Jacques Demy, en defensa de los sentimientos
Ya en 1953, Jacques Demy escribi¨® un primer tratamiento de Une chambre en ville, esa historia de pasiones violentas que se tejen sobre un tel¨®n de fondo de violencia social. Han tenido que transcurrir 30 a?os; para que el proyecto se convirtiera en realidad. Son los a?os de Lola, Los paraguas de Cherburgo, Model shop y de una serie de t¨ªtulos que suponen otros tantos fracasos comerciales, como si la sutileza de Demy se hubiera evaporado o los deseos del p¨²blico fueran opuestos a los del cineasta.Une chambre en ville, tanto porque sit¨²a la acci¨®n mediada la d¨¦cada de los cincuenta como por la reivindicaci¨®n que hace del cine cl¨¢sico -planificaci¨®n, color, sentido de la elipsis-, se propone como un desafio para el espectador, como un interrogante. Demy quiere saber si a¨²n existe p¨²blico de cine, esos personajes capaces de disfrutar con un movimiento de c¨¢mara y de indignarse ante un encuadre injustificado. Una chambre en ville se dirige a todos aquellos que sienten la era del videoclip como el comienzo de un reinado de la vaciedad, del efecto, de la total trivializaci¨®n de la imagen, los sentimientos y los cuerpos. Demy es de los que va al cine como quien va a misa, deseoso de reencontrarse con otros fieles, de compartir en la c¨¢lida oscuridad una especie de letargo entre la hipnosis y la reflexi¨®n.
Une chambre en ville
Director y guionista: Jacques Demy. Int¨¦rpretes: Dominique Sanda, Dani¨¨lle Darrieux, Richard Berry, Michel Piccoli, Fabienne Guyon, Jean-Fran?ois Stevenin. M¨²sica: Michel Colombier. Fotograf¨ªa: Jean Penzer.Estreno en cine Espronceda.
Para que el desaf¨ªo fuera m¨¢s -evidente, Demy ha recurrido de nuevo a la ¨®pera, al cine cantado y al melodrama. Ya lo hab¨ªa hecho en Los paraguas de Cherburgo y en
Les demoiselles de Rochefort, pero aqu¨ª el tono es muy distinto.
El canto aplicado al contexto realista de una huelga de metal¨²rgicos en el Nantes de 1956 tiene una extra?a fuerza. Es un sistema de distanciamiento que refuerza el sentido de cada palabra, tanto cuando se trata de expresiones coloquiales y rutinarias como cuando se escuchan t¨¦rminos trascendentes.
Espanto del vocablo
Porque a Jacques Demy no le espantan los vocablos sagrados como solidaridad, amistad, amor, pasi¨®n. Ni ¨¦l ni sus personajes est¨¢n afectados de desencanto o cinismo.
Bien al contrario, se empe?an en vivir su vida y su deseo hasta el final, luchando y muriendo por ello, someti¨¦ndose a un destino que ellos mismos han elegido, queno se les ha impuesto, aunque ciertas notas vodevilescas del gui¨®n -muy bien trarnado- pudieran hacerlo creer.
Une chambre en ville es una obra que va contra corriente, que se enfrenta con uno de los temas tab¨²s contempor¨¢neos, como es el de la expresi¨®n de los sentimientos. El retraimiento de la sentimentafidad, su ocultamiento, puede que fuera conveniente en una ¨¦poca en que se abusaba de ella; pero no ahora, cuando la cuesti¨®n ya no se plantea en t¨¦rminos de impudor o degradaci¨®n. Por eso, la actitud ante el filme puede funcionar como una verdadera prueba, sobre todo si admitimos que la sorpresa de o¨ªr cantar a los actores dura los pocos minutos que el espectador necesita para adaptarse a la convenci¨®n.
Los actores son otra de las grandes bazas de Une chambre en ville. Todos resultan espl¨¦ndidos, desde la femme fatale que se pasea desnuda por las calles de Nantes, cubierta tan s¨®lo por un soberbio abrigo de vis¨®n (Dominique Sanda), hasta la arist¨®crata borrachina (Dani¨¦lle Darrieux). Pero, de entre ellos, es Piceoli que logra dejar un recuerdo imborrable.
?l es el marido impotente y abandonado, celoso, desagradable, vendedor de televisores -lo que para Demy es un signo de infamia-, capaz de circular por la ficci¨®n siguiendo como ¨²nica norma la de la desmesura; norma que a fin de cuentas tambi¨¦n- es la de Une chambre en ville si valoramos el filme no s¨®lo por lo que es, sino por lo que significa el que haya sido realizado en 1983.
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