, que la alab¨® con entusiasmo desde las mismas p¨¢ginas de EL PAIS.-
Comisario de la exposici¨®n conmemorativa del VII centenario de la muerte de Alfonso X el Sabio.
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