Satisfacci¨®n te?ida de escepticismo en Estados Unidos
El final de las m¨¢s de 14 horas de conversaciones en Ginebra entre sovi¨¦ticos y norteamericanos ha producido en Washington una sensaci¨®n de alivio y prudente escepticismo. Alivio porque se ha logrado acordar, tras m¨¢s de un a?o de interrupci¨®n, la vuelta a la mesa de negociaciones para tratar todos los temas relacionados con las armas nucleares. Y escepticismo porque se estima muy dificil la consecuci¨®n de acuerdos sustanciales, incluso a medio plazo, dadas las enormes diferencias que separan a Mosc¨² y Washington en las complejas cuestiones de] armamento at¨®mico.
Un sondeo publicado por el The New York Times se?ala que s¨®lo un 30%. de los norteamericano cree que las conversaciones de Ginebra conducir¨¢n, incluso en un plazo de cuatro a?os, a acuerdos sustanciales con la URSS.El consejero de seguridad nacional de Ronald Reagan, Robert McFarlane, que ha asistido, con George Shultz a las negociaciones de Ginebra, considera que queda por delante "un largo y dif¨ªcil combate en el que entramos ahora, y no cabe hacerse ilusiones de que va a haber pronto un resultado".
Otra de las destacadas manifestaciones sobre el desenlace di la reuni¨®n de Ginebra ha sido la del ex secretario de Estado Henry Kissinger, art¨ªfice de la distensi¨®n en las relaciones entre la: dos superpotencias que se di¨® en los a?os setenta. Kissinger dice que ha encontrado a los sovi¨¦ticos m¨¢s propensos al acuerdo en Ginebra de como les ha visto en los ¨²ltimos diez a?os. "Los sovi¨¦ticos ans¨ªan un acuerdo y somos pacientes podemos conseguir los objetivos marcados por el presidente", declar¨® ante: las c¨¢maras de televisi¨®n.
El cambio que quiere introducir Washington en la estrategia nuclear es revolucionario. Supone pasar de un modelo ofensivo: basado en la vulnerabilidad mutua y, por tanto, en la destrucci¨®n asegurada de las dos superpotencias, sea quien sea la que golpee primero, a otro defensivo: capaz de proteger desde el espacio el territorio nacional, haciendo in¨²til cualquier ataque. La URSS, que lleva siglos de retraso tecnol¨®gico, no quiere o¨ªr hablar de este cambio.
Las dificultades de lograr acuerdos profundos en las futuras negociaciones no derivan s¨®lo del lado sovi¨¦tico. El tema del control de armamentos no despierta la m¨¢s m¨ªnima pasi¨®n en la Administraci¨®n norteamericana, que piensa que en el pasado los acuerdos de este tipo siempre beneficiaron finalmente a la URSS. En la d¨¦cada de los setenta, Washington y Mosc¨² firmaron hasta 10 acuerdos de control de armas y durante ese per¨ªodo ambas naciones sumaron m¨¢s de 10.000 cabezas nucleares a sus respectivos arsenales.
El secretario de Estado, Georges Shultz, regres¨® a mediod¨ªa, de ayer a Washington para informar al presidente Reagan de las conversaciones que ha mantenido con Gromiko, para que el presidente hiciera su propia evaluaci¨®n e informara al pa¨ªs a las dos de la madrugada (hora de Madrid). La misi¨®n de Shultz en la capital suiza se considera como un ¨¦xito diplom¨¢tico que ha permitido acordar los objetivos y el marco de las futuras negociaciones que podr¨ªan iniciarse -en Ginebra a partir del pr¨®ximo mes de marzo.
Desde la invasi¨®n sovi¨¦tica de Afganist¨¢n, en diciembre de 1979, el di¨¢logo Este-Oeste se encontraba pr¨¢cticamente suspendido. La primera Administraci¨®n Reagan supuso la vuelta, en las dos superpotencias, a una ret¨®rica que no se escuchaba desde los tiempos de la guerra Fr¨ªa. S¨®lo hace un a?o, el presidente norteamericano hablaba le la URSS como "un imperio diab¨®lico".
Restablecer el di¨¢logo
El primer resultado de Ginebra es un restablecimiento de la conunicaci¨®n entre Washington y Wosc¨² que reanuda un di¨¢logo interrumpido y puede conducir a una etapa de estabilidad en las relaciones mutuas. Los m¨¢s optimistas hablan de una situaci¨®n a medio camino entre la distensi¨®n de los setenta y el permanente conflicto de lo que va de los ochenta. Una estabilidad que necesitan las dos superpoderes. EE UU porque tiene una presi¨®n de su opini¨®n p¨²blica, del Congreso y de sus aliados para establecer un di¨¢logo sincero con le URSS, y Mosc¨² porque no puede a?adir a sus formidables problemas econ¨®micos y el de la carrera de armamentos.
La clave de las negociaciones de Ginebra ha estado en el espacio. Los sovi¨¦ticos han vuelto a sentarse con los norteamericanos sin que ¨¦stos acepten sus condiciones previas.
Ya casi nadie se acuerda que Mosc¨² se ha tragado su promesa de no negociar hasta que desaparecieran de Europa occidental los euromisiles norteamericanos. La campa?a previa de propaganda realizada por Mijail Gorbachov, el presentido delfin de Konstant¨ªn Chernenko, en su visita al Reino Unido para condicionar la reanudaci¨®n del di¨¢logo a la suspensi¨®n del proyecto de Reagan de defensa en el espacio, tampoco ha tenido el ¨¦xito deseado.
Sin embargo, Washington ha tenido que ceder en su postura de firmeza inicial. Shultz ha aceptado que las futuras negociaciones tratar¨¢n tambi¨¦n sobre la llamada Iniciativa de Defensa Estrat¨¦gica (SDI), m¨¢s conocida como guerra de las galaxias, que proyecta el establecimiento de in sistema defensivo en el espacio capaz de derribar los misiles enemigos antes de que entren en la atm¨®sfera terrestre. Reagan la decidido gastar en los pr¨®ximos cinco a?os 26.000 millones le d¨®lares (4,5 billones de pesetas) en la investigaci¨®n de este proyecto.
Shultz ha asegurado, sin embargo, a Andrei Gromiko que ninguna decisi¨®n que vaya m¨¢s all¨¢ de la fase de investigaci¨®n ha sido realizada a¨²n, ni se aplicar¨¢ in bastantes a?os". A cambio de aceptar negociar sobre la defensa espacial, EE UU ha logrado que la URSS acepte en el comunicado conjunto de Ginebra que en el "cesto del espacio" se negocien tambi¨¦n los misiles que desde la tierra puedan alcanzar objetivos fuera de la atm¨®sfera. Mosc¨² ha avanzado bastante en la defensa terrestre antimisiles y tiene sistemas de este tipo protegiendo a su capital.
Vinculaci¨®n
Gromiko ha conseguido que las futuras negociaciones tratar¨¢n de "impedir una carrera de armamentos en el espacio" y, lo que es m¨¢s importante, ligar las negociaciones sobre armas defensivas con las de armas ofensivas, aunque esta vinculaci¨®n aparezca muy vaga en el comunicado final. Estados Unidos hubiera preferido una independencia mayor en las negociaciones de armas ofensivas y defensivas, pero ha admitido qu¨¦ su interrelaci¨®n es inevitable. Cualquier paso en la dr¨¢stica reducci¨®n de cohetes intercontinentales sovi¨¦ticos que persigue Estados Unidos podr¨¢ ser condicionada por la URSS a l¨ªmites en los sistemas de defensa espacial.
La guerra de las galaxias, en la que parece creer firmemente el presidente Reagan a pesar del escepticismo de los cient¨ªficos y de amplios sectores de la opini¨®n norteamericana, introduce un nuevo elemento de incertidumbre entre Washington y los aliados europeos de la OTAN. Si la tecnolog¨ªa estadounidense fuera capaz de aqu¨ª al siglo XXI de proteger con un escudo impenetrable en el espacio al territorio norteamericano y los sovi¨¦ticos hicieran algo similar, la guerra nuclear se llevar¨ªa inmediatamente al teatro europeo.
La separaci¨®n de la defensa de Europa de la de Estados Unidos -un objetivo constante del Kremlin- puede ser uno de los riesgos de los nuevos planes norteamericanos. Esta posibilidad concede una nueva oportunidad propagand¨ªstica a la URSS, que puede jugar ahora con el miedo que provocan en Europa occidental los proyectos espaciales de Washington.
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