El portavoz de Mosc¨² inform¨® en el centro de prensa de EE UU
El anuncio de un acuerdo entre Estados Unidos y la Uni¨®n Sovi¨¦tica para negociar las armas nucleares y espaciales se tradujo en una autom¨¢tica disminuci¨®n de la tensi¨®n entre las superpotencias. La delegaci¨®n sovi¨¦tica presente en Ginebra, en un gesto sin precedentes, acept¨® enviar su portavoz al centro de prensa, organizado y pagado por el Departamento de Estado norteamericano, para responder a las ansiosas preguntas de varios centenares de periodistas.De acuerdo con la tradici¨®n, el encuentro con Vladimir Lomieko se tendr¨ªa que haber celebrado en la misi¨®n sovi¨¦tica ante la ONU, y no en un hotel privado y de lujo. M¨¢s ins¨®lito a¨²n, Lomieko acept¨® sin pesta?ear el fuego graneado de los reporteros, y aunque no hizo ninguna revelaci¨®n importante, ayud¨® a confirmar la impresi¨®n de que Washington y Mosc¨² estaban realmente dispuestos a negociar.
Hasta que George Shultz baj¨® a la sala de prensa (se hosped¨® en una suite del mismo hotel, cuatro pisos m¨¢s arriba), nadie tuvo la menor indicaci¨®n de lo que estaba sucediendo.
Los dos ministros de Asuntos Exteriores se las arreglaron incluso para mostrar semblantes inescrutables a la salida de la ¨²ltima ronda de negociaciones.
Algunos periodistas interpretaron su gesto cansado -Shultz tiene 68 a?os, y Grorniko, 75, y hab¨ªan hablado en total 14 horas y media- como un mal s¨ªntoma. Gromiko no ayud¨® a disipar los temores. Al estrechar la mano de su colega estadounidense a la puerta de la embajada se limit¨® a decir, con un gesto serio: "Les deseo lo mejor a todos ustedes".
Sequ¨ªa informativa
Los periodistas fueron v¨ªctimas de una sequ¨ªa absoluta de informaci¨®n durante casi 48 horas, y tambi¨¦n de unas temperaturas heladas, Un fot¨®grafo que montaba guardia en la calle para retratar a los dos ministros a la salida de la ¨²ltima entrevista cay¨® desvanecido y medio congelado.
En cierta forma, las poderosas agencias y cadenas de televisi¨®n norteamericanas, que enviaron casi 400 personas a Ginebra, se vieron batidas en velocidad por la televisi¨®n sovi¨¦tica, hecho que no se recuerda en la historia del periodismo mundial. Mosc¨² fue quien primero dio, de forma velada y enigm¨¢tica, indicaciones de que exist¨ªa un acuerdo media hora antes de que los medios de comunicaci¨®n occidentales se atrevieran a insinuarlo.
El deshielo de las relaciones entre las dos superpotencias bloque¨® casi las l¨ªneas internacionales con Ginebra. S¨®lo despu¨¦s de transmitidas las cr¨®nicas de urgencia, pasada la medianoche, el ambiente comenz¨® a distenderse.
Los periodistas sovi¨¦ticos estrechaban efusivamente la mano a sus colegas occidentales, haciendo votos para volverse a ver cuando comiencen realmente las negociaciones, mientras que los portavoces estadounidenses se esforzaban en hacerse perdonar su absoluto mutismo. Robert McFarlane, asesor presidencial para Asuntos de Defensa Nacional, se pase¨® un rato por el vest¨ªbulo del hotel, saludando a los enviados especiales de Washington.
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