El dise?o industrial, ese desconocido
Un editorial de EL PAIS se refer¨ªa ¨²ltimamente a la pobreza del dise?o industrial, se sobreentend¨ªa en Espa?a. Es cierto que el dise?o de nuestros productos no est¨¢, en la gran mayor¨ªa de los casos, a la altura de la media europea. Tambi¨¦n es cierto, como lo afirma este editorial, que el dise?o es precisamente un ¨¢rea en la que no nos falta capacidad creativa para alcanzar un buen nivel. Me parece muy sano tomar conciencia de nuestras deficiencias en ¨¦ste como en otros tantos sectores. Lo que ocurre, muy a menudo, es que quienes informan sobre estos temas no suelen ser expertos en la materia, con lo cual no s¨®lo no se aclara nada, sino que, adem¨¢s, se corre el riesgo de generar desconcierto.No es posible, por ejemplo, afirmar, como lo hace el editorialista, que el dise?o industrial "no necesita otra materia prima que la inteligencia". Dise?ar, como todo acto creativo, no es ¨²nicamente tributario de la inteligencia. La creatividad depende en buena parte de otras dotes que forman parte del ¨¢rea afectiva de nuestra naturaleza, ll¨¢mense intuici¨®n, inspiraci¨®n, sugesti¨®n o iluminaci¨®n. Pero, adem¨¢s, no basta con que tengamos buenos dise?adores para que se produzca buen dise?o industrial.
En Espa?a no es dise?adores lo que faltan, sino industrias que los requieran para dise?ar sus productos. Como su propio nombre indica, el dise?o industrial s¨®lo es posible cuando dise?ador e industria se encuentran y juntos desarrollan lo que ser¨¢ un nuevo producto. Es necesario que las empresas industriales, que son las que producen lo dise?able, conf¨ªen el dise?o de sus productos a los expertos en la materia, es decir, a los dise?adores. Y esta colaboraci¨®n, que parece tan obvia, no se establece a menudo.
Santuario de la pirater¨ªa
No hemos de olvidar que buena parte de nuestra industria aut¨®ctona proyecta sus productos con medios de a bordo, es decir, improvisando en base al plagio o a la incompetencia. Am¨¦n de una falta de ¨¦tica, estos industriales hacen gala de una total falta de previsi¨®n. El plagio consigue, a lo sumo, aplazar el enfrentamiento de una empresa con su verdadero problema creativo.
Espa?a no es ya el coto cerrado que fue en ¨¦pocas pasadas. Un santuario desde el que se pod¨ªa piratear la creatividad ajena sin consecuencias. Hoy somos parte integrante del mercado internacional, como cualquiera de nuestros vecinos. Los productos extranjeros est¨¢n a la venta en nuestras tiendas al mismo tiempo que la est¨¢n en las de su pa¨ªs de origen. Y es m¨¢s: cuando tenemos conocimiento de la existencia de un nuevo producto, nos consta que ya se est¨¢ gestando aquel que le sustituir¨¢. Ya no da tiempo a copiar. En estas nuevas condiciones de normalidad muy pobre porvenir tienen los que viven del plagio o de las soluciones chapuceras. Tarde o temprano habr¨¢ que acudir al dise?o o resignarse a morir.
Aquellas industrias que acudan al dise?o han de saber que un producto bien dise?ado tiene m¨¢s probabilidades de ¨¦xito, pero tambi¨¦n han de comprender que un buen dise?o no basta para garantizar este ¨¦xito. No cometamos la ingenuidad de creer que basta con que un dise?ador intervenga en la creaci¨®n de un producto para que ¨¦ste se imponga rotundamente en el mercado. El dise?o es una condici¨®n necesaria para el ¨¦xito, pero no la ¨²nica. Lo mismo que es impensable que un edificio sea construido sin la contribuci¨®n de un arquitecto, tampoco es concebible que un producto industrial lo sea sin la contribuci¨®n de un dise?ador.
"Cari?o formal"
Existen otros muchos factores, como" por ejemplo, la necesidad o la oportunidad del producto, la originalidad de la soluci¨®n que se propone, la relaci¨®n precio-servicio, la calidad de la fabricaci¨®n, la de sus medios de difusi¨®n y tantos otros factores que han de darse para que aquel producto bien dise?ado llegue a ser competitivo, no s¨®lo a nivel nacional, sino tambi¨¦n internacional.
Existen varios ejemplos de productos espa?oles que, al reunir estas condiciones, han logrado introducirse con ¨¦xito en los mercados extranjeros.
Otra de las confusiones que puede sugerir, el referido editorial es la del propio enfoque y ¨¢mbito del dise?o industrial. Sorprende leer: "Sucede esto en un pa¨ªs que tiene una rica tradici¨®n en el cari?o formal al objeto: desde la espada al botijo, desde la capa hasta la guitarra, o la gualdrapa...". No creo que el dise?o pueda definirse como un modo de cari?o formal hacia los objetos. Ninguna de las acepciones del t¨¦rmino cari?o me parecen convenir para definir la actitud del dise?ador frente a las cosas que dise?a. En cuanto a los ejemplos dados para ilustrar la frase es aceptable el botijo, pues es, sin duda, un excelente ejemplo del buen dise?o artesano. Los dem¨¢s ejemplos son totalmente desacertados. Por una y otra raz¨®n, ni la espada, ni la capa, ni la guitarra, ni la gualdrapa son objetos susceptibles de ser tratados por un dise?ador industrial, cuando menos tal como entendemos hoy el dise?o.
Hay otras profesiones que se ocupan de las armas, la moda, la m¨²sica o el adorno. Lo que llamamos dise?o industrial pretende mejorar las prestaciones y la est¨¦tica de los objetos y productos que utilizamos con alguna finalidad pr¨¢ctica en nuestra vida cotidiana. Para que nuestra relaci¨®n con esas cosas resulte m¨¢s c¨®moda en el uso y su apariencia m¨¢s agradable. Este agrado no s¨®lo proviene de una satisfacci¨®n a nivel est¨¦tico, sino tambi¨¦n puede suscitar una apreciaci¨®n intelectual por la ingeniosidad que se revela en un buen dise?o.
M¨¢s adelante, en este editorial, para explicar el estado de ¨¢nimo entre dise?adores e industriales, se habla de "desprecio mutuo". No es posible generalizar as¨ª. No me parece ¨¦ste el calificativo correcto para describir la realidad, cuando menos en el ¨¢rea del dise?o industrial. Ignoro si el industrial gen¨¦rico es tan negado para las dem¨¢s facetas del arte como lo pinta el editorialista. Creo que ser¨ªa m¨¢s exacto hablar de desconocimiento. El industrial desconoce lo que el dise?o puede aportarle para la adecuada creaci¨®n de sus productos. El autor afirma m¨¢s adelante que los industriales "se aproximan a la pintura por sus posibilidades. de inversi¨®n" -con lo cual les supone, cuando menos, listos- y no ser¨ªa l¨®gico que ¨¦stos despreciaran aquello que pudiera reportarles buenos beneficios. No, lo cierto es que la industria espa?ola a¨²n ha de descubrir lo que el dise?o industrial es capaz de hacer para mejorar la calidad de sus productos.
Ante la tecnolog¨ªa
En cuanto a la impresi¨®n que da este editorial del ¨¢nimo de los dise?adores no puede ser m¨¢s negativa. No quisiera caer en el error de generalizar, como, lo hace el editorialista, pues habla de "una mayor¨ªa grande", pero dudo que muchos condenen la electr¨®nica aduciendo razones falsamente human¨ªsticas, porque "desplaza al hombre" y suplanta su talento. Personalmente creo que ning¨²n dise?ador industrial se muestra hostil hacia la tecnolog¨ªa por esas razones. En todo caso, puede considerarla innecesaria o incluso nefasta en determinados casos y usos, pero no porque le suplante, sino porque, como cualquier otro ser humano, siente el peligro que encierran ciertos excesos que se cometen en nombre de la t¨¦cnica y que van en contra del inter¨¦s colectivo.
No creo, pues, que los temores que hemos de tenerle a esa ciencia aplicada que es la tecnolog¨ªa provengan del miedo a ser suplantados en nuestra actividad creativa, sino m¨¢s bien de ser f¨ªsicamente borrados de la faz de la tierra, como cualquier otro ser humano. E insiste con otra grave afirmaci¨®n, seg¨²n la cual los dise?adores profesionales se califican de oportunistas, de aficionados y de buscadores de subvenciones; es poco menos que insultante.
Como es de suponer que el cronista no ha hecho una encuesta formal a los dise?adores espa?oles, lo correcto hubiera sido citar la procedencia de tal autocalificaci¨®n. De lo contrario, se da a entender que lo que es una opini¨®n absolutamente personal sea un criterio generalizado. Tampoco es v¨¢lido que sugiera que el dise?o industrial es una salida para artistas en paro. Como ¨¦l mismo reconoce m¨¢s adelante, poco tiene que ver el arte en general con esa especial disciplina creativa. Ni tampoco nada tienen que ver la publicidad o la moda con ¨¦ste.
El tema de la ense?anza tampoco escapa a este an¨¢lisis equ¨ªvoco. Si bien es cierto que el dise?o es una disciplina-prefesi¨®n olvidada en las universidades, el autor hace gala de una importante falta de informaci¨®n cuando ignora a las escuelas de dise?o que existen en Espa?a desde hace d¨¦cadas. La experimental de Madrid que cita es una reci¨¦n llegada, que a¨²n ha de demostrar lo que pretende; hay algunas otras m¨¢s veteranas que merecen no ser olvidadas a la hora de hablar de la ense?anza del dise?o.
Como dec¨ªa al empezar, creo que art¨ªculos como ¨¦ste, que sin duda se ha escrito con la sana intenci¨®n de prestar ayuda, logren otra cosa que crear m¨¢s confusi¨®n de la que existe. Hay demasiadas inexactitudes y opiniones arbitrarias. Si realmente quieren los medios de comunicaci¨®n hacer algo positivo para ayudar al incipiente dise?o industrial espa?ol, habr¨ªan de empezar por tratar el tema con la seriedad que se merece. Tambi¨¦n podr¨ªan ensalzar los ¨¦xitos que nuestro dise?o consigue, pues tambi¨¦n los hay. No todo es tan pobre ni desesperante. Ocurre que, por su propia esencia, un buen dise?o industrial s¨®lo se puede materializar en forma de producto. Este producto necesita, para entrar en el circuito comercial, un nombre y una marca. Esta caracter¨ªstica cong¨¦nita impide que se hable abiertamente de ellos en los medios de comunicaci¨®n; ser¨ªa, al parecer, publicidad encubierta. S¨®lo pagando un anuncio puede un industrial dar a conocer sus ¨¦xitos.
Es curioso que cuando se habla de libros, de pel¨ªculas, de discos cl¨¢sicos o rock, a ning¨²n periodista se le ocurrir¨ªa esconder el t¨ªtulo de la obra. Y, sin embargo, un libro, un disco, una pel¨ªcula, son tambi¨¦n una mercanc¨ªa. ?Por qu¨¦ esta discriminaci¨®n? Es ¨¦ste un peque?o obst¨¢culo, pero es uno que los medios de comunicaci¨®n pueden resolver sin m¨¢s demora. Para ello "s¨®lo necesitan limpiarse de una ganga psicol¨®gica ancestral", como reza la ¨²ltima frase de ese editorial.
Babelia
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